Contaba
con 67 años y estuvo luchando durante un año contra un cáncer que se lo ha
llevado para siempre
Redacción
APLAUSOS
El empresario sevillano y ganadero de El
Parralejo, Pepe Moya, ha fallecido este lunes después de luchar durante un año
contra un cáncer. Contaba con 67 años de edad y estaba ingresado en una clínica
en Pamplona.
Empresario de éxito, en 2007 formó la ganadería de
El Parralejo, su otra gran pasión, con vacas y sementales de las ganaderías de
Jandilla y Fuente Ymbro. Sus toros pastan desde hace dos años en la finca Monte
de San Miguel, que perteneció al maestro Manolo González.
El pasado diciembre fue nombrado miembro electo de
la Academia de las Ciencias Sociales y del Medio Ambiente de Andalucía.
Desde APLAUSOS y VUELTA AL RUEDO queremos hacer llegar nuestro más
sentido pésame a famIliares y amigos del fallecido. D.E.P.
EL
PARRALEJO (I) - Pepe Moya: “Nuestra preocupación desde que hemos llegado a
Monte de San Miguel ha sido respetar su espíritu y su historia”
La
bonita historia de El Parrajelo, que inicia una nueva etapa en la legendaria
dehesa de Aracena
Diez años después El Parralejo vuelve a vestir
galas bautismales, ahora en Monte de San Miguel. Es como si se abriese un
segundo capítulo en lo que es sin duda una bonita historia de toros y
naturaleza en un momento nada fácil para el toreo. Érase una vez… así podría
comenzar por lo que tiene de onírico esta segunda parte de la aventura. Pues
eso, Érase una vez en Monte de San Miguel… Lo situamos. Seo de lo bravo,
espacio de la grandeza de toda una época recién pasada. Historia viva del toreo
contemporáneo. Andalucía, su cultura y su gente en versión serrana:
arquitectura, historia y prehistoria, gastronomía, grutas, la vieja mezquita,
la iglesia prioral, el parque natural... Cerramos el foco. El maestro Manolo
González, en el recuerdo. Los núñez y su pasito de más, en el recuerdo. Ahora
es el tiempo de Domecq, de Domecq y de Pepe Moya. Y de Concha Yoldi, claro, su
mujer, y de su hijos, también de sus nietos, que ya han comenzado a tomar notas
en el palco del ganadero. Una familia entera tras una ilusión común que les
une. ¿Abuelo qué le pongo?… Ponle pronta y brava… ¿Y de trapío qué le pongo?…
Ponle de plaza grande… La niña tiene apenas diez años y la escena muchas claves
la mar de alentadoras. Ante esa aldea global en que se ha convertido el mundo
empeñado en ponerle sordina a la tauromaquia, el futuro se gana con la
educación y el conocimiento. Abuelo ya está…
El sueño ganadero de los Moya ha crecido desde la
iniciática dehesa de El Parralejo que le daba nombre a la ganadería, hasta
Monte de San Miguel, desde Zufre a Aracena. El aficionado bien sabe el camino.
Se sale de Sevilla, dejas la autovía de la Plata en la Venta del Alto, coges la
N-433 a Portugal e inicias un cordón ganadero de primer orden, a un lado y otro
de la carretera: Casa Toril, Buenavista, El Castillo, La Zorrera, Lo Álvaro,
Juan Esteban, el propio Parralejo y así hasta llegar a Monte de San Miguel, la
gran referencia, una dehesa para soñarla. Ni pintada. Bonita y buena además de
histórica y muy vivida: Espartaco, Manzanares, Cepeda, Muñoz y los propios
González, sus anteriores y recientes propietarios, convivieron en jornadas
camperas inolvidables. Ese es el lugar de la cita en este viaje. Llegamos
puntuales. ¡Cualquiera se lo pierde!
Una familia entera tras una ilusión común que les une.
