El
matador toledano de 22 años da un salto de gigante tras descerrajar la Puerta
Grande de Las Ventas el Domingo de Resurrección.
GONZALO I.
BIENVENIDA
Diario EL
MUNDO de Madrid
Con 13 años soñaba con torear su primera becerra,
con 22 años ha tocado la gloria del toreo reventando Madrid. Álvaro Lorenzo era
considerado un buen torero de la nueva hornada, pero por hache o por be no se
contaba con él en la primera línea del toreo. El domingo puso el sistema patas arriba
con una rotunda actuación en la que cortó tres orejas y abrió la ansiada Puerta
Grande.
Sin alharacas, Lorenzo contesta pausadamente a las
preguntas. Quizá sin ser consciente de la que ha liado. Quizá siendo demasiado
consciente de la serenidad que debe mostrar un torero fuera del ruedo:
"Estoy viviendo el triunfo con normalidad, sin volverme loco. Estoy muy
contento pero sé que me queda mucho camino por recorrer".
Lorenzo templa su euforia con la misma
determinación que cuajó a los dos toros de la ganadería de El Torero (propiedad
de Lola Domecq). "Ha sido más de lo que había soñado pero tengo mil
objetivos más que quiero ir alcanzando", dice.
Madrid le recibió con hostilidad en 2016 en su
presentación en Las Ventas que coincidió con su despedida de novillero. La
afición le pasó la factura prematura de no haber pisado el ruedo venteño siendo
el novillero del momento. En 2017 confirmó la alternativa la tarde en la que
salió catapultado Ginés Marín.
El Domingo de Resurrección lo era todo para su
carrera: "Madrid es muy exigente, por algo es la primera plaza del mundo.
De novillero fue difícil pero estuve a punto de cortar una oreja. Después en mi
confirmación no tuve suerte, era un día clave y fue muy duro que no pasase
nada. Ahora que he sentido de verdad el toreo en Madrid me considero un
privilegiado".
La primera oreja llegó tras la faena al tercero de
la tarde. Un toro con exigencia, "de los que piden el carné de matador de
toros", como dicen los antiguos. Álvaro Lorenzo se entendió con él,
especialmente con la mano izquierda: "Era bravo y nada fácil para estar
delante. Vi que era más franco por el pitón izquierdo, decidí tirar la moneda.
Salió cara y tanto el toro como la gente se entregaron".
Pero la corrida estalló en su segundo turno,
especialmente en la faena de muleta que empezó por impresionantes estatuarios.
El toro -de nombre Viscoso fue premiado con la vuelta al ruedo- tuvo muchas
virtudes. Para el matador que tuvo en frente las principales fueron: el ritmo,
la obediencia, la prontitud, la transmisión. "Creo que lo cuajé pero no
recuerdo bien cómo fue la faena. Lo que tengo claro es la sensación que viví,
de abandono, de olvidarme del cuerpo. Sentí que toreaba con el alma y cuando
eso ocurre, Madrid vibra, te lo da todo".
Insiste en varias ocasiones en que no se acuerda
de los detalles vividos. Es joven pero cuenta con oficio ya que de novillero
ocupó los primeros puestos del escalafón apoderado por la Casa Lozano y
respaldando sus temporadas con importantes triunfos. Sin embargo, lo vivido el
domingo pasado no se parece a ningún triunfo hasta ahora conseguido por el
torero: "Jamás me había sentido tan pleno. Cuando estaba toreando me
llegué a olvidar de que estaba en Las Ventas. Estaba muy concentrado en hacer
las cosas bien pero por encima de la técnica, en sentir todo lo que
hacía".
El invierno es el momento en el que los toreros
crecen artísticamente, se cuajan. La vorágine de la temporada suele impedir ese
progreso. Lorenzo lo ha vivido en Badajoz, lejos de casa, aislado del mundo.
Encerrado con uno de sus banderilleros, visualizando las grandes tardes de
toros que continuará persiguiendo esta temporada después del lío que ha formado
en Madrid.
No hay comentarios:
Publicar un comentario