Un
problema complejo, pero con márgenes de solución
Hace
unos días Victorino Martín ponía sobre el tapete uno de los problemas más
graves que debe afrontar la tauromaquia: la batalla por reivindicar su lugar en
los medios generalistas de información. Tan serenamente como lo plantea, llega
al fondo de la cuestión: quien no sabe hacerse visible para la sociedad, no
existe. Parece la antesala de todo un programa de trabajo, frente a una
sociedad que hemos dejado que se destaurinice. La tarea es amplísima y diversa,
pero en cada una de sus parcelas, mayor o menor, se juega el futuro. Hoy la
situación puede de ser más compleja que ayer, pero en contrapartida también se
cuenta con mayores opciones de trabajo.
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Documentación
En un interesante encuentro digital en el diario
El Mundo, el presidente de la Fundación del Toro de Lidia, Victorino Martín, ha
dado en la diana cuando ha afirmado que "el gran error del mundo taurino
ha sido no reivindicar su presencia en los medios generalistas". Y es que,
como ha dicho el propio Victorino Martín, en la sociedad actual “el que no sale
en la televisión no existe”.
A diferencia de no pocos taurinos, tiene buen
cuidado de a continuación no cargar las culpas sobre los medios. El problema mediático
de la Tauromaquia viene muy de lejos, no es precisamente cosa de ahora
mismo. Lo que ocurre es que en un mundo
cada vez más dependiente de los medios no conseguir una presencia adecuada
tiene efectos mucho más perniciosos que en el pasado.
Al hilo de estas atinadas observaciones, no
resulta marginal tener en cuenta que el dar solución a tan grave carencia como
la que denuncia el presidente de la FTL no constituye una tarea fácil. No lo ha
constituido nunca, sino que siempre ha sido la gran cuestión pendiente. De
hecho, lo sigue siendo hasta para la propia FTL.
Si se analizan las cosas con una cierta
perspectiva, se comprueba que el mundo del toro casi nunca ha acertado a la
hora de entender el fenómeno informativo. En demasiadas ocasiones, ahora como
antes, han confundido información con propaganda, bajo el señuelo de ese
sinsentido que algunos vinieron a definir como “la crónica constructiva”,
que nunca fue otra cosa que un tratar de
reducir el campo de la libre opinión; en el fondo, no ha sido otra cosa que una forma más elegante
de tratar de conseguir los mismos efectos que con la antigua política de los
sobres, hoy reconvertidos en fórmulas más sofisticadas mercantilmente pero
igualmente dañinas.
No han logrado advertir elementos muy básicos, como
que en la actualidad, por ejemplo, la información taurina tiene unos costos
demasiados altos para los medios generalistas. Mantener durante más de 80 días
a un cronista fuera del medio, con los gastos de viaje y de hotel, se pone en
un pico, que no todos pueden soportar. Y eso sin contar que, además, se trata
de una inversión que en la práctica aporta muy poco a las audiencias y resulta
ineficaz a la hora de captar publicidad convencional.
Pero antes
que ese componente económico, nada despreciable, lo que más les cuesta entender
a los taurinos es que sólo desde un periodismo verdaderamente independiente se
logran las necesarias cotas de credibilidad.
Una aproximación al mapa mediático
Siendo cierto que la información taurina ha ido
perdiendo paulatinamente espacio y opciones en los medios convencionales, no
conviene quedarse tan sólo ahí. Se hace necesario tener en cuenta que es el
propio hecho taurino el que ha perdido relevancia social, envuelto como está en
polémicas sobre su naturaleza y contenido. Es lo que todos hemos venido en
denominar la destaurinizacion de la sociedad.
Así como los medios impresos han compensado
sobradamente la disminución de sus espacios taurinos ampliando los que se
difunden en sus versiones digitales, más agudo parece el caso de los medios
audiovisuales, con la casi desaparición de la información taurina de sus
espacios informativos. Hasta ahora se contaba con un cierto amparo en el ámbito
de las televisiones y radios autonómicas, donde las dificultades económicas y
los ineludibles recortes presupuestarios
condiciona mucho, si es que no han sido suprimidos los espacios
dedicados la Tauromaquia.
Es cierto que la competencia y la agilidad que hoy
demuestran los medios exclusivamente digitales, restan bastante opciones para
ofrecer noticias nuevas y distintas. Pero eso no es privativo del toreo: en el
mundo financiero, por ejemplo, las ofertas de internet son numerosísimas, pero
eso no resta para que los medios convencionales consideran que tales contenidos
resultan indispensables. Incluso, cabría decir que unos medios espolean a los
otros para ofrecer una información nueva y distinta.
Por otro lado, con la inestabilidad del recurso a
los medios autonómicos, en el campo televisivo al final queda, mientras dure,
la apuesta del canal de pago de Movistar+, en tanto anda en el aire la oferta
de Taurocast, que en la temporada de 2017 tuvo que suspender una parte de su
oferta y para 2018 aún no ha dicho una palabra: su última entrega en las redes
sociales viene del pasado septiembre. En el sector público, la tendencia es a
la baja. Y no parece que eso vaya a cambiar.