¿Abuelo qué le pongo?… Ponle pronta y brava… ¿Y de trapío qué le pongo?… Ponle
de plaza grande… La niña tiene apenas diez años y la escena, claves la mar de
alentadoras. Ante esa aldea global en que se ha convertido el mundo empeñado en
ponerle sordina a la tauromaquia, el futuro se gana con la educación y el
conocimiento
Más allá del interés periodístico tenía una
ilusión personal que me empujaba a llegar para reencontrarme con un lugar que
siempre fue para mí una referencia de amistad: Manolo, Ignacio y por encima de
todo y de todos el maestro, el más artista de los valientes -¿o era el más
valiente de los artistas?...- una personalidad entrañable que lo llenaba todo…
gente amiga que siempre me abrió sus puertas de par en par. No hubo sorpresas
en el reencuentro, no cabían dada la personalidad de los Moya. El viejo
espíritu de Monte de San Miguel y su historia se mantiene vivo y respetado como
no podía ser de otra forma.
La cita tenía como objetivo preinaugurar la nueva
plaza de tientas a la espera de celebraciones más formales. Una deferencia a
Aplausos que se agradece. Pepe Moya, Concha Yoldi, su hijo Juan, los nietos, la
niña Lourdes tomando notas y Rafael Molina, el álter ego ganadero de esta
historia, el hombre que mantiene vivo el día a día para que nadie ni nada
entorpezca ni ralentice el proyecto, esperaban al periodista y amigo que una
cosa no tiene por qué andar a la gresca con la otra, así que por esta vez
periodista y amigo muy satisfecho con lo que encontró.
A Monte de San Miguel, mil ciento setenta
hectáreas en las mismas paredes de Aracena, se entra por un carril de tierra
que rompe abruptamente con el mundo urbano en una especie de requiebro al
asfalto de la carretera nacional. Es como precipitarse en una ensoñación. Las
dos pilastras que flanqueaban la entrada, con el hierro de la silla a un lado y
el de Belmonte al otro de cuando los núñez, siguen donde siempre; la hornacina
con la virgen de Fátima a la que tanta devoción tenían los marqueses de Aracena
sigue bendiciendo la llegada de los visitantes. El desfiladero de eucaliptos
gigantes que escoltan el camino, los cercados escaparate de la entrada, los
regatos de agua viva que mejoran el otoño, el manto verde de la otoñada… son
detalles que certifican el lugar. Estamos donde estábamos.
Al llegar, tras los saludos de rigor, comenzó el
tentadero. Mejor dicho, los preliminares. En el nombre del padre, del hijo…
Padre nuestro… la misma liturgia que aquel día de la primavera de 2009 en El
Parralejo cuando conocí in situ el proyecto de Pepe Moya. Se sienten ilusiones
renovadas, tan vivas como las primeras. Plaza nueva, una joya dentro de la gran
joya que siempre fue Monte de San Miguel. Lo justo y necesario para no
desentonar a la vera del palacete que el gran Aníbal González dibujó primero y
levantó todo seguido por orden del Marqués de Aracena cuando el siglo XX se
acercaba a la mayoría de edad. Ya ha llovido. Y tanto. Esa es la otra riqueza
de Monte de San Miguel, donde llueve mucho y bien incluso cuando no llueve en
otros parajes. Basta con echar un vistazo en los cercados, que ya hace semanas
que verdean con vigor.
Pepe Moya: “Nuestra preocupación desde que hemos llegado a
Monte de San Miguel ha sido respetar su espíritu y su historia. Entendemos que
este lugar es patrimonio del mundo taurino y de Andalucía por su historia y por
los personajes que la han vivido y como tal hemos querido preservarlo todo de
la forma más fiel posible”
La integración en el paisaje de la nueva plaza es
perfecta, al punto que cuesta distinguir si las encinas más que centenarias
nacen en la misma plaza a la que dan abrigo y belleza claustral o simplemente
la escoltan. La nueva obra es un ejemplo de respeto al paisaje y a la historia.
Está situada en el lugar exacto donde siempre quiso el maestro González levantarla,
en la vaguada que se abre al pie del jardín de la casa que, con sus arriates y
alineaciones vegetales, adquiere reminiscencias nazaríes. Protegida de los
vientos y de fácil acceso, diría que invita a torear. Lujo sobrio en los
detalles y funcionalidad en las instalaciones para la que se ha aprovechado la
experiencia de su antecesora de El Parralejo. Es evidente que ahora que tanto
se lleva la negación, en Monte de San Miguel se cultiva el respeto como máxima
familiar.
