Juan
Bautista y Ramsés bordan el toreo, cada uno a su manera. El francés malogra la
faena con la espada y el bogotano es despojado de la segunda oreja. Ginés da
una vuelta. Buena corrida de Barbero.
JORGE
ARTURO DÍAZ REYES
@jadir45
“Cocinero”, castaño, algo capirote, astifino y
cornivuelto, acudió raudo a la capa prolífica de Bautista. Dos verónicas de
rodillas, cuatro de pie, larga mirando al tendido, tres fregolinas y una flor
de serpentina. Así, bajo candente sol comenzó la corrida. Rostros felices,
plaza casi llena. Cuatro cacerinas y una revolerá le ponen el toro en suerte a
Rafa Torres. Puyazo, corto, en sitio, pero de mano pesada y barrenante que
suelta un tambaleante. Con los avivadores se lucen el de confianza y Carlos
Rodríguez.
Lo que vino luego fue una faena sorprendente por
su exquisita medida se revistieron de una estética delicada y modosa. La
Monumental hervía. Los óles eran estruendosos y entre ellos los aires sublimes
de “Capote de grana y oro” acompasaban el trance de toro y torero. Noble uno,
artista el otro. Los cartuchos, tres en serie, cambio y molinete. Nada rudo,
nada impropio, nada vulgar, todo torero y sentido. Un desplante congruente de
firma, antes de los ayudados bajos, la igualada y la desgracia de la gran obra
emborronada. Pinchazo arriba sin soltar. Otro más recibiendo. Estocada
contraria y larga y agonía cruenta. Qué pena. Inmerecido para todos. Los
premios perdidos. El arrastre aplaudido y el francés con las manos vacías,
saludando y dando dos obligadas vueltas al ruedo. Ya con el cuarto el menos
vivaz de la tarde las cosas no fueron iguales.
Ramsés cayó a merced del segundo que le punteó la
mejilla derecha. Sangrante se fajó con él, pero sin lograr más allá de las
palmas, tras la estocada honda delantera. Pero con el quinto volvió por su
credo. William Torres, el picador fue ovacionado, y él abrio con seis doblones
genuflexos, a ras y el de pecho en los medios. La verticalidad, el hieratismo,
y la sobriedad, fueron redactando con la leal acometida de “Corredor” un
discurso consonante, escrito y dibujado con la mano baja sobre la gris arena. Manizales
a todo pulmón acompañaba, el pasodoble torero también. “Currito de la Cruz”,
por más señas, bien tocado. Faena de dos pitones. Templada, ligada y enaltecida
por la casta. El estocadón a volapié fue de padre y señor mío, inmediato,
exangüe, digno. Solo eso valía la oreja. Usía la concedió, pero la
correspondiente a la faena no, se quedó con ella. Y como para mayor agravió al
matador, le dio la inexplicable vuelta al toro. Los que pagan se encresparon
contra tamaña injusticia y exigieron dos vueltas a Ramsés, que accedió con
seriedad y sin hacerse mala sangre.
Ginés Marín, marcó su tarde con largas distancias
en los embroques y el uso innecesario del pico. Con el tercero se lo perdonaron
y hasta se lo celebraron reclamando una oreja poco sustentable y negada. Con el
sexto, apretador y exigente tramitó cautelosamente la cosa, deshaciendo el
entuerto con pinchazo y espada arriba.
La corrida dio para más. Y eso que se vieron dos
faenas estupendas. La tarde fue intensa, emotiva y emocional. El palco tomó protagonismo
y el ganadero, aplaudido, aunque no conforme. —Hubiera querido más raza —me
dijo en el patio cuando se iban los de luces y tras ellos todos los demás.
FICHA DEL FESTEJO
Seis toros de Santa Bárbara, astifinos, de bonitas y moderadas hechuras, nobles.
Bautista, dos vueltas al ruedo tras petición y
silencio.
Ramsés, palmas y oreja con petición de segunda y
con dos vueltas.
Ginés
Marín, vuelta tras petición y
bronca al palco y silencio.
Incidencias: Saludó Carlos Rodríguez tras parear al primero y al cuarto.
Lunes 8 de enero 2018. Monumental de
Manizales. 2ª de feria. Sol y nubes. Más de tres cuartos de plaza.
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