Casi
dos años después de la gravísima cornada de Alicante, el torero de Gerena
recobra su seguridad y facilidad proverbiales. Corrida apagada de Victorino.
Casi inédito Ferrera. Notable Luque.
BARQUERITO
Foto: EFE
CÁRDENOS LOS SEIS toros de una corrida de
Victorino pareja, astifina y bien cortada, grande y magra, alta y larga. Pero
tan justa de motor que apenas provocó. O solo provocaron los dos difíciles.
Segundo y tercero. El segundo, menos toro que los demás, puesto por delante y listo,
creó peligro y emoción al revolverse en un palmo y, si no, al frenarse, medir y
rebanar. El tercero, degollado y engatillado, muy en Saltillo, picado muy
trasero, esperó en banderillas y sacó entonces un punto artero. Fue el único
que respiró con el aire felino tan propio de la casa.
Con esos toros problemáticos cumplieron más que
bien Manuel Escribano y Daniel Luque, los dos toreros de Gerena juntos en un
mismo cartel. La faena de Luque al tercero fue de rica técnica: la muleta
trasera o escondida, pasos perdidos, el toque hacia fuera en burla inteligente.
Luque se había doblado de partida con rigor y regusto en los únicos cinco
viajes claros que tuvo el toro, que enseguida dio en revolverse justo al entrar
en suerte. El gobierno del toro fue más que suficiente. Una prueba de madurez.
La faena de Escribano fue más espectacular, de
llama prendida desde la aparición del toro, al que esperó de rodillas no a
porta gayola sino tres metros más allá de la raya segunda frente al portón de
toriles. Una larga librada por los pelos porque el toro le vino midiendo o
deslumbrado y, en la vertical, excelentes lances de brazos, largos y limpios,
bien tirados. En ese trance primero los dos toros del lote de Escribano, el
segundo de Antonio Ferrera -cuarto de corrida- y el sexto se prestaron a
floreos con el capote.
Los lances de Ferrera, una cadena de ocho ligados,
tuvieron vuelo y compás. Los de Escribano en la vertical, particular desgarro.
No solo los que siguieron al primer intento medio fallido a porta gayola.
También los que, en situación casi al calco, pusieron broche brillante al
saludo del quinto de corrida, que apretó en las tablas de toriles en son muy
guerrero. Escribano, ajustado y firme, jugó los brazos en verónicas virtuosas
no solo por su arrojo sino por su dibujo y temple. Ese fue el momento de la
corrida -de toro y torero- y la banda de Tristán tuvo el lindo detalles de
subrayar el trance con esa música que en el clamor del público apenas se puede
reconocer, pero destila una carga volcánica.
Los medios viajes del segundo toro los resolvió
Escribano sin más problema que un desarme. Supo entenderse con las embestidas
gota a gota y al ralentí del toro de la música, el de más serios galopes antes
de varas, y el único de todos lidiado sin acierto en el primer tercio. El
victorino de embestida agónica tiene a gazapear. Aura, por tanto, de toro
incierto. Pese a todo eso, tuvo ritmo propio la faena, que Escribano había
brindado a Emilio Parejo, gran currista, relevante crítico taurino en su día
del desaparecido Diario 16 de Andalucía y del Canal Sur de la televisión
autonómica.
La temporada pasada Escribano pareció acusar las
secuelas de la gravísima cornada que en junio de 2016 le pegó en Alicante un
toro de Adolfo Martín. En esta comparecencia, la primera de las dos formadas
este año en Sevilla -la próxima, el día 22, la corrida de Miura-, pareció
particularmente seguro. La estocada con que tumbó ese quinto toro fue soberbia.
Antes de soltarse los dos toros complicados, en la
primera parte, saltó partiendo plaza otro más, muy cabezudo, que se empleó en
el caballo mejor que ninguno y Ferrera manejó lindamente en lidia sabia. La
cara alta, la mirada desparramada, mirón, el toro se quedó debajo enseguida, se
apoyó en las manos y se defendió. Ferrera, esperado con expectación muy
especial, resolvió la papeleta en un solo y mínimo terreno. Detalle de
maestría. Pareció que, por hechuras, el cuarto, hondo y bello, iba a cambiar el
signo de la corrida, pero, muy tardo, claudicante y algo probón, resultó muy
aplomado. Ferrera le buscó las cosquillas. No las tenía el toro. Ni ganas de
nada.
Luque le pegó al sexto de salida media docena de
lances buenos. Ferrera tuvo el detalle de quitar el toro del caballo en la
segunda vara, y de hacerlo con un largo capotazo por delante. En un quite de
ornato Luque se explicó en dos verónicas severas y, luego, pausado, descolgado
de hombros, fría la cabeza, manejó la situación: el toro se soltaba o no se
encelaba en serio. De uno en uno y de abajo arriba los pases con la zurda. Bien
ligada una primera tanda en redondo muy mandona. Detalles sueltos. Una
trinchera, otra. Pero ya eran las nueve de la noche.
Postdata
para los íntimos.- Habrá postre mañana. Ha salido el sol por primera
vez en toda la semana. Ya era hora.
FICHA DEL FESTEJO
Toros de Víctorino Martín.
Antonio
Ferrera, silencio en los dos.
Manuel
Escribano, saludos y vuelta.
Daniel
Luque, palmas y silencio.
Dos notables pares de Rafael Caricol al sexto.
Sábado, 14 de abril de 2018. Sevilla. 6ª de
abono. Casi lleno. 10.000 almas. Primaveral, templado. Dos horas y media de
función.
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