“Nuestra preocupación desde que hemos llegado a
Monte de San Miguel ha sido respetar su espíritu y su historia. Entendemos que
este lugar es patrimonio del mundo taurino y de Andalucía por su historia y por
los personajes que la han vivido y los que han pasado por sus dependencias, y
como tal hemos querido preservarlo todo de la forma más fiel posible”, me
cuenta Pepe Moya en cuanto hemos llegado, a la vez que nos mostraba la
restauración de las dependencias que enfrentan al palacete, lugar que se
destinaba en otro tiempo a vivienda para los trabajadores y servicios de la
finca, es decir el almacén, las caballerizas, el taller, el lavadero, el
granero, el palomar, el gallinero y el garaje hoy reconvertido en unos
espléndidos salones en cuya chimenea, muros y repisas siguen luciendo los
hierros de los González, ahora compartiendo protagonismo con el de El
Parralejo.
EN RECUERDO DEL MAESTRO
La cabeza del toro Tacholero, que es en realidad
como se llamaba el ejemplar de Baltasar Ibán con el que se despidió del toreo
Manolo González en Barcelona, el 23 de julio de 1961, campea en lugar destacado
del salón. De aquella tarde queda la anécdota que acompañará siempre a una
decisión improvisada, o quizá no tanto, del torero del barrio de la Trinidad,
la de ponerle punto final a su carrera en los ruedos con una escenificación
cargada de suspense y discreción. Apenas nadie se había dado cuenta de que el
maestro al rematar el cuarto toro le pidió a Antonio Pavón, su célebre y
ocurrente mozo de espadas, que le quitase el añadido. Los periodistas,
sorprendidos y ante la duda de lo que había sucedido, al acabar el festejo
llamaron al hotel donde se había vestido para confirmar la noticia. Cogió el
teléfono Pavón, que dio toda clase de explicaciones a su manera -“Que ci que
ci, que s’acabó”- y cuando le preguntaron por el nombre del toro del adiós
contesto rápido -“Ruina, se llama Ruina”- y así quedó reflejado en algunos
medios que no entendieron la ironía del gitano, que se refería al futuro
profesional que se le abría con la retirada del matador, que, por cierto, nunca
llegó a correr el menor peligro por cuanto el maestro, ya alejado de los
ruedos, siguió contando con él como uno más de la familia. Otra de las
referencias al pasado que pervive en el salón es otra cabeza de toro, éste de
Manolo González, al que Paco Ojeda le cortó las orejas la célebre tarde del 12
de octubre de 1982 en Sevilla, en la que el sanluqueño estoqueó seis ejemplares
de la casa y confirmó su relanzamiento. El trapío del toro marca radical y
claramente las distancias entre el toro de aquellos tiempos y el que se exige
en la actualidad.
La cabeza del toro de la retirada del maestro Manolo González
ilustra una de las paredes del salón. Tacholero se llamaba y tiene anécdota.
Cuando algunos críticos le preguntaron por él al mozo de espadas contestó:
“Ruina, el toro se llama Ruina”, ironizando sobre su futuro y así quedó
reflejado en algunos medios. No acertó en su pesimismo
Las otras cabezas que ilustran el salón llevan el
hierro y la divisa de El Parralejo, además de haber destacado por su bravura,
así rezan las placas que les acompañan, fueron protagonistas de momentos
históricos. Camillero preside el salón, le dieron la vuelta al ruedo para
premiar su excelente juego nada menos que en Pamplona el año 2014 y queda muy a
las claras, no las tiene, que Borja Jiménez le cortó las dos orejas tras una
gran faena. Lugar destacado también para Rabanito, éste lidiado de cuatreño e
igualmente premiado con la vuelta al ruedo, en su caso en San Sebastián, en la
semana Grande de 2017, al que López Simón cortó la oreja.
Una colección de vestidos de torear, carteles
murales, auténticas joyas de las principales ferias, especialmente de Sevilla,
como la feria de 1921, feria de un entonces jovencísimo Chicuelo que se anuncia
en cinco de las seis corridas, la primera de ellas el Domingo de Resurrección,
para estoquear seis ejemplares de Urcola, completan una decoración en la que
prima la distinción y queda desterrado el abigarramiento.
