viernes, 19 de enero de 2018

LA PINCELADA DEL DIRECTOR, POR JOSÉ LUIS BENLLOCH - Por la pasta muere el pez…

JOSÉ LUIS BENLLOCH
@JLBenlloch 

El toreo sigue latiendo en los despachos. A falta de arena, moqueta. El mundo empresarial anda convulso en esos tercios del viejo ruedo. Con la economía en el transfondo de todas la maniobras y de todos los males. Contra los anti se puede vencer, seguro, en realidad ya gritan menos y comienzan a pasar de moda sin haberles ofrecido gran oposición, pero contra los tendidos vacíos y las arcas depauperadas no puede nadie. Y algún enemigo lo ha detectado. Sin economía, sin negocio, no hay futuro. Ni hay antídoto que valga. Baja la calidad, la recompensa, se desmotivan los protagonistas, se invita a la injusticia y a la componenda… y llegamos a la fatalidad. Y no es una teoría, ojalá, es la cruda realidad que se aprecia ya con demasiada frecuencia. Ese es el flanco más vulnerable de la Tauromaquia en estos momentos. Si no hay negocio no habrá Fiesta. Así que, por mucho que reneguemos de los gestores, hacen falta. Los buenos, claro. Me refiero a los empresarios, a los productores, a las comisiones, también a las comisiones, si no hay economía, vuelvo a insistir, no habrá Fiesta, ni toros, ni toreros, ni vocaciones, ni, ni, ni... ni tampoco gestores eficaces, emigrarán a otros sectores en los que las condiciones sean más favorables. La profesionalidad exige recompensa. Al menos posibilidades de recompensa.

Y en ese tercio, insisto, han llegado los últimos sobresaltos. Ahí está el caso Zaragoza, ahí está el caso Vitoria, por ahí asoma El Puerto de Santa María… y tantas otras plazas que languidecen en la ruina. Los anti y sus administraciones han encontrado la vía de acoso más sibilina y seguramente la más eficaz. No prohíben pero no dejan vivir, no prohíben pero asfixian, lo hacen por ideología o simplemente por dinero, pero lo hacen y el desenlace puede ser el mismo, la fatalidad, la guasa. En ese punto, con la excusa/argumento del interés económico general de la ciudadanía, tapan las vergüenzas de una ideología autoritaria y contraria.

"Las administraciones anti han encontrado la vía de acoso más sibilina. No prohíben pero no dejan vivir, no prohíben pero asfixian, lo hacen por ideología o por dinero, pero lo hacen y el desenlace puede ser el mismo, la guasa"

Tras el pliego de la DPZ, la postura del sector anda pendiente de una reunión de ANOET que podría desembocar en una renuncia colectiva y general. Es lo que se merecen los políticos y lo que nunca hicieron los empresarios. Esta vez puede que sea posible. Por las condiciones del pliego no está muy claro cuántos empresarios podrán optar, pero no muchos, seguramente seis más alguna alianza que sume méritos. Los últimos, Simón Casas y el grupo Bailleres, podían optar pero han decidido no presentarse o eso dicen; Ramón Valencia no acostumbra y ahora menos; los Lozano no concurren últimamente y no están por este tipo de pliegos; los Chopera si no va Bailleres tampoco parece que se vayan a aventurar; otros aseguran que no irán por principios, por no participar en lo que supone un golpe al futuro de la misma Zaragoza y de otras zaragozas que puedan surgir por lo que tenga de contagio la genuina. Así que no parece utópico que esta vez haya plante, digo que no parece y digo que sería muy conveniente.

Finalmente hay otro argumento flotando en el ambiente. Aceptar pliegos así es la razón definitiva para que las figuras no admitan rebajes y no se sumen a una estrategia general de saneamiento. Si pagáis esas fortunas, si pujáis por plazas en esas condiciones de riesgo económico, por qué vais a regatear mis demandas, dirán como ya hace tiempo que vienen diciendo con mucha razón, al fin y al cabo son ellos uno de los pilares de la Fiesta y los empresarios quienes se pirraban por las plazas a cualquier precio. A propósito, por ese mismo camino de los grandes honorarios de las figuras se llega a la injusticia de tener que pagar mal o directamente no pagar a los menos favorecidos. Es un fallo multiorgánico. Un lío grande. Hace falta una reconversión. Donde no hay harina, todo es mohína.

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