-¿Si decimos
que la de 2017 ha sido una de las mejores temporadas de su carrera estaríamos
exagerando?
No, ha sido una de las temporadas más bonitas. Ha
habido otras muy buenas y a cada una la sitúo con el grado de importancia que
tienen por el momento en que se producen. Ha sido un año especial no ya por los
triunfos ni por la regularidad sino por las sensaciones que he dejado entre los
aficionados. Hay ocasiones en que puedes tener sensaciones pero no eres capaz
de transmitirlas, sin embargo la clave de este año ha sido ser capaz de dejar
huella en cada faena que he cuajado. Mantener la regularidad en ese aspecto ha
sido lo más complicado. He logrado sentir y transmitir lo que hacía, he
conseguido calar hondo en los públicos y que mis faenas no pasaran ni desapercibidas
ni quedaran en el olvido.
-¿Le ha
faltado algo a su año? ¿Se le ha quedado alguna espina?
Faltarle no, pero sí ha sobrado la muerte de Iván
Fandiño. Ha sido una de las mejores temporadas de mi vida, inolvidable diría,
pero siempre quedará marcada por esa tragedia, no se me va de la cabeza su
pérdida. Su adiós ha hecho que el año para mí no haya sido perfecto. En cuanto
al ruedo, me hubiese gustado haber triunfado en Valencia pero no hubo suerte,
quería haber dejado huella en mi tierra tal y como he hecho en casi todas las
plazas pero... este año que viene será.
-¿Se atreve
a ponerse nota?
No soy quién para hacerlo. Lo que se diga sobre
mí, mejor que lo digan otros antes que yo. No me gusta calificarme. Me quedo
con el momento en que me encuentro y trato de que se prolongue en el tiempo.
Además, a las sensaciones y a los sentimientos no se les puede poner nota.
“Mi afán de
superación está por encima de mi afición. No desconecto nunca, tengo el toreo
en la cabeza todo el tiempo. Esto es mi vida”
-Sus
temporadas no tienen solución de continuidad, de Europa a América y viceversa.
Cuando todo el mundo reduce y disminuye compromisos, usted continúa haciendo
campañas durante todo el año.
Siempre he entendido, y lo sigo entendiendo, que
el torero debe torear allá donde le contraten y donde vaya a gusto. Nunca me he
puesto un límite de corridas y nunca he definido una temporada en el mes de
marzo. No tengo una planificación hecha, la hago sobre la marcha. Estoy abierto
a ir a todas las plazas del mundo y si no voy a alguna es porque no he llegado
a un acuerdo con el empresario. Entiendo que una figura del toreo tiene que
estar en las ferias y tiene que torear porque si no torea no puede serlo. Así
lo he entendido siempre. A mí me gusta empezar la temporada en Castellón y
acabarla en Zaragoza y estar en todas las ferias, así lo siento y así veo yo el
toreo.
-¿A qué se
agarra Ponce, después de 28 temporadas, para seguir mejorando, para mantener la
misma ilusión, la misma ambición?
A ser lo que soy. Soy torero desde que me levanto
hasta que me acuesto y soy torero desde que nací. Esto es mi vida. Yo lo que
tengo es un afán de superación muy grande, trato de mejorar, de ir a más y es
algo que siempre he tenido. He tratado siempre de no estancarme y para eso tienes
que amar la Fiesta. Mi afán de superación está por encima de mi afición. A
veces me pregunto dónde puedo llegar o dónde está mi techo… ¡disfruto tanto lo
que hago! Quiero torear cada vez mejor, poner alma y sentimiento a lo que hago,
perfeccionar aspectos… todo eso no se hace de la noche a la mañana, tiene su
parte de trabajo. Yo me preocupo, vivo en torero. No desconecto nunca, siempre
tengo el toreo en la cabeza.
-¿Le cuesta
no vivir en torero?
No porque hay tiempo para todo. Yo me distribuyo y
me manejo muy bien mis tiempos aunque no le voy a negar que cuando estoy con la
familia no pegue mis muletazos al aire, de repente pego mi lancecito, eso lo
hago pero me sale innato. El maestro Manzanares me decía: “Cuando toca
divertirse, toca divertirse pero el tiempo de entrenar, es tiempo de entrenar”.
Lo decía uno al que le gustaba vivir la vida pero cuando tocaba entrenar era el
que más lo hacía del mundo.
-Estos
últimos años ha añadido recursos y registros nuevos a su ya amplia tauromaquia.
¿Cómo lo explica?
Me gusta imaginar, soñar en el campo, ahí está la
base de mis triunfos. Cuando entreno me gusta hacer cositas. Surgen de repente
pero son fruto de una búsqueda y de ahondar en el toreo. El campo es la fábrica
de sueños, donde un torero imagina y crea y ahí es donde radica gran parte del
éxito y del triunfo.
