El
extremeño corta la única oreja y da una vuelta al ruedo en un espectáculo
plúmbeo y lastrado por la corrida de El Pilar.
José Garrido |
ZABALA DE
LA SERNA
@zabaladelaserna
Diario EL MUNDO
de Madrid
Foto: EFE
El público en masa, que es sabio, se tomó la tarde
como descanso. Y los aficionados que acudieron, como resignado trámite. Juan
Bautista y López Simón coincidieron de azabache. De Christian Lacroix el diseño
del bordado del galo. Grana su terno frente al burdeos del madrileño. De
azabache también cuatro banderilleros de los 12 de las cuadrillas. Empate a
seis entre el hilo negro y la plata. De oro sólo José Garrido. Y los seis
picadores.
El oro de Garrido distinguió también su toreo. Tan
barroco a la verónica y alado en las chicuelinas de manos bajas. Así como
inmediato el quite al puyazo. Directamente desde el peto. En plan Antonio
Ferrera. Su maestro al fin y al cabo. En sus telas un toro importante de El
Pilar, más concentrado su esqueleto que las líneas altonas y huesudas de otros
de la corrida. Sí, la ascendencia Aldeanueva/Raboso pero...
«Sospechor» se dio con entrega, repetición y
humillación en su muleta. Acinturado y embrocado JG por su derecha. Que exigió
con largura y ligazón. A todo respondió «Sospechor». También por la izquierda.
En una notable y aislada serie de naturales. La tela ofrecida y puesta. ¿Por
qué una sola? Cuando la obra concluía y el torero extremeño vaciaba expresivos
ayudados por alto con sabroso codilleo, sintió que se había dejado algo en el
tintero. Y propuso su zurda de nuevo a última hora, provocando cierta sensación
de desorden. O una extensión innecesaria. Aun así, si el toro hubiera caído
pronto con el espadazo, la oreja presentida se habría materializado. Pero su
tendida trayectoria demoró la muerte. Y la demora enfrió a la gente. La
petición no cuajó y la vuelta al ruedo supo a premio de consolación.
Bautista se encontró con una ecuación de alturas.
No por la estrechona alzada del toro de El Pilar, sino por su contada fuerza y
su pegajosa movilidad. No podía apretarlo abajo porque perdía las manos. Y,
como no lo hacía, la informal acometida campaba libre. Suelta la cara también.
Avanzada la larguísima faena, a veces consiguió gobernarlo por abajo. Que era
por donde el pilarico había hecho cosas muy notables en el capote. Y entonces
el francés le puso gusto a su izquierda. Perlas perdidas en el marasmo.
Juan Bautista |
A Bautista le devolvieron el cuarto por su
manifiesta flojera. El sobrero explicó con sus hechuras por qué le habían
adjudicado el papel de suplente. Sus 592 kilos y su amplísima caja -y todavía
le cabían más- descompesaban el conjunto. El tonelaje venía vacío de fábrica.
Quería el brutote sin motor. Jean Baptiste Jalabert paseó de puntillas su
vestido de Lacroix.
Alberto López Simón sorteó en primer lugar un toro
enjuto, largo y alto. De aniñada y lavada expresión. Fue bravo, o bravucón, en
el caballo. Los estrellones contra el peto sonaron con eco en la plaza. Dos
puyazos traseros, escaso el último. Arreó y apretó hacia los adentros el pupilo
de los Fraile en banderillas. Y saludó la apurada cuadrilla por su efectividad
nada más. A Simón le sorpendió la tralla de las arrancadas. Tras un prólogo
nada castigador, en un trío de tandas diestras impuso el ritmo el animal sobre
el hombre. El fondo, más bravucón que bravo definitivamente, duró eso. Por el
izquierdo ni descolgó ni se empleó igual. Y la cosa quedó como desangelada
desde entonces.
Devolvió la presidencia también al quinto. Aires
de vaca vieja y desnutrida. Todo y sólo pitón. El segundo sobrero venía con el
nombre de un toro de premio de El Pilar en Sevilla: «Niñito». Muy suelto en los
tercios previos, arrolló a Vicente Osuna en un volteretón terrible con los
palos. Incruento afortunadamente. Apuntó cierto estilo en los albores de faena.
Promesas falsas cuando se desfondó. López Simón vagó por allí. Pesaba ya la
tarde como una plúmbea losa. Los vencejos de Mónica Fernández-Aceytuno se
dormían en al aire.
El último toro de la corrida de El Pilar desprendía
seriedad y guasa sorda, y no tan sorda, en proporciones similares. Soltaba su
cabeza con ásperos gañafones. Y se venía incierto y se vencía por dentro si
José Garrido no lo tocaba por fuera con firmeza. Un esfuerzo de valor tremendo
para que pasara todo aquello hacia delante. Amarró la estocada, que ahora
contenía la muerte. La oreja premió sus arrestos cuando se cumplían las tres
horas exactas de espectáculo (sic).
FICHA DEL FESTEJO
Toros de El Pilar, incluidos los sobreros (4 y 5 bis), de muy desigual
presentación; importante el 3; sin poder e informal el 1; bravucón el 2; vacío
el 4 bis; desfondado el 5 bis; complicado y áspero el 6.
Juan
Bautista, de grana y azabache.
Media estocada baja y atravesada que escupe y tres descabellos (silencio). En
el cuarto, pinchazo y estocadhonda y a trasera (silencio).
López
Simón, de burdeos y azabache.
Pinchazo y estocada casi entera (silencio). En el quinto, media estocada y
descabello (silencio).
José
Garrido, de rosa palo y oro.
Estocada tendida. Aviso (leve petición y vuelta al ruedo). En el sexto,
estocada atravesada (oreja).
Plaza de la Maestranza. Miércoles, 18 de
abril de 2018. Novena de feria. Media entrada larga.
López Simón |
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