CARLOS RUIZ
VILLASUSO
La autoridad y el poder no son lo mismo. Uno puede
ejercer el poder sin tener autoridad. Otros pueden tener autoridad para ejercer
el poder. Otros, a través del poder pueden dominar a la autoridad, sin tenerla.
Incluso se puede tener autoridad y poder y no ejercer ni una cosa ni la otra.
En la Tauromaquia, ¿quién tiene la autoridad y quién tiene el poder? En teoría
poder y autoridad deberían estar en un equilibrio entre el torero, el ganadero,
el que organiza el espectáculo, el público y la norma que deben cumplir todos.
En teoría.
En una corrida de toros, esta teoría equilibraría
cada interés hacia el interés del espectáculo, que es el interés máximo: el del
aficionado y el del público. Pero no es así. Los toreros en figura, sobre todo
los toreros en clanes de apoderamientos, creen que pueden y deben de ostentar
el poder. El empresario, que tiene varias o muchas plazas, cree que debe de
ostentar el poder. Creen que es así. Les basta con definir la palabra “poder”
de una forma mercantil y decidir que lo tienen porque, haciendo uso de ese
“poder”, su saldo económico es positivo. Y se quedan tan anchos. Gano, luego
tengo poder.
Esta forma de creer que ostentan el poder es
alarmantemente falsa y contraria a los intereses de la propia Tauromaquia. De
hecho, la autoridad y el poder definitivo no lo tienen ellos. Porque ellos
pueden decidir un cartel, hasta la ganadería, pero nunca el toro. Porque ellos
pueden decidir si concursan o no a una plaza, pero las condiciones del concurso
pueden ser las más injustas y autoritarias para la Tauromaquia. Porque ellos
pueden quitar, poner ganaderías y toreros, pero nunca podrán poner ni el toro
que quieren ni las condiciones de contrato para explotar una plaza ni la
duración de ese contrato.
Alguien dirá que mejor. Que lo bueno es que el
taurino, ya sea figura del toreo o clan de toreros o empresarios, no decida ni
el toro ni las condiciones de explotación. Que no tengan ese poder. Y entonces
pregunto: ¿quién ha de tenerlo? Porque si la razón para que el “taurino” no
tenga ese poder es porque el “taurino” es un golfo, habrá una ama superior de
honestidad y justicia impecable que no lo sea. ¿Es así? Si así fuera, el toro
estaría protegido. Proteger al toro es que se respete “el toro” de cada plaza.
El de plaza chica, chico, el de plaza más grande, más grande, el de Sevilla que
no sea el de Pamplona. El de una portátil que no sea el de la carretera. El de
la plaza seria, será serio, y todos, a ser posible, con sus hechuras.
¿Sucede eso? No sucede que la autoridad que ejerce
el poder sobre el toro no ha sido más protectora del toro, por tanto, no ha
sido más protectora del aficionado y del público. Sucede que, cada año de forma
más alarmante, el desajuste y el maltrato del toro, por tanto el fraude contra
el toro es una evidencia. Lo es de forma categórica, creando además una
incultura taurina, un germen anti afición pues degenerar al toro de cada lugar
en función de un prurito de autoridad y poder es malversar el futuro. Un
aficionado de hoy, nuevo, le da igual eso de los encastes, le da igual lo del
toro en tipo… y le da igual porque le han desubicado.
Comienza la Feria de Sevilla. Cierren los ojos los
aficionados de tiempo y talento y piensen en el “toro de Sevilla”. Lo ven
¿verdad? Pues vamos a ver cuántas veces saldrá el toro sin hechuras, el toro
por arriba, el toro feo, el toro por abajo. Vamos a ver cuántas corridas lucen
una pareja presencia de gusto. Vamos a verlo y hablamos al final. Y quede claro
que la autoridad y el poder, en Sevilla, en cuanto al toro, está en manos de
unos pocos que no son toreros ni ganaderos. En realidad en esta España de piel
de toro está en manos de un montón de reglamentos. Y pensemos que no por haber
muchas leyes hay mejor justicia. En este caso, justicia para el toro.
PD:
Lamentablemente, este artículo debería estar firmado por los ganaderos. Los que
más callan. / Redacción APLAUSOS
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