Seguidamente comienza el tentadero. El primer
ensayo general a la espera de la inauguración oficial. Como queda dicho, todo
sucede bajo la liturgia tradicional de la casa. Al palco del ganadero se ha
sumado Ricardo Gallardo, que estuvo, sigue estando, en el origen de la historia
junto a Borja Domecq, las dos fuentes a las que Pepe Moya acudió para comprar
vacas y sementales cuando decidió hacerse ganadero sin que desde entonces se
hayan distanciado cuando les han pedido consejo y/o sementales.
La obra de Aníbal González
El palacete de Monte de San Miguel, de claro
estilo sevillano, fue construido a principios del siglo XX y es obra del gran
arquitecto Aníbal González, a cuyo talento se deben otros edificios y
construcciones tan referenciales como la Plaza de España de Sevilla. Con una claras
y diversas concesiones al neomudéjar, consta de dos cuerpos de edificio
distintos, la casa principal de gran vuelo y porte, y los consagrados a los
servicios que encarados acaban conformando un patio de acceso muy atractivo.
Toñete es el torero invitado de la jornada,
acompañado de su maestro Manolo Sánchez. A caballo estuvo Agustín Romero, al
que avala nada menos que el trofeo de triunfador de Madrid tras hacer la suerte
como mandan los cánones la tarde del desafío ganadero entre Rehuelga y Pallarés.
Esa ha sido la referencia que me han dado cuando tomaba las notas para hacer el
acta del acto. Dicho queda pues, el picador del desafío y bien que lo confirmó
con su buen tino y conocimiento de las labores de tienta. Y estaba,
naturalmente, el mayoral, Sergio Núñez. Un grupo de yeguas y potras de
espectacular capa perla se asomaban curiosonas a la plaza desde el encinar
inmediato, como si no acabasen de entender aquel trasiego de gentes extrañas. Y
como lo primero es lo primero, antes de nada En el nombre del padre, del hijo…
Padre nuestro… la familia e invitados en recogida reunión oraron en el centro
de la plaza como previa a dar suelta a la primera parraleja que se tienta en
Monte de San Miguel.
Colorada, gorda como un tejón, lustrosa, diría que
con pelo de primavera cuando aún andamos por diciembre, erala aunque tenga
volumen de mucho más, con el guarismo del 8, está marcada con el 691. Es hija
de Pamplonica, lo que me hace preguntar qué relación tiene con la Navarrica que
inauguró la placita de El Parralejo. Pues toda la del mundo me confirman cuando
indago, Pamplonica es a su vez hija de Navarrica, aquella vaca número dos,
negra como las moras que partió plaza en El Parralejo y, por tanto, la que
acaba de saltar a la plaza es su nieta. Navarrica ya no existe, fue una buena
vaca, que aunque no dio productos excepcionales sí dejó el buen recuerdo de dos
novillos que se lidiaron en Pamplona y Sevilla.
La vaca que inauguró la nueva plaza de tientas de Monte de
San Miguel quiso el azar que fuese hija de la Pamplonica y nieta de la
Navarrica, que fue la primera que se tentó en la anterior plaza de El
Parralejo. Fue vaca importante, que es como en la actualidad se define a los
animales que mezclan bravura y nobleza en las proporciones que evitan despistes
y aburrimiento
“Ha sido casualidad”, me asegura Rafael Molina,
“la ha metido el mayoral según su criterio y sin conocer lo sucedido en aquel
tentadero”. Un buen síntoma hay que pensar si tenemos en cuenta la trayectoria
seguida por la ganadería en este tiempo. Pamplonica ya no forma parte del hato
de vacas de la casa, que, salvo los casos más excepcionales por la bravura que
transmitan a la descendencia, se renueva apenas han cumplido los diez u once años.
La calidad que dan los tentaderos permiten esa renovación. El año pasado, me
apuntan, de ciento dos becerras tentadas se aprobaron treinta y cinco y tampoco
es cuestión tal y como están los tiempos de hacer una ganadería excesivamente
larga.
Es pronta y alegre en el caballo. Tiene mucha
vida, que en este caso quiere decir codicia y prontitud. Plantea un buen reto a
los lidiadores y de primeras se advierte que va a permitir las confianzas
justas, ni una más, ni descuido alguno hasta que asuma el poder del torero.
