JAVIER
LÓPEZ
Foto: EFE
El joven torero Álvaro Lorenzo puso hoy Madrid
patas arriba con un triunfo de tres orejas y la correspondiente salida a
hombros tras aprovechar un excelente lote de El Torero, que echó una buena
corrida de toros, con uno de ellos, el sexto, premiado con la vuelta al ruedo.
La grandeza del toreo es algo incuestionable, le
pese a quien le pese. Y muchas veces emana cuando nadie se lo espera. Como hoy
en Madrid. Porque muy pocos apostaban por la tarde del Domingo de Resurrección
en el foro. Muchos pensaban que el de hoy era un cartel de relleno. Pero, ¡ay
amigo!, lo maravilloso de esto es que jamás hay que vender la piel del oso
antes de cazarlo.
Seguro que los que decidieron quedarse en casa
viendo por televisión la corrida de Sevilla ahora se estarán tirando de los
pelos. Porque se perdieron una actuación colosal del joven Álvaro Lorenzo, que
puso Madrid patas arriba con un triunfo de tres orejas.
Alguno habrá que todavía ponga en entredicho lo
abultado del triunfo del toledano. Y posiblemente no les falte razón. Pero
también fue muy meritorio todo lo que hizo, la actitud y, sobre todo, la
aptitud para aprovechar, imponerse y no verse desbordado en ningún momento con
el bravísimo sexto, de nombre "Viscoso", premiado con la vuelta al
ruedo.
Fue éste el cenit de una gran corrida de El
Torero. Con matices, pues los hubo que mansearon más de la cuenta, pero, en
general, tuvieron alto índice de toreabilidad, al menos, cuatro de los seis que
saltaron hoy al ruedo capitalino.
Más por orden de prioridades, la tarde de hoy hay
que arrancarla por el final. Por el tándem que formaron Viscoso y Lorenzo,
aunque también hay que elogiar primeramente la seda capotera de Sergio Aguilar,
que, enfundado ahora en un terno de plata, sigue demostrando que sigue siendo
un torero de oro. Él fue quien encendió la mecha de la faena al enseñarle a su
matador el ritmo y la excelsa calidad del astado.
Y Lorenzo, sin titubear, hundió el mentón en el
pecho e inició faena por estatuarios. Las primeras tandas a derechas, ligadas y
muy templadas, dejaron constancia que aquello podía ser convertirse en una obra
grande, algo que quedó ratificado cuando el toledano cogió la mano izquierda.
Qué manera de torear. Qué hondura, qué cadencia y
qué expresión. Todo muy templado y, como no podía ser de otra manera, a más. La
plaza era un manicomio de olés, y de parabienes para "Viscoso", que
no cesó de embestir por abajo, con mucho ritmo e intensidad, comiéndose la
franela de un Lorenzo que iba creciendo en convicción y firmeza.
Quizás le sobró volver otra vez sobre la diestra,
pues por ahí no había la misma comunión. Pero rápido retornó al toreo por
naturales para respiro de una parroquia totalmente entregada. Un torerísimo
final por abajo dio paso a una estocada que, a decir verdad, cayó un tanto
caída.
Pero Viscoso no iba a entregar la cuchara tan
fácilmente. Se tragó la muerte hasta el último estertor. De bravo. Un pasaje
que estimuló aún más a los tendidos, que se tiñeron de blanco en demanda de las
dos orejas. El usía no dudó, como tampoco lo hizo para sacar su pañuelo azul
que premiaba al animal con los honores póstumos de la vuelta al ruedo.
Ese fue el perfecto corolario a una tarde que ya
el propio Lorenzo había descorchado en el tercero, otro toro bueno del hierro
gaditano, al que cuajó también momentos interesantes sobre la zocata. Cierto es
que a esta faena le faltó mayor redondez para la oreja que acabó paseando. Pero
todo suma.
David Mora, que no fue capaz de cogerle el ritmo
al mansurrón pero manejable "parte plaza", anduvo más dispuesto con
el rajado y huidizo cuarto, al que robó algún muletazo extraordinario, mas
fueron "cositas" sueltas a un manso al que no llegó a sujetar.
Peor aún lo de Daniel Luque. Apático y displicente
con el noblote y mansurrón segundo; tampoco pasó de las simples apariencias con
el brutote quinto. Faltó la intensidad que se supone que hay que poner a una
faena en la primera plaza del mundo. / EFE
FICHA DEL FESTEJO
Seis toros de El Torero, bien presentados y de buen juego en general. Destacaron
el bravo tercero y, sobre todo, el extraordinario sexto, de nombre
"Viscoso", número 65, de 579 kilos, negro listón bragado meano de
capa y nacido en noviembre de 2012, premiado con la vuelta al ruedo en el
arrastre. El "rajado" cuarto y el brutote quinto, los únicos que
desentonaron.
David
Mora, de verde manzana y oro:
estocada trasera y atravesada saliendo trompicado (palmas tras aviso); y
estocada desprendida al encuentro (aviso y vuelta al ruedo tras petición
insuficiente).
Daniel
Luque, de tabaco negro y oro:
estocada que "hace guardia", pinchazo y estocada baja con derrame
(silencio); y tres pinchazos, casi entera atravesada y descabello (silencio).
Álvaro
Lorenzo, de añil y oro: estocada
baja (oreja); y estocada (dos orejas tras aviso).
En cuadrillas, Ángel Otero saludó en el primero, al que lidió de maravilla José Antonio Carretero. También destacó
la extraordinaria brega de Sergio
Aguilar al sexto, al que picó muy bien Francisco
Javier Sánchez.
La plaza registró más de un tercio de
entrada (9.919 espectadores según la empresa) en tarde entoldada y fresca.
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