jueves, 25 de enero de 2018

OBISPO Y ORO: ¡Menuda joya!

FERNANDO FERNÁNDEZ ROMÁN
@FFernandezRoman
Ahí la tienen, brazos en alto, ovacionando a los que la ovacionan, que es triquiñuela de estos outsiders que nos invaden desde las barricadas de la política nueva y nuestra para que la ovación recibida no pare. Es lo que pudiera llamarse la eficacia del viceversa: tú me aplaudes y yo te aplaudo… para que me sigas aplaudiendo. Es, por supuesto, Manuela Carmena, venerable señora que comenzó yendo en Metro a la oficina (el despacho de la Alcaldía de Madrid, nada menos), y ahora ya le mola más el coche oficial. Pero no ahora, sino a los pocos días de viajar en ese cocedero suburbano del “antes de entrar, dejen salir”. Ahora se ha quitado el parche cosmético del mes de julio pasado, cuando para no armar demasiado ruido con su intención de cerrar la Escuela Taurina del Batán, ofreció un contrato a los toreros Joselito, Bote y alguno más para llegar hasta fin de año pagando la mitad, prácticamente. De los 60.000 € anuales que aportaban los regidores de anteriores Consistorios, desembolsa Carmena 32.000 €, y van que chutan. Dijeron entonces que era un detalle, un gesto, un rasgo de generosidad, un cambio de planes, de cara al futuro. Que Ahora Madrid (el partido poligámicamente político que parte el bacalao, auspiciado por la susodicha señora) cambiaba el chip con respecto a los toros; pero la mosca del escepticismo seguía tras la oreja de la suspicacia para los que hace mucho tiempo que venteamos la catadura (políticamente hablando) de la gente que nos gobierna, ahora en Madrid. Sin  más preámbulos: Carmena y Ahora Madrid, han desmontado la Escuela de Tauromaquia Marcial Lalanda, que funcionaba desde hace 41 años en ese pequeño pulmón verde de la capital del Reino, que es El Batán de la Casa de Campo.

Carmena, insisto, hizo un paripé, en el pasado mes de julio, porque, en el fondo –como nos temíamos—, el desmantelamiento taurino de El Batán ya estaba urdido por los ahoramadrileños desde que tomaron posesión de su plaza de concejal/ala: de toros, nada. El Contrato entre la Escuela Taurina y el Ayuntamiento vencía en estas fechas… y ya mismo le han dado puerta a Joselito y compañía. Misión cumplida. De toros, nada de nada. ¿Pero a quién querían engañar?

Lo lamentable es que, en aquellas fechas de supuesta recogida de velas, la edil del PSOE, Mar Espinar, declaró que “era obligación del Ayuntamiento de involucrarse en garantizar el acceso del ciudadano a la cultura”. Bella frase, vive Dios; ¿pero de verdad se creyó doña Mar que la alcaldesa lo hacía  como reconocimiento al hecho cultural de la Tauromaquia? Creo, más bien, que fue un alivio para su Grupo, a la vista de tanta incoherencia y tanta permisividad, por mor de una trágala auspiciada por el sectarismo que todavía subyace en su propio partido; un balón de oxígeno para justificar la muleta que le prestan a quienes van a acabar por ganar la liga del disparate y la copa de la incompetencia. 

Vamos a ver, señores/as socialistas: que ella solo quería quitarse de encima el incomodo movimiento taurino que podría propiciar la clausura de la Escuela, y se le ocurrió prorrogar ese Contrato, sorprendentemente, por seis meses, para después echar el candado al Batán y tirar la llave al lago de la Casa de Campo. Que de toros, nada de nada, oiga. Que Ahora Madrid se encarga ahora, (a través de esa sociedad político-económica-administrativa que se llama Madrid Destino, una  especie de UTE-pública que se supuestamente se dedica a promover el turismo y la cultura en la capital de España), de darle salida a un enclave geográfico, plácido y clorofilado, estratégicamente ubicado, en el mismo tuétano de una urbe polucionada bárbaramente. O lo que es lo mismo, un bombón para cualquier empresa de capital riesgo o similar… o un despilfarro para cualquier ocurrencia que surja de la preclara (?) mente de esta  jurista metida a alcaldesa y los muchachos y muchachas de nuevas generaciones del populismo que la acompañan en su noble tarea, como Regidora Mayor. Los que se aplauden a sí mismos, vamos.

El Batán se puede convertir el día de mañana en un taller gigantesco de cualquier cosa  que huela a demagogia, a una huerta para reinsertados o similar. Ahora Madrid puede hacer plastilina con esa tajada densa e inmensa de zona verde en la que muchos pasamos buena parte de nuestra primera juventud, yendo a ver los toros que se lidiarían la feria de San Isidro y admirando los rostros de los héroes que se enfrentarían con ellos por la tarde en la Plaza de Las Ventas. O comiendo una paella fantástica en aquél restaurante al aire libre. El aire libre, sí, que era una bendición. En esas estábamos cuando conocí a Marcial Lalanda,  tres años antes de su muerte, y por poco no llego a los toros a las siete de la tarde, de lo que me fascinó su figura y su palabra.

Ahora su nombre desaparecerá como epígrafe de la Escuela Taurina de Madrid y del recinto  donde se entrenaban, hasta hoy mismo, los chicos que quieren ser toreros, que es una aspiración tan digna, tan honesta y tan constitucional como cualquier otra en nuestro país. Ahora se tendrán que ir a Las Ventas a torear de salón y a que les hablen de toros en las salas acondicionadas al efecto, tras el respingo carmeniano del año pasado, y la reacción de la Comunidad de abrir la Escuela José Cubero Yiyo, a sus expensas (a las de la Comunidad, digo). Ahora serán las cosas muy distintas.  Ahora, Madrid (con coma de por medio) se queda sin su aula taurina más emblemática por culpa de Ahora Madrid y de su mejor adalid, Manuela Carmena. No le den más vueltas.

Aquél Batán era un mundo aparte. Un oasis en el que vivir y soñar, fuera de una sociedad contaminada por tantas cosas. Una esmeralda (joya verde) que el pueblo de Madrid tenía empeñada en ese Monte de Piedad que se llamó La Venta del Batán y que ha rescatado Carmena por que así se lo pide el cuerpo, henchido de ideología antitaurina y porque para eso es la que manda en el gobierno de El Foro ¡Menuda joya, es la mandamás del Ayun!

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