VÍCTOR
DIUSABÁ
Enrique Ponce, Andrés Roca Rey y Juan de Castilla
han salido a hombros por la puerta grande de la plaza La Santamaría, mientras
que el ganadero Juan Bernardo Caicedo fue ovacionado al cierre, en un festejo
en el que se cortaron seis orejas, dos de ellas simbólicas, tras el indulto del
sexto toro de la tarde.
Tarde de toros para la historia de La Santamaría
la segunda de abono de la temporada bogotana, la plaza registró más de tres
cuartos de entrada.
Juan de Castilla y un toro de la ganadería Juan
Bernardo Caicedo, sexto de la tarde y de nombre "Abrileño", han
puesto el listón más alto de una inolvidable tarde de toros en la Santamaría de
Bogotá, en la que, además, Enrique Ponce y Andrés Roca Rey han conseguido el
pasaporte para marcharse en andas. El ejemplar, número 850, ha recibido el
perdón y Juan de Castilla dos orejas y la salida por la puerta grande, tras una
conjunción perfecta en la que el arte y la bravura han andado de la mano por el
camino de la verdad.
Con la cabeza bien puesta frente a las exigencias
del toro, De Castilla construyó paso a paso y muletazo una obra maciza. Ambos
protagonistas crecieron con el paso de las series hasta abrir las puertas del
indulto, que el Palco concedió.
El festejo pasó por varias etapas, antes de
terminar muy arriba, en medio de la alegría y la pasión de los asistentes. Porque,
más allá de irse también a hombros, Andrés Roca Rey dejó una profunda huella en
el añejo ruedo que está a punto de llegar a los 87 años de vigencia. De hecho,
la afición bogotana se entregó al diestro peruano sin condiciones tras su faena
al quinto de la tarde de la segunda corrida de abono de la temporada taurina de
la capital colombiana. Lidia de raza en la que el torero se jugó el tipo en
cada instante, ante un enemigo que si bien eligió los adentros para moverse,
transmitió emoción. Los tendidos locos y la presidencia supo hacer eco de ellos
para conceder a ley las dos orejas
Por su parte Enrique Ponce dio tres lecciones en
sus turnos (regaló un séptimo). Primero supo esperar a que el segundo de la
tarde rompiera para traer emotividad en el capote. Luego, con el trapo rojo, el
valenciano expuso trazos de temple y poder a un toro disminuido por el castigo
en la vara. Lo mejor estaba por llegar, un espadazo de colección al que bien se
le puede atribuir la oreja concedida.
No existieron posibilidades en el manso cuarto,
que desde muy temprano se fue a vivir en los adentros. Ponce trató de dar con
una veta que no existía y sus intentos dieron siempre en esa roca que no
respondió a los cites. Pitos al toro y palmas al torero. Y en el otro, séptimo,
tuvo temple y mando para hacerse a las acometidas francas de una res con
prontitud. Oreja, tras espada que cayó desprendida.
Y antes de que la corrida entrara en la curva
ascendente del final, en el de la confirmación de alternativa Juan de Castilla
se vio firme y con categoría frente a un ejemplar de tranco para ir de largo y
calidad a la hora de meter la cara, en especial sobre el pitón derecho. Tandas
de mano baja por ese lado, más no por el izquierdo, donde el de Juan Bernardo
Caicedo no tragó. La espada frustró algo más que las palmas con que la gente
premió al nacido en Medellín.
Un enemigo corto de raza y que se pensaba mucho
antes de embestir fue el dilema a resolver por parte del peruano Andrés Roca
Rey en el tercero de la tarde. Valor y entrega del diestro de Lima. / EFE
FICHA DE LA CORRIDA
Seis toros de Juan Bernardo Caicedo, bien presentados y de juego desigual.
Indultado el sexto, de nombre "Abrileño", número 850.
Enrique
Ponce (marfil y oro): oreja y
palmas. Espadazo superior. Espadazo y dos golpes de descabello. Regaló un
séptimo en el que cortó una oreja. Espadazo.
Andrés
Roca Rey (pizarra y oro): palmas
y dos orejas. Espadazo y dos golpes de descabello. Espadazo.
Juan
de Castilla (blanco y oro):
saludo tras aviso y dos orejas simbólicas. Entera y tres golpes de descabello.
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