lunes, 11 de enero de 2021

El centenario del nacimiento de Rafael Ortega, la efeméride de la nueva temporada 2021

Nacido en San Fernando (Cádiz) el 4 de julio de 1921
Un poco en silencio, como siempre fue su vida, en la temporada nueva del 2021 se conmemora un aniversario importante: los 100 años del nacimiento del gran Rafael Ortega, un torero puro y macizo, que además era un verdadero as de espada. ¡Que volapiés los suyos!. Como reconocía el torero de la Isla de San Fernando: "Es la que he realizado más a gusto, la que he visto más fácil. No cabe duda de que es la más peligrosa, porque le pierdes la cara al toro. Si de verdad se quiere a un toro, la vista tiene que estar fija en el morrillo, no en los pitones".
 
A. P. C.
www.taurologia.com
 
De cuando uno andaba en esa edad indefinida en la que ya no eres niño pero tampoco adolescente, tengo un recuerdo imborrable: a la salida del Colegio de los Maristas indefectiblemente había que hacer parada en un kiosco de chucherías, estratégicamente situado por donde teníamos que pasar cientos de chiquillos cada día. Lo regentaba un hombre amable y bueno, cuyo mayor timbre de gloria era ser tío carnal nada menos que de Rafael Ortega, el torero de la Isla.
 
El centro de aquel puestecillo no eran, como pudiera parecer, las pipas, los orozuz de palito, o los antecedentes mismos del chupa-chup de hoy; no, allí todo giraba en torno a una fotografía de su sobrino, en el momento culminante de recetar un monumental volapié a un toro entrepelado de Miura.  Nunca me cansé, ni todavía hoy me canso, de admirar aquella fotografía de  Arjona, luego tan reproducida como ha sido. Y lo que más añoro es que no éramos ni uno ni dos los que allí nos parábamos, sino que éramos muchos más los chiquillos de mi edad que nos extasiábamos delante del kiosco para rendirle culto a Ortega.
 
Pues ese gran Rafael Ortega en este nuevo año de 2021 –en su 4 de julio, para ser más exacto-- habría  cumplido 100 años. Será un centenario que a lo mejor no tiene tanta repercusión como otros. Pero no por eso dejará de ser una efeméride notable de los Anales de la Tauromaquia. Un torero de la dimensión profunda y duradera del de la Isla, no nace más que muy de vez en cuando.
 
Nacido en San Fernando (Cádiz) sus antecedentes taurinos se remontan hasta a la Edad de Oro: su tío carnal Enrique Ortega Fernández “Cuco” –al que Cossío define como “en peón de brega inteligentísimo” y un  "buen banderillero"-- estuvo junto a Gallito” hasta la tarde fatal de Talavera. Su hermano Baldomero –-fallecido hace pocas fechas-- fue un gran torero de plata cuadrillas como las de Gregorio Sánchez, “Limeño” o Ruiz Miguel.
 
Se había iniciado en el toreo Ceuta, plaza en la que cumplía su servicio militar, hasta que saca a la luz todas sus posibilidades en agosto de 1947 en el ruedo de Madrid, donde visto su triunfo lo repitieron por tres veces. Y con esa fuerza llaga al escalafón superior también en la Villa y Corte el 2 de octubre de 1949 de manos de Manolo González y siendo testigo Manuel dos Santos, ante toros de Felipe Bartolomé. Rafael salió en hombros por la Puerta Grande. Pero luego las cornadas, que llegaron pronto puso obstáculos en su carrera, aunque todos los venció.
 
En su historia, una tarde marcada en oro: el 20 de abril de 1956, en la Real Maestranza de Sevilla, cuando cuajó una faena histórica al miura "Tormenta", el cuarto de la tarde, al que le cortó el rabo tras un volapié soberbio, el de la fotografía ya citada. Es una tarde histórica que tan bien revivió en estas paginas Carmen de la Mata en uno de sus grandes reportajes. Retirado inicialmente en la temporada de 1960, seis años más tarde reapareció con éxitos relevantes. Pero también en esta segunda etapa visitó varias veces la Enfermería, la más grave de todas en Barcelona en 1967.
 
Sus conceptos básicos
 
Siempre se le ha reconocido como un verdadero as de espadas. En una noche de verano, me contaba en su casa que "realizar la suerte de matar no me ha impresionado nunca. Es la que he realizado más a gusto, la que he visto más fácil. No cabe duda de que es la más peligrosa, porque le pierdes la cara al toro. Si de verdad se quiere a un toro, la vista tiene que estar fija en el morrillo, no en los pitones. Lo mismo pasa al banderillear. Cuando se ve al torero mirando a los pitones, ese va a pasar apuros para acabar con el toro".
 
Don Gregorio Corrochano contaba en una crónica un sucedido muy representativo: "Entró a matar Rafael Ortega y pinchó en hueso. "Qué lástima", dijo un vecino de localidad. "Qué suerte", repliqué yo. "Suerte por qué". "Porque le vamos a ver entrar otra vez". Cuando un matador de toros como Rafael Ortega pincha en hueso se saborea más la suerte de matar".
 
Pero  tanto se alabó su buen manejo de la espada, que  menos se hizo de su profundo toreo. Reconocía Rafael que “muchos no llegaron a fijarse en mi toreo. Siempre he pretendido ejecutar un toreo muy puro, sin trampas, ni concesiones fáciles". Pero los aficionados sí que supieron valorar su sentido del toreo y su capacidad como lidiador.
 
No podía ser de otra forma con un torero que lleva muy dentro que "el natural no es puro si no se carga la suerte. Yo lo he dado así siempre que he podido. Ahí está la pureza y el riesgo. Quizá por eso me gusta tanto el natural, por su "sencillez". Al toro que viene humillado hay que llevarlo en el natural largo y metido en la panza de la muleta hasta el remate”.
 
Y añadía: “El otro gran pase con la izquierda es el de pecho. Últimamente he leído que si esto o que si aquello, que si el hombro contrario, que si el círculo...Desde luego, si el toro describe un semicírculo mejor, porque se le lleva más tiempo toreado, pero cuidado, sin descargar la suerte. Lo verdaderamente importante aquí es cargar la suerte con el pecho, echando el peso para adelante, por eso se le llama pase de pecho”.
 
"Con la muleta hay pocos pases clásicos y puros --explicaba Ortega--, pero los verdaderamente fundamentales son los que pide el toro. Desde luego, lo primero que tiene que hacer el torero es procurar no cortarle el viaje al toro con la muleta. Como ya he dicho antes, el torero tiene que dominar siempre al toro, pero llevándolo largo; el torero que se va a la oreja del toro, para castigarlo, no torea. La embestida ha de llevarse lo más larga que se pueda, pero con naturalidad, sin la reolinas dándole vueltas al toro. Dar los pases totalmente en redondo, eso no es el toreo; eso les gusta hoy a los públicos pero a mí no: el pase debe darse, cuando más largo mejor, pero con cite y con remate, y quedándose uno colocado para ligar el siguiente".

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