El
torero onubense habla con Efe días después de abandonar una clínica de
rehabilitación en Coslada (Madrid), donde ha pasado los últimos tres meses a
causa de una grave lesión vertebral que sufrió en un festejo durante el pasado
verano en Toro (Zamora).
L.R.T.
Diario LA
RAZON de Madrid
La vida de David de Miranda dio un giro radical el
pasado agosto cuando sufrió un grave percance que casi le deja postrado en
silla de ruedas, sin embargo, este joven torero ha superado siete duros meses y
ahora confiesa en entrevista a Efe que: «Si es un milagro que pueda caminar,
también lo es que esté vivo».
David de Miranda (Trigueros, Huelva, 1993) resultó
dramáticamente cogido por un toro de Sánchez Urbina en el festejo celebrado el
27 de agosto del pasado año en Toro (Zamora), el cual le propinó una fortísima
voltereta que le produjo «cuatro fracturas vertebrales» además de una
importante afectación medular. Acaba de recibir el alta y ya está deseando
volver a torear.
- ¿Cómo se
encuentra a día de hoy?
La verdad que estoy bastante recuperado. La pasada
semana me dieron por fin el alta y me encuentro muy ilusionado con la
evolución. He trabajado muchísimo, y, aunque todavía debo seguir con
rehabilitación, puedo decir que ya veo la luz al final del túnel.
- Qué meses
más duros ha tenido que pasar...
Un auténtico calvario. La lesión era muy dolorosa
y la zona afectada era muy difícil de tratar. También porque todo ha ido muy
despacio, ha costado mucho, y, por si fuera poco, he pasado mucho tiempo fuera
de mi casa, y la tierra tira mucho.
- ¿Qué
recuerda de aquella tarde?
Me acuerdo de todo porque no perdí la conciencia
en ningún momento. Desde que me cogió el toro supe que lo que llevaba no era
ninguna tontería. No podía moverme. De cuello para abajo no sabía nada de mi
cuerpo y, además, estuve minutos sin poder respirar. Fueron unos momentos muy
angustiosos, que van a marcar mi vida y mi trayectoria como torero.
- ¿Cómo
fueron los momentos posteriores hasta que llega al hospital?
Rápidamente me llevaron a la enfermería para
estabilizarme. Yo iba muy asustado porque no me podía mover. Después me
llevaron a Zamora capital y allí los médicos deciden trasladarme de urgencia al
hospital de la Virgen de la Vega de Salamanca. Allí entro de madrugada y tras
varias pruebas me diagnostican cuatro fracturas vertebrales, además de tener
muy dañadas la C1 y C2. Me dejan ingresado porque hay que operar cuanto antes.
- Imagino
que en esos momentos la cabeza tiene que jugar malas pasadas...
Se te viene el mundo encima, más aún cuando los
doctores no saben tampoco cómo va a ir la cosa hasta que salga del quirófano.
Ahora, con el paso del tiempo, le doy mucha más importancia, porque en los
primeros meses no era consciente de la que me había librado; pero ahora me doy
cuenta de que ha sido un milagro, no solamente que a día de hoy pueda caminar,
sino también que esté vivo, porque pude haberme partido el cuello.
- Con lo
que cuenta, hablar de milagro puede quedarse hasta corto ¿no?
Posiblemente así sea, sobre todo porque todavía quedaba
lo peor. Tras la operación tuve que estar cuatro meses inmovilizado con un
collarín rígido y un corsé. Pero fue quitármelos y empezar a sentir unos
calambres muy fuertes, insoportables. Entonces acudí a un neurocirujano que,
tras explorarme, me dijo que me tenía que volver a intervenir, que la fractura
seguía muy inestable, que lo que me había hecho no había servido para nada y
que necesitaban fijarme el cuello por atrás. Me dice también que jamás volvería
a correr, ni a conducir y ni mucho menos torear. Imagínate qué tragedia. En ese
momento sí que estuve a punto de tirar la toalla. Menos mal que mantuve la
sangre fría y fui a ver al neurocirujano que me operó, el doctor Trujillo, que
fue el que me tranquilizó al asegurarme que lo que tenía era subsanable con
rehabilitación.
- ¿Y es
cuando decide ingresar en la clínica Asepeyo de Coslada (Madrid) donde ha
estado desde enero hasta ahora.
Efectivamente. Gracias a Dios allí me encontré con
un equipo médico y humano maravilloso. Han trabajado durísimo conmigo desde
enero hasta ahora. Eso y mis ganas irrefrenables de ponerme bien cuanto antes
han sido cruciales para que ahora me encuentre muchísimo mejor.
- ¿No le
van a quedar secuelas de ningún tipo?
Es verdad que me dijeron que con la contusión medular
que tuve posiblemente pueda notar algún hormigueo en las manos y que, incluso,
pierda un poco de movilidad en el lado derecho, pero nada que me limite para no
poder hacer lo que me gusta.
- Como
volver a torear...
Eso es lo que más. Hace poco volví a coger los
‘chismes’ y me sentí de maravilla. Estoy deseando volver a probarme en el
campo. Si Dios quiere en un mes lo haré, y en función de ello ya veremos cuándo
puedo volver. Quiero estar en las Colombinas de agosto, pero todo se verá con
el paso de las semanas.
- ¿Quiénes
han sido sus principales apoyos para superar todo este martirio?
Mi familia, mi madre, mi pareja y mis hermanos; mi
cuadrilla y mi apoderado. También me ha ayudado el aliento de la familia del
toro. De muchos compañeros como Saúl (Fortes) o el maestro Padilla. Y qué decir
la cantidad de profesionales médicos que me han tratado. Sin ellos no estaría
aquí.
- ¿Saca
algo positivo de todo lo que ha pasado?
Pienso que me ha ayudado a madurar, a crecer como
persona, a valorar más lo que se tiene y a disfrutar de la vida. / EFE
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