ÁLVARO RODRÍGUEZ DEL MORAL
Foto: EFE
La plaza de la Maestranza de Sevilla se llenó en
el tradicional festejo del Domingo de Resurrección, en el que el peruano Roca
Rey, que cortó una oreja y se entregó al máximo toda la tarde, hizo lo más
destacado de una corrida en la que también caló Ferrera y sorprendió el tono
gris de Manzanares.
Se cortó un trofeo pero pudieron ser tres. Habrían
dado un signo diferente a una tarde que se disparó en el reloj y que se
estrelló a ratos contra un encierro de Victoriano del Río demasiado desigual en
todo. Eso sí: hubo dos ejemplares potables para el triunfo que saltaron en el
momento y el lugar adecuados.
El primero de ellos, lidiado en tercer lugar, le
tocó en suerte al joven matador peruano Andrés Roca Rey. El paladín limeño está
en vena y se le nota. Roca, que recibió al toro con verónicas ceñidas y hasta
desgarradas apostó todo desde el primer muletazo en una faena que inició por
ceñidísimos estatuarios y reventó definitivamente por el lado izquierdo. La
verdad es que se hartó de torear al natural en una labor intensa y reunida, de
muletazos despatarrados que aportó el ritmo que estaba demandando una corrida
exasperante en los tiempos muertos.
Roca, que ya tenía a la gente metida en el
bolsillo, fue acortando las distancias trufando el toreo fundamental de remates
y nexos absolutamente originales hasta formar un verdadero lío en la distancia
corta. Se tiró a matar de verdad pero la espada no terminó de agarrar. La
agonía del toro enfrío los entusiasmos pero el trofeo logrado -le habrían dado
las dos con una muerte más rápida- marcó muchas diferencias.
El torero volvería a hacer el mismo esfuerzo con
el sexto, un animal informal en la lidia y que se acabó rajando. Roca Rey se
entregó por encima de las posibilidades que le ofrecía su enemigo pero fue
imposible.
La tercera oreja del festejo la podría haber
cortado el diestro extremeño Antonio Ferrera, que volvía a la plaza de la
Maestranza incluido en el lujoso cartel del Domingo de Resurrección después de
resultar triunfador absoluto de la pasada Feria de Abril.
Ferrera, que no había podido hacer casi nada con
el sobrero de Cortés que saltó en primer lugar, comprobó que la mejor virtud
del cuarto era la humillación.
A partir de ahí, después de escenificar una lidia
que nos llevó al toreo prebelmontino, se empleó en una faena dicha de menos a
más, en la que el clasicismo del pasado año, de alguna manera, ha dado paso a
cierto manierismo. Ferrera supo arrebujarse de toro en un trasteo que fluyó por
el lado izquierdo pero explotó definitivamente en una intensa serie diestra que
puso a todos de acuerdo.
La faena había subido de intensidad y Ferrera,
dueño de la escena, supo enseñar su repertorio de remates, redondeando su faena
con un desplante de aire añejo al que siguieron unos bellos muletazos por bajo.
La espada, desgraciadamente, no funcionó en el mismo son y lo que iba camino de
ser premiado con un nuevo trofeo acabó siendo culminado por una aclamada vuelta
al ruedo.
En medio de Ferrera y Roca Rey, hay que advertir
que Manzanares sorteó el peor lote del desigual envío de Victoriano del Río.
El segundo le avisó varias veces hasta prenderle
en una dura voltereta de la que salió con el rostro ensangrentado. La faena fue
tan larga como infructuosa. Algo parecido le ocurrió con el rajado quinto, al
que quiso torear muy en redondo sin sacar rendimiento ni reconocimiento. / EFE
FICHA DEL FESTEJO
Cuatro toros de Victoriano del Río, muy desigualmente presentados. Primero y quinto
estuvieron marcados con el hierro de Toros
de Cortés. Uno resultó corto de viajes y de más a menos; el otro, rajado,
formó el peor lote con el avisado segundo. El noble tercero y el muy humillador
cuarto fueron los dos mejores de un envío que se completó con el deslucido y
manso sexto.
Antonio
Ferrera, ovación, y aviso y vuelta
al ruedo tras petición.
José
María Manzanares, ovación y
silencio.
Andrés
Roca Rey, oreja tras aviso y
ovación tras aviso.
Dentro de las cuadrillas destacó el picador Paco María, de la cuadrilla de José María Manzanares, que cuajó el
puyazo de la tarde con el bravucón segundo.
Al finalizar el paseíllo se guardó un minuto
de silencio en memoria de los ganaderos Victorino
Martín y Domingo Hernández; el
puntillero Lebrija y el delegado
gubernativo Miguel Ángel Ocaña.
La plaza se llenó en tarde fresca y agradable.
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