En
las tardes chungas decíamos “aquí lo que hace falta es el toro de Sevilla, nada
más”, lo decíamos a boca llena, en Sevilla, en Valencia y en tantos y tantos
sitios, lo repetíamos repletos de esperanza y quedábamos a la espera,
convencidos, de haber dado con la piedra filosofal.
Llegado abril, Sevilla sucede a la marcera
Valencia y enarbola, como manda la tradición, la bandera de la capitalidad
taurina del mundo. Y como en Valencia, la polémica en torno a la presentación
de los toros es caballo de batalla día sí y tarde también. Cuestión
especialmente chocante en este caso porque supone apartarse de un modelo y de
un concepto muy acuñado, y también muy acreditado, al que siempre se le conoció
como el toro de Sevilla. En las tardes chungas decíamos “aquí lo que hace falta
es el toro de Sevilla, nada más”, lo decíamos a boca llena, en Sevilla, en
Valencia y en tantos y tantos sitios, lo repetíamos repletos de esperanza y
quedábamos a la espera, convencidos, de haber dado con la piedra filosofal.
Suponía ejemplares armónicos, bonitos y sin estridencias, en realidad la flor
de cada camada. Pues a pesar de conocerse y de estar tan experimentada la idea,
este año aparecen en la mismísima Sevilla toros grandones, feos y destartalados
con excesiva frecuencia, sucedió el mismísimo Domingo de Resurrección, con todo
lo que ello tiene de traición a los sentimientos de la efeméride, y ha seguido
apareciendo los días sucesivos hasta la mismísima desesperación de clientes y
toreros y principalmente de ganaderos, que ven como se desbarrancan sus
expectativas. Lo escribí en Las Provincias y lo mantengo.
La solución en las tardes fricción no satisface a nadie. Con
harta frecuencia acaban saliendo toros que no cumplen con los gustos toristas
ni con los toreristas ni con los de la gente de aluvión…
Por todo eso es como si el problema, problemón
dadas las circunstancias y el momento, se hubiese trasladado de la ribera del
Turia a la vera del Guadalquivir. En ese aspecto, por ahora, no se ha
diferenciado mucho Sevilla de Valencia. Y si tomamos como referencia lo
sucedido en la preferia abrileña se ha producido una clara ventaja para la
capital valenciana. En las pasadas Fallas, como antídoto contra el
descalzaperros que organizaban los veterinarios en corrales cada mañana, a la
hora de la verdad aparecía al quite la buena suerte e incluso el buen talante
de algún usía, y cada tarde acababan saltando al ruedo varios toros de triunfo,
cosa que todavía no se ha producido este año en el ruedo hispalense. Así que
andamos a la espera de un golpe de fortuna, pero sobre todo de un ajuste de
criterio para volver a lo que siempre fue, al toro de Sevilla, que uno entiende
que siendo para Sevilla tampoco sería pedir un imposible.
Mientras no sea así, los ganaderos, que en
principio tendrían que ser los máximos responsables del juego y presentación de
los toros, quedan exentos de gran parte de la responsabilidad. Esos no son los
toros que yo había seleccionado y preparado para esta plaza, te espetan. El
argumento supone un desvío de responsabilidades y lleva a conclusiones muy a
tener en cuenta: una, que el fracaso o el éxito a quien más afectará es al
propio ganadero, así que por la cuenta que le esté debe mojarse; dos, que es
imposible por cualificado que esté el veterinario de turno, generalmente
urbanita alejado del toro, tenga más conocimientos que los ganaderos más allá
de la sanidad; tres, que las soluciones que se vienen adoptando en esos casos
de fricción, no satisfacen a nadie o a casi nadie, al punto que con harta
frecuencia acaban saliendo toros que no cumplen con los gustos toristas ni con
los toreristas ni con los de la gente de aluvión que tanta falta hace, a los
del aluvión me refiero, que más allá del triunfo de la tarde quiere saber poco:
¿me he divertido?... ¿me he emocionado? ¿sí, no, vuelvo, no vuelvo?… y en ese
punto se juega la gran partida del futuro.
El ganadero se come la bronca, el torero el fracaso, el
empresario se juega la clientela y ellos… se van para casa tan panchos, incluso
con una hipotética etiqueta de defensores a este paso de la nada
Y siendo verdad que cuando son los ganaderos
quienes eligen sus toros no hay nada garantizado, también es cierto que si
sucediese se eliminarían excusas, se limpiaría la era de intereses cruzados, el
que no dé la talla que no vuelva y seguro, segurísimo, que si les dejasen, a
los ganaderos, crecerían las posibilidades de triunfo. Hay mil ejemplos.
Valdría la pena probar. Perder íbamos a perder poco. Acabo, a día de hoy, en
este descalzaperros de toros para aquí, toros para allá, toros gigantes y toros
feos, toros chicos, que también se cuelan, hay protagonistas con un papel
importante que se escapan de rositas, sin ningún tipo de responsabilidad. El
ganadero se come la bronca, el torero el fracaso, el empresario se juega la
clientela y ellos… se van para casa tan panchos, incluso con una hipotética
etiqueta de defensores a este paso de la nada.
Mientras se impone el buen criterio o se dan los
golpes de suerte necesarios para enderezar la feria abrileña, los espadas mejor
librados hasta ahora han sido Roca Rey por su tarde de Resurrección; Curro
Díaz, que dio dos vueltas al ruedo la tarde de la cogida de Román; el mismo
Román, que pese al percance dejó claro que no es uno más y firmó un arranque de
faena precioso y muy torero; Pablo Aguado, que ha sido la revelación con un
toreo artístico y muy del gusto de Sevilla; Luis Bolívar, que aparece en estado
de rehabilitación; Alejandro Talavante, aunque todavía lejos de su mejor
versión, el día del desastre de los toros de su apoderado, aprovechó un
resquicio para hacer el toreo con su sello singular y un tanto misterioso; y
Escribano, que puso en pie a la banda con su recibo de capa al quinto de
Victorino, que no es cualquier cosa, en la puerta de chiqueros maestrante.
POSDATA.-
Con la corrida de Garcigrande por fin llegó un éxito de los que marcan una
feria. Se juntaron los dos elementos que echábamos en falta en la preferia: el
golpe de suerte imprescindible y la mano del ganadero. Salió, con mínimos
retoques, la corrida que decidió el criador, enhorabuena a Justo, y saltó el
éxito. Y un dato para incrementar lo absurdo del sistema, el toro primero de
Juli, excelente toro, fue rechazado en Valencia, mientras que en otras
ganaderías los toros rechazados en Valencia no sirven para Sevilla por
definición o por decreto. Absurdo sobre absurdo. / José Luis Benlloch - Redaccion APLAUSOS
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