Pero si este mismo tema lo miramos desde la óptica
del mundo taurino, no resulta aventurado considerar que, salvo algunas
excepciones puntuales, los sectores profesionales no han terminado de adaptarse
a la nueva dinámica de la Opinión Pública y de la comunicación, tan
condicionada externamente como en la actualidad se encuentra. La nueva gestión
informativa va mucho más allá de abrir un perfil en Facebook.
Puede aceptarse que hay puntuales esfuerzos
meritorios de algunas sectores individualidades. Pero la Fiesta en sí misma
considerada está carente de un instrumento específico para dar a conocer su
propia realidad, su grandeza y su futuro. Es el papel que debiera corresponder
a la FTL, el día que abandone la línea de limitarse a contar el número de
antitaurinos que van a una manifestación, para pasar a unas tareas más
ambiciosas y creativas de promoción.
Pero no cabe olvidar la realidad de las nuevas
tecnologías, el campo de trabajo que el ámbito de las redes sociales, donde
cada vez están más presente representantes del mundo taurino, aunque en menor
medida las organizaciones corporativas. Quien siga estas actividades online
comprueba fácilmente como los movimientos sociales contrarios a la Fiesta
tienen capacidad y dedicación para dar una respuesta inmediata --a veces hasta
feroz-- ante cualquier hecho o acontecimiento. Resulta paradigmático como
determinadas organizaciones sociales son capaces de ofrecer idéntico mensaje y
casi en simultáneo en todos los países de habla hispana.
Las nuevas tecnologías
Pero si buscamos una óptica positiva a la hora de
mirar hacia las nuevas posibilidades de la actual sociedad de la información,
por su propia lógica interna y sus opciones tecnológicas se trata de un ámbito
extremadamente fraccionado y disperso, con un plazo de supervivencia
relativamente bajo, entre otras cosas por razones económicas. Pero también
condicionado por algunas anomalías y/o vicios de ese propio mercado.
Sin embargo, como este fraccionamiento y
dispersión resultan insalvables --incluso puede ser ilegítimo intentarlo, en la
medida que supondría un cierto intervencionismo en actividades privadas--, se
hace necesario buscar una vía que, respetando la diversidad, al menos pueda
poner todos esos esfuerzos informativos y de opinión al servicio de la Fiesta y
al alcance del mayor número de usuarios posibles.
Se trata de una materia que ya contemplaba el
PENTAURO [capítulo 4. epígrafe D.1.], pero que no ha sido llevado a cabo por el
momento, pero cuyo texto no ofrece margen para la duda. El compromiso adquirido
por el Gobierno era y es “crear una Plataforma
digital que sirva
como base de
datos sobre la
Tauromaquia y herramienta desde la que poder actuar en las corrientes
de Opinión Pública”. Y aquel Plan proponía promover “un Banco
Multimedia de datos
históricos, técnicos, documentales
y de servicios
sobre el mundo
de los toros
que deberá desarrollarse
con un contenido
en régimen abierto
y otro restringido para profesionales”.
Con bastante realismo, los autores del Pentauro
advertían que esta iniciativa debería cimentarse sobre un acuerdo institucional
dentro de las distintas
organizaciones profesionales y
entre las propias
Administraciones Públicas.
Como las nuevas circunstancias en las que se desenvuelven
las instituciones públicas no son las más propicias, cabría preguntarse si esta
labor no podría asumirla la Fundación del Toro, que además de conocimientos aportaría independencia
frente al nuevo contexto político y social. Desde luego, se trata de una
materia muy adecuada para, además de servir para unir a su alrededor a todos
los sectores en una tarea común, llevar a cabo todo eso que va más allá de los
aspectos puramente mercantiles de la Fiesta.
El problema (irresoluble) de la
publicidad
En paralelo, puede ser la hora de estudiar con
detalle --que hay experto para ello-- otro de los lastres que la Fiesta
arrastra: la renuencia, cuando no el rechazo, de la publicidad convencional a
la hora de apoyar con sus inserciones a los medios y la actualidad taurina. Hoy
ofrece unos resultados muy bajos, casi inexistentes, si se comparan con otros
segmentos de espectáculos con gran alcance de usuarios y clientes.
Pero, a su vez, las condiciones actuales del
mercado publicitario resultan casi inasequible económicamente para que el
Sector promueva el apoyo y promoción por esta vía de las actividades taurinas.
Con los cotes que hoy tiene una campaña en toda regla, se llevaría por delante
las cuentas de explotación de las empresas. De hecho, si se analizan los
contenidos, prácticamente la totalidad de la publicidad en los medios
--taurinos y no taurinos-- podría decirse que resulta estrictamente endogámica:
todo queda dentro del Sector.
Para no
andarnos con rodeos en esta materia, hay que reconocer que lo taurino sufre un
auténtico estigma publicitario de las grandes marcas, que no lo consideran
atractivo ni eficaz, si es que no lo entienden como contraindicado para sus
intereses comerciales. Ligar la imagen de una marca con la Fiesta es como
mentarles la bicha. Especialmente se comprueba esta realidad en las dificultades que hay
que sortear para conseguir patrocinios de las actividades taurinas, incluso en
aquellas que tienen un perfil estrictamente cultural. Por darse, hasta
algunas cadenas comerciales han excluido de sus servicios hasta la venta de
entradas: ofrecen entradas para todo tipo de espectáculos, menos para los
toros.
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