“Una figura tiene que estar en las ferias y torear. Nunca me
he puesto un límite de corridas ni definido una temporada en marzo. Me gusta empezar
en Castellón y acabar en Zaragoza. Así lo he entendido siempre”
-¿Poncinas,
palomitas… con qué más puede sorprender?
Las chivanas, en homenaje a mi pueblo, que es una
suerte citando con el envés del pico de la muleta para provocar la arrancada
del toro; la palomita es con la mano vuelta hacer un cambio de mano para luego
girar la muñeca y coger la muleta con la mano derecha; luego la bianquina, que
es un muletazo circular sin moverse en el que también cojo la muleta con la
mano cambiada para que siga el toro el circular alrededor del cuerpo. La he
hecho cinco o seis veces y ha tenido un gran impacto. No es fácil porque hay un
momento en que se le pierde la cara al toro pero es una suerte que ha surgido
también en el campo. Siempre he tratado de buscar cositas que refrescan el
repertorio poniéndoles mi sello, pero el fundamento del toreo es la manera de
interpretarlo. Mi concepto y mi forma de torear siempre han sido las mismas
pero con los años han ido ganando en quilates y adquiriendo un poso que da el
tiempo que está siendo fundamental. He llegado a un punto en el que interpreto
el toreo con el alma, siento cada muletazo y eso lo transmito arriba.
-¿Sus
faenas tienen ahora una dimensión más artística que técnica?
La técnica va unida al arte, es imposible torear
artísticamente bien sin la técnica. Aquí el que no tiene técnica está muerto y
lo demás son cuentos. Podrás torear un día bien un toro, pero para hacerlo
todos los días la técnica es fundamental. La técnica con el arte no está
reñida, no lo está. De los toreros más técnicos que he visto yo era Manzanares,
era perfecto, y ha sido de los toreros más artistas que he conocido en mi vida.
Sin la técnica es imposible torear con arte, porque para abandonarse delante
del toro hay que tener seguridad en lo que estás haciendo: deberás saber cómo
te tienes que colocar, las alturas, qué toque hay que hacer… A mí la técnica me
sale innata, ni siquiera la pienso, me sale sola porque la tengo asimilada,
pero en todo momento sé lo que estoy haciendo. Hay muchos tópicos alrededor de
la técnica. Uno puede tener mucho arte y mucha gracia bailando sevillanas pero
ahora ponte delante de un toro sin saber cómo colocarte, cómo llevar la muleta
o cómo vaciar la embestida… estás perdido por mucho arte que tengas.
LAS TRES CUMBRES
La temporada de Enrique Ponce ha sido
sobresaliente. La lista de triunfos es larga: Córdoba, Albacete, Istres,
Teruel, Ciudad Real, Almería, Linares, Palencia, Valladolid, Murcia, Salamanca,
Nimes o Zaragoza, entre otras. Sin embargo tres sobresalen por encima del resto
por la categoría de las plazas, la entidad del toro y la dimensión de las
faenas que cuajó: Madrid, Málaga y Bilbao.
-Consiguió
abrir por cuarta vez en su carrera la puerta grande de Las Ventas.
Madrid marca no solo una temporada sino la vida de
un torero. Fue una gran satisfacción triunfar de esa manera. Recuerdo que
fueron dos toros muy diferentes y con ambos di una gran dimensión y Las Ventas
lo valoró. Ha sido posiblemente la alegría más grande del año.
-¿Fue este
triunfo muy distinto a los tres que logró anteriormente en esta plaza?
Sí, ahora saboreo todo mucho más. Con la edad uno
disfruta más lo que va consiguiendo. Recuerdo que la primera puerta grande era
clave para mi carrera pero tenía veinte años, era un niño, y no valoraba
demasiado lo conseguido; algo parecido me ocurrió la segunda vez sin embargo la
tercera y, sobre todo, esta última después de tantos años sin triunfar en
Madrid tienen un peso mayor. De las cuatro es la que más he disfrutado,
teniendo todas su importancia. En este momento de mi vida valoro mucho más todo
que cuando era un crío que creía que salir a hombros de Las Ventas era algo
normal y ni siquiera tenía la madurez para saborearlo ni me paraba a pensar en
ello.
-Luego
llegó Málaga, con el espectáculo Crisol.
Ha sido una de las corridas más bonitas de mi
vida. Lo que se vivió aquel día es algo inolvidable y quedará para la historia.
Conseguí cumplir un sueño que tenía desde hace dos años en mente y salió como
esperaba. El toreo, desde ese prisma tan artístico, es maravilloso.
Posiblemente algunos no tengan la sensibilidad para captar lo que allí ocurrió,
aunque en la plaza sentí que fueron muy pocos los que no llegaron a captarlo.
Eso me alegra.
“Más purista que yo y más respeto que tengo yo por lo que
hago no lo tiene nadie. Llevo treinta años toreando y lo de Málaga no fue
ninguna chuflería”
-Hubo
muchos críticos cuando se presentó el festejo y menos después de ver el
resultado y cómo se desarrolló.
