FERNANDO
FERNÁNDEZ ROMÁN
@FFernandezRoman
Ya no falta nada --apenas siete semanas-- para que
se cumpla el primer aniversario de lo que podríamos llamar el ”intermitente
internado domiciliario de la población española”; una especie de secuestro “a
ratos” de la libertad, al ritmo que nos marca un forastero indeseable que bien
pudiera tener nombre de res y número grabado a fuego: COVID-19. Estaremos de
acuerdo en que hemos vivido una pesadilla… que aún sigue atormentando nuestra
duermevela, porque esto es un sinvivir. No es que, en cuestiones sanitarias de
extrema urgencia y gravedad, sigamos igual que hace casi un año, es que estamos
mucho peor. Era mentira que hubiéramos vencido al virus, pero nos hemos
acostumbrando a la mentira y la recibimos en un estado abatimiento e
impotencia. Cautivos y desarmados, así estamos los españoles, mal que nos pese.
En esta tesitura anida cómodamente la incertidumbre. ¿Hay algo más
desconcertante, desolador y penoso que la incertidumbre del hoy ante el
inminente mañana?
Nadie se engañe: la incertidumbre se ha convertido
en nuestro conviviente habitual y, por supuesto, también el de la fiesta de los
toros. Ahí la tenemos, cual lapa adherida a la roca de la costa. En España, en
Francia y en Sebastopol. Aquí, en nuestra tierra, ya están suspendidas
oficialmente las ferias taurinas de Valdemorillo, Olivenza, la Magdalena de Castellón y las Fallas de
Valencia. Solo un milagro podría rescatar algunas de ellas, pero no se trata de
invocar milagros, sino de mostrar certidumbres: estamos en manos de lo que
disponga la autoridad política --comunitaria o nacional--, previas
recomendaciones de los científicos correspondientes. Esa es la palmaria
realidad.
Así que, visto lo visto --la tenaz resistencia de
la pandemia a doblar el morro, además de los vaivenes que muestra el muy
esperado suministro de vacunas, el desbarajuste de la pauta que habrá de
dirigir la administración de inyectables, la escasez de jerinquillas, etcétera,
etcétera--, ¿quién es el guapo que se tira el rentoy de anunciar una feria
taurina sin conocer el dato fundamental, esto es, el porcentaje autorizado de
público asistente y las colaterales medidas precautorias de rigor? Seamos
serios. En estos momentos, lo importante es garantizar el declive de la dichosa
curva de contagios que se cobra el maldito virus. Si esto no mejora en unas
semanas y comienzan a estudiarse normativas que autoricen la entrada de público
a las plazas de toros de máxima categoría en un porcentaje no inferior al 50%,
--solo la apertura ya cuesta “un riñón”, y en esta cuestión no hay porcentajes
que valgan--, les aseguro que va a ser muy difícil que suene el clarín en
primavera.
En cualquier caso, la empresa Pagés (Maestranza de
Sevilla) ya tiene pergeñadas las líneas maestras de su cartelería, por si los
datos apuntados se confirman: Una corrida extraordinaria, de apertura y dos
fines largos de semana –de jueves a domingo, inclusive--, con la flor y nata de
la torería andante y las divisas más cotizadas, incluidas las tradicionales de
tinte “torista”; pero con una salvedad: No será el día 4 de abril, Domingo de
Resurrección en la liturgia cristiana, la fecha de apertura, como es
tradicional. Tal como están las cosas, parece aconsejable desplazar la “puesta
de largo” al domingo 18, con el fin de ampliar el margen de prevenciones y
vacunaciones; lo que toda la vida se ha conocido como “curarse en salud”.
La empresa ya lo tiene decidido, a falta de
consensuar el trasvase de fechas con la propiedad del inmueble (los
Maestrantes) y, lógicamente, con toreros y ganaderos. Todo apunta a que no
habrá problemas con ninguno de los interesados, puesto que será un cambio de
fechas coyuntural, en aras de proteger a quienes participan de forma activa en
este gran espectáculo. Por tanto, el domingo 18 de abril se convertirá en un
estratégico y especial Domingo de Resurrección Taurino. El cartel, ya se
conoce: Morante de la Puebla, Andrés Roca Rey y Pablo Aguado, con toros de
Victoriano del Río. Y también que Morante matará, entre otras, la corrida de
Miura. Dos argumentos que dan idea de lo atractiva que puede ser este año la
apertura de la temporada en Sevilla y, probablemente, también en España.
Supongo que esta innovación encontrará reticencias
y críticas de variada intensidad. Cuando salgan a la luz los carteles
definitivos no faltará quien se oponga a romper la tradición dominical o a
echar en falta a Fulano, Mengano y Perantano. Y tendrán razón. Siempre hay
novedades que incomodan y ausencias de
toros y toreros que no se toleran; pero no conozco una sola feria taurina, ¡del
mundo!, cuyos carteles hayan sido aceptados con general beneplácito por el
cliente. Así, pues, la empresa habrá de enfrentarse al habitual contencioso que
le incoa “la afición”... y los supuestamente damnificados.
Quien no estará anunciado, por propia voluntad, es
Alejandro Talavante. No quiere actuar con los tendidos a medio llenar. Ya
saben, el “lleno esponjoso”, que, a veces, tanto confunde. A todo esto, habrá
que hacer los equilibrios pertinentes en lo que a “distancia” se refiere para
cumplir las normas establecidas; de lo contrario, será difícil que pueda
comenzar en estos escenarios lo que ha dado en llamarse Reconstrucción de la
Tauromaquia.
Colofón: todo lo escrito pende del hilo frágil e
inconsútil de la pandemia que nos asuela, esa peste que ha obligado a suspender
hasta las Semanas Santas del país. Que Dios nos coja confesados.
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