En la
apertura taurina del 2018 taurino en Bogotá, brilló y se malogró un excelente
novillo, quizá el mejor de cuantos van en la temporada nacional. *** Cáqueza
quien saludó mostró pulidas maneras, Castillo discreción y Fresneda talante
bullidor. *** Aplaudido encierro.
JORGE
ARTURO DÍAZ REYES
@jadi45
Foto: EFE
Los utreros de Jerónimo Pimentel, cinco negros y
un castaño, con 400 kilos promedio, trajeron bondad y fuerza en diferente
proporción. Pero lo que a varios faltó fue fiereza y fondo. Antes de
analizarlos, digamos que dos, el cuarto y el sexto que tumbó a Cayetano Romero,
lucieron un trapío digno de la Santamaría y de cualquier plaza de primera que
se precie de tal. Según la tablilla les faltaban dos meses para los cuatro
años, pero los representaban sobrados, por cuajo y seriedad. Más el cuarto,
castaño, ojalado y acucharado, N° 211 de 440 kilos.
Aunque no fue por esos sesenta días que no fue
toro notable. Fue porque se renunció a escribir con él una gesta. Ovacionado de
salida y arrastre, despertó las ilusiones de todos por su pronta, larga y
codiciosa embestida, que fue tratada con una total falta de criterio en la
lidia. Traía el triunfo en los pitones. Un triunfo de verdad, avalado por su
presencia, y además abriendo año en la primera plaza del país. Pero no. Ni
siquiera se le puso de largo como pedía, y luego con una carioca injusta fue
acorralado contra la barrera recibiendo dura y prolongada paliza de Clovis. Aun
así, saco fuerzas, brío y clase en el quite y en banderillas. Pero a partir de
la primera tanda derecha comenzó a pagar el excesivo castigo, cayéndose y
finalmente parándose. Daba pena. La gente la tomó con el picador, y la porfía
irritó, por ser un inútil tratar de remediar lo irremediable. Damnificados
todos, ganadero, novillero y concurrencia. La ovación que acompaño el arrastre,
luego de una muerte sin brillo, sonó más a réquiem por lo que pudo haber sido y
no fue.
El negro sexto recibió el coro de ¡Toro Toro! Por
el contrario, sus repetidas acometidas fueron gastadas en una faena efectista y
deslavazada que tuvo como triste final tres pinchazos y un espadazo chalequero.
De los otros cuatro, con menor entidad y romana, fueron aplaudidos el primero y
el tercero. Pese a su disparidad y a la mansedumbre del segundo y el quinto
pasa El Paraíso.
Sebastián Cáqueza, es un novillero trabajado, en el
que la preocupación por la postura y el aseo parecen prevalecer sobre las
necesidades de la lidia y el mando. Su primera faena marcada por esos modos fue
correcta y seguramente de pelo, sino hubiese asestado dos estocadas hondas
delanteras. El saludo le consoló. Con el gran cuarto, por no ejercer autoridad
en su cuadrilla dejo ir la posibilidad de un triunfo consagratorio.
Imperdonable.
Luis Manuel Castellanos, se dio con el peor lote y
repartió suertes aisladas de diferente calidad en sus dos faenas sin llegar a
parar, mandar y ligar con limpieza.
Santiago Fresneda, el hijo de Gitanillo de América
sigue la senda de su padre, pero con menos impacto. Es evidente que le importa
más la reacción del público que su asunto con el toro. Le dio resultado por momentos,
oyendo música y oles, pero no construyó faenas y a la larga fue silenciado por
partida doble.
Volvimos a la Santamaría rodeada de custodia
policial. No hubo agresiones ni protestas. La paz y la civilización imperaron
Fue una tarde soleada y hermosa.
FICHA DE LA CORRIDA
Seis utreros de El Paraíso, disparejos y nobles. Aplaudidos en el arrastre 1º, 3º,
4º de salida y arrastre, y 6º de salida.
Sebastián
Cáqueza, saludo y silencio.
Luis
Manuel Castellanos, silencio y
silencio.
Santiago
Fresneda, silencio y silencio.
Incidencias: Saludó Carlos Rodríguez tras parear al 5º.
Sábado 20 de enero 2018. Plaza de
Santamaría. 1ª de “La Libertad”. Sol. Menos de media plaza.
No hay comentarios:
Publicar un comentario