Más purista que yo y más respeto que tengo yo por
lo que hago no lo tiene nadie, no lo tiene ni un señor que se hace llamar o
pasar por purista. Llevo treinta años en esto y lo de Málaga no fue ninguna
chuflería. No es fácil organizar una corrida así: lleva muchos gastos, mucha
preparación y un quebradero de cabeza importante… no compensa los gastos que
lleva con la preparación, de hecho yo gané menos que si hubiese sido un mano a
mano convencional. También digo que no creo que sea una corrida para todos los
toreros, hay que sentir y vivir la música porque de lo contrario no vas a
transmitir nada. ¿Por qué fue un espectáculo puro? Porque se estoquearon seis
toros con el trapío acorde a una plaza de primera. Simplemente se quitaron los
pasodobles tradicionales por tres artistas y una orquesta tocando música en
directo pero el festejo se celebró con la pureza de siempre. Yo no quiero
cambiar el toreo, sólo quise innovar en el tema musical dentro de la corrida.
Poca gente lo ha criticado y seguramente quien lo hizo no estuvo ni allí.
-¿Se lo
plantea hacer de nuevo?
Me gustaría volver a hacerlo pero las empresas
también tienen que querer. Es cuestión de ver primero la plaza, se requiere de
una con una sensibilidad especial para la música. En Málaga acertamos con la
elección. Siempre que se pueda hacer con la calidad que queremos, lo haremos.
Es un espectáculo para darlo una o dos veces al año y darme ese gusto de
hacerlo.
-Y para
rematar Bilbao, donde se volvió a anunciar dos tardes. ¿De las tres puertas
grandes fue la más difícil por las condiciones del toro de Victoriano del Río?
Cogí la muleta con poca confianza, de hecho nadie
apostaba por el toro. Fue una faena en la que poco a poco fui construyendo la
embestida, depurándola y alargando los muletazos. Yo mismo me sorprendí de cómo
acabó el toro tan entregado. Ha sido una de las faenas más importantes del año.
No fue un toro extraordinario ni mucho menos, hubo que hacerlo y sacarle el
fondo que tenía.
-En Teruel
estoqueó una corrida de Adolfo Martín y en Linares una de Samuel Flores. Lo
suyo no fue un gesto sino seguir con la filosofía de toda su carrera. ¿Su
compromiso en ese sentido sigue intacto?
Todos los años trato de hacerlo, no quiero
encasillarme en una sola ganadería. Me gusta variar. Este año surgieron esas
dos corridas, son dos ganaderías consideradas duras aunque no me gusta ese
término porque, por ejemplo, las cornadas que tengo han venido por parte de
toros de sangre Domecq. Me han dado más cornadas los toros que dicen que no dan
así que lo de dura o no dura es muy relativo. Lo que no hay duda es que el
encaste Domecq es el que prima hoy en día y cuando en una feria te dan a elegir
la ganadería, la mayoría son de este origen. Hay que decir también que es el
encaste que con el tiempo más ha soportado el peso y el trapío.
“Llevamos muchos años con el toro grande, ya hasta nos hemos
acostumbrado a verlo cada tarde. Hay que buscar trapío, hechuras y seriedad
pero debemos medirnos en los kilos”
-¿Se está
lidiando un toro demasiado grande?
Llevamos muchos años con el toro grande, le diría
que ya hasta nos hemos acostumbrado a verlo todas las tardes. Las ganaderías
han hecho ese tipo de toro que es el que se demanda. Considero que donde
debemos medirnos es en los kilos, hay que buscar el trapío, que tenga hechuras
y seriedad. Hay toros con 480 kilos que transmiten una seriedad que uno con 580
no tiene. Ahí es donde los veterinarios, a la hora de reconocer una corrida,
sabiendo la plaza en la que están, deben buscar el toro más por el trapío que
por los kilos. No puede ser que en plazas de segunda quieran meter toros de
Bilbao, Madrid o Pamplona. Quiero creer que los veterinarios están más
concienciados en ese sentido. En los últimos tiempos he visto en Madrid y
Bilbao que han aprobado toros no tan mastodónticos sino toros más bien hechos.
-Este año
hemos visto también su faceta más reivindicativa. En Alicante, durante el
pregón taurino de las Hogueras, un grupo de antitaurinos le increpó y usted les
invitó a sentarse a escucharle. ¿Hay que despojarse de los complejos?
Los toreros debemos dar la cara. La mejor defensa
de la Fiesta es explicarla, contarla, hablar de toros, dar a conocer el toro
bravo, poner en valor su parte artística y darle visibilidad como el arte entre
las artes que es. El toreo hay que enseñarlo y difundirlo y los toreros tenemos
esa responsabilidad. Hay que representar y defender aquello que amamos. El
torero no lo es sólo dentro de la plaza, también lo debe ser fuera, así ha sido
siempre, pero en estos momentos se hace más necesario que nunca porque el
contexto social y los nuevos tiempos así lo demandan. / José
Ignacio Galcerá – Redaccion APLAUSOS
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