RICARDO
RUIZ DE LA SERNA Profesor en la universidad CEU San Pablo
Una vez más, la Fundación Toro de Lidia ha logrado
una victoria jurídica en defensa de la tauromaquia y el honor de los toreros.
Si hace pocas semanas se producía una sentencia que condenaba a una concejal
antitaurina a indemnizar a los familiares de Víctor Barrio, el pasado 20 de
diciembre ha habido otra resolución judicial, en este caso del Juzgado de
Primera Instancia de Sepúlveda, que homologaba el acuerdo por el que otra
antitaurina reconocía su responsabilidad por una intromisión ilegítima en el
honor del diestro de Grajera muerto en la plaza de Teruel aquel 9 de julio de
2016.
En esta ocasión, la responsable escribió en su
muro de Facebook: "Pues yo soy una que apoyo la muerte de todos los toreros y
aquellos que los defienden eso no son humanos son basura por lo cual exterminio
[...] esos no son humanos...no sé ni cómo podéis lamentaros por unos asesinos
en serie" (sic).
Después de recibir la demanda en la que se pedía
su condena como responsable de una intromisión ilegítima en el derecho al honor
del matador fallecido, se avino a admitir su responsabilidad y el daño que
había causado, a retractarse en la misma red en que insultó al diestro, a
autorizar la difusión de su retractación y a indemnizar a la madre, la esposa y
el hijo de Víctor Barrio.
Gracias a la Fundación Toro de Lidia, que asistió
a los demandantes en su pretensión, se ha reparado el daño que, una vez más, se
había causado al honor de un diestro.
No deberíamos olvidar esto. Como recordaba la
sentencia que condenó a la concejal por mancillar el honor de Víctor Barrio, un
torero ejerce una profesión legal y regulada. No es, pues, un asesino, ni es
inhumano ni tiene por qué disculparse por lo que hace. El insulto gratuito, la
celebración de su muerte o sus lesiones, el ataque a su dignidad misma de ser
humano deben tener una respuesta contundente en el marco de la ley, sin duda,
pero con todo su rigor.
Durante mucho tiempo, los profesionales de la
tauromaquia y los aficionados a ella hemos presenciado una creciente
agresividad contra la fiesta, que es patrimonio cultural español, tal como ha
recordado hace apenas un año el Tribunal Supremo. Gracias a la Fundación Toro
de Lidia la impunidad del insulto se está acabando. Se está terminando esta
costumbre de celebrar la cogida fatal, la cornada de muerte y todas las
lesiones como si los toreros fuesen culpables de algún crimen.
Conviene recordar adónde habíamos llegado para
comprender lo necesarias que son resoluciones judiciales como éstas que
mencionamos. Aquí se ha insultado a un niño de ocho años -estoy hablando de
Adrián Hinojosa- porque quería ser torero. Se ha celebrado la cogida mortal de
Iván Fandiño hace apenas siete meses. Se ha jaleado en las redes cada herida
sufrida en la plaza.
De una legítima libertad de criticar -la misma que
otros tenemos para recordar el sentido profundo de la fiesta- hemos pasado a
una espiral de insultos, humillaciones y ofensas que nadie tiene por qué
tolerar. Ya lo dijo Morante mirando una concentración de unos pocos
antitaurinos en Ronda mientras se tomaba unas patatas fritas de bolsa: "Yo
no soy ningún asesino".
La impunidad del ataque a los toreros presagia lo
peor si no reaccionamos, porque lo que está en juego no es sólo la tauromaquia
-siendo ésta importantísima- sino la libertad misma de cultivar el arte, la
cultura y, en general, de vivir en sociedad dentro de las normas que todos nos
hemos dado. Tal vez algunos piensen que no les afecta porque no son toreros, ni
ganaderos, ni empresarios ni taurinos ni nada relacionado con el mundo del
toro. Se equivocan. En la libertad de la tauromaquia nos estamos jugando la
libertad sin más, es decir, como enseñó Alonso Quijano a Sancho Panza,
"uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos".
Por eso hay que celebrar esta nueva resolución que
reconoce la intromisión ilegítima en el derecho al honor de Víctor Barrio.
Aunque usted no lo sienta, también es su derecho al honor -esa parte que le
toca como a cualquier otro ciudadano- el que sale reforzado.
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