Un
palco dadivoso reparte a discreción orejas. Una para El Fandi, en versión
profesional y capaz, otra por un José Garrido en alza y dos -una y una- para un
entregado Adame.
BARQUERITO
EN TIPO Y PESO, rematada y armónica, seria y bella
corrida de Alcurrucén. Por hondura, el primero de los seis: Castaño girón
cinqueño, protestó en el caballo como es norma del encaste, pero, fijo en el
engaño, descolgó después de banderillas y quiso bien hasta el fin. Lo
aplaudieron en el arrastre. Por estampa, plaza y hechuras, el cuarto. Un
verdadero cromo. Salinero de pinta, lucero, calcetero y coletero, ojo de
perdiz, corto de manos, muy cuajado. Lo aplaudieron al asomar. Y en el arrastre
también, porque, elástico y alegre, nobles embestidas, fue el de mejor estilo
de los seis. El más codicioso. El de tranco más largo. El más pronto.
Vinieron en este envío de Arles tres toros de las
célebres reatas de los músicos. No fueron vástagos de ellas ninguno de esos dos
toros tan distinguidos. Ni el hondo cinqueño que partió plaza ni el lindísimo
cuarto El lote de la feria. Un Deseadito y un Notario. Con el soberbio
Economista que acaba de copar en Fallas todos los premios de Valencia, este
Notario podría adscribirse a las familias monetarias o propietarias. Y hacerlas
tan célebres como las otras.
La corrida tuvo calidad, movilidad, claro son. El
temple de la sangre Núñez bien decantada. Éxito de los ganaderos, por tanto.
Atributo añadido fue la resistencia de los toros todos. Solo el quinto, un
músico -Clarinetito- de muy astifina percha y sangrado a modo en dos varas
severas, hizo amago de pararse, o de pensárselo como los toros reservones. Se
encogió un poco. Sin afligirse. El sexto -según crónica de Roland Agnell en el
portal de Aplausos- fue de áspero carácter.
Todo eso propició faenas larguísimas. Hora y media
de festejo tras el arrastre del tercero. Justamente entonces empezó a colarse
por el suelo del Anfiteatro un viento revoltoso que complicó el trabajo con el
excelente cuarto y más todavía con el quinto. Viento fresco y desapacible. Fría
la gente con El Fandi, que anduvo suelto, seguro y fácil con los dos toros del
lote mejor; cálida y entregada con José Garrido, que expuso, se templó y dibujó
los mejores momentos de la tarde, con el capote -siempre bien mecido, encajada
la figura- y con la muleta, que no le pesa; y cariñosa con el menor de los dos
hermanos Adame matadores de alternativa, Luis David, que ha sido uno de los tres
injertos de toreros jóvenes de la feria.
Aunque taurinamente educado en España, Luis David,
igual que se hermano Joselito, aporta notas de la tauromaquia mexicana
convencional y, por tanto, de punto festivo: los lances capote a la espalda
cosidos con sedicentes caleserinas, los giros de resolución en las series de
muleta, los cambios de mano, los pases cambiados intercalados. Y también un
sentido del poder, paso previo del temple, que tal vez esté en camino.
Pese a pecar de pausas dilatadísimas sin razón, y
de llenar de tiempos muertos sus dos faenas, Garrido se hizo querer por su
calma tan acoplada al torear. Con la zurda le pegó al noble segundo de corrida
dos tandas francamente buenas. Y otra en redondo de rica composición antes de
que el toro se le entregara con casi dulzura. Le dieron casi tres vueltas a un
pasodoble de tres melodías tan denso como el Martín Agüero. Música celestial
para Garrido, que apostó en los remates por el repertorio sevillano filtrado
por Morante: el kikirikí, el molinete de rodillas. Faena, con todo, muy bien
armada. A El Fandi le hicieron poco caso. Ni el regalo de la música siquiera.
Y, sin embargo, tanto la lidia, con cuyo peso corrió David, como los dos
trasteos tuvieron poso, lógica y formas. Del Adame del sexto toro cuentan los
portales cosas buenas. Del otro, del visto en el tercer toro, contó su firme
resolución, su aplomo.
FICHA DEL FESTEJO
Lunes, 2 de abril de 2018. Arles. 5ª y
última de Pascua. 3.500 almas. Encapotado, ventoso, fresco. Dos horas y
cuarenta minutos de función.
Seis toros de Alcurrucén (familia Lozano Martín).
El
Fandi, palmas y oreja tras aviso.
José
Garrido, oreja tras dos avisos y
palmas.
Luis
David Adame, una oreja en cada
toro.
Postdata
para los íntimos.- La huelga salvaje de los cheminots. Del ferrocarril.
No es la primera vez que la sufro. Pero nunca en tales términos. A mediodía me
vendieron en la propia estación un billete en el tren de Marsella a Perpignan.
Para pernoctar en Nimes porque mañana y el miércoles Arles se queda fuera del
mapa. No va a parar ni un solo tren de los poquísimos que circulan en estas
jornadas salvajes. Y pensar que Arles fue la capital de los trenes de esta
parte del país. Sus talleres, del todo desmantelados a lo largo de la última
década, eran modélicos. Aún se reconoce la colonia ferroviaria entre el puente
de Víctor Hugo y el cementerio, que es enorme. La babélica torre del LUMA, que
es o pretende ser el Guggenheim de la Provenza, se divisa desde el andén 2B de
la estación. Salí de los toros al arrastre del quinto toro para no perder el
tren de Nimes. En Nimes contraté por internet la noche en el Ibis de la Gare.
Dinero perdido. Como el del tren a Figueras, cuyo importe tal vez recupere.
Empiezo a perder la fe. Sin saberlo, un viaje de ida y de momento sin retorno.
La huelga es de dos días y pico por cada cinco. Huelga de servicios públicos: el
estigma de la Europa vieja.
Un consuelo: después de haberme despedido de La
Mamma y familia, toca volver. A comer berenjenas. Y de postre, tiramisú.
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