Agustín le da sin miramientos, nada que le amilane. Cuando desde el palco le
dicen a Toñete que la toree tengo la sensación de que la hija de la Pamplonica
no tiene asegurado su futuro dado su carácter y la mucha competencia que hay en
la casa para entrar a formar parte de la nómina de vacas madre y porque, no se
puede obviar, no acaba de mostrar ese mínimo de comodidad que se exige hoy día
en los carteles de figuras de las ferias.
-¡No se sale de la muleta!, se escucha una voz,
¡Viene pronto pero le cuesta salirse! es la matización que se añade al primer
comentario. La observación es cierta, aunque lo achaco para mis adentros a su
bravura encastada, a la movilidad que exhibe, a la codicia, a ese no se qué que
añade dificultad al toreo y hace pensar. En su favor hay que reconocerle que
embiste humillada y responde al buen gobierno que le aplican.
Ricardo Gallardo, que se sabe las reatas y las
ascendencias de memoria, achaca esa movilidad a la ascendencia núñez que ha
descubierto en la vaca: “Eso le viene del 39-Tramposo, que era hijo de un toro
de Jandilla y una vaca de Núñez, de ahí sale esa movilidad”. La información que
parece aclararlo todo sería la segunda casualidad de la mañana, en este caso
para enganchar con los antecedentes ganaderos del lugar.
El viejo espíritu de Monte de San Miguel y su historia se
mantiene vivo y respetado como no podía ser de otra forma
Todos los inconvenientes comienzan a desaparecer a
medida que la muleta de Toñete se va imponiendo. La vaca va a más, sigue humillando,
prolonga el viaje hasta allá donde le mandan y comienza el disfrute. No es que
rinda las armas pero asume el mando del torero que igualmente va a más. Toñete
rompe a sudar, la vaca respira hondo, con ese jadeo que tanto impone en los
toros cuando vas buscándole la colocación en el pitón de fuera antes de retarle
de nuevo. ¡Fu, fu, fu! que si es en invierno se convierte en dos chorros de
humo que imponen al más pintado. Es un pulso hermoso. En el tramo final de la
larga faena todos los presentes tienen claro que es vaca importante, que es
como en la actualidad se define a los animales que mezclan bravura y nobleza en
las proporciones que evitan despistes y aburrimiento. Toñete asiente y ratifica
la impresión general: “Me ha servido mucho”, lo que traducido al lenguaje de
los ciudadanos de a pie no significa otra cosa que ha tenido que tirar de
recursos y aplicarse a fondo en la victoria. En realidad lo que debe ser.
Llegado ese punto hay que bautizar a la hija de
Pamplonica y se mantiene la tradición, el nuevo nombre debe tener relación con
el nombre de la familia para que se la pueda identificar con facilidad y si
puede ser, si la imaginación da para ello, que la relacione con alguna cuestión
que le sea propia. “Ponedle Miguela”, ordena el ganadero, que se explica
rápido: “Por el nombre de la finca, ha sido la primera que hemos tentado aquí y
por San Miguel de Aralar”, se refiere al arcángel que tantas devociones
históricas despierta en Navarra. Así que como Miguela pasará a los libros de la
ganadería.
Luego el ganadero ordenó que le soltasen un toro
de corrida a Toñete. “Ahora que ya has calentado, metemos el toro”, avisó para
que no hubiese sorpresas. Para los amigos de los datos, el toro, el primero de
su género que se lidia en la plaza, es negro, se llama Reflexivo, estaba
reseñado para lidiarse en Logroño pero en una pelea fratricida se partió un
cuerno por la cepa y se quedó en el campo. Buen toro en conjunto, de los que en
plaza permite cortarle las orejas. Fue a más, se impuso al hándicap del piso de
la placita que a esas alturas de la tienta ya acusaba el estreno y dificultaba
los movimientos de todos y sacó la nobleza necesaria para dejarle un buen sabor
a Toñete, que acabó apostando a las cercanías.
Hubo más becerras, todas de nota alta. Toñete
siguió disfrutando; ganaderos e invitados cruzaban opiniones cada vez que había
ocasión para ello; el sol tibio del invierno aportaba calidez a la brega
mañanera e invitaba a despojarse de los tabardos; el grupo de yeguas perlinas,
también llamadas isabelas, seguían en el encinar atentas a todo lo que sucedía
en la plaza… Tras el tentadero llegó el momento de visitar la camada de los
toros de saca, pero ese es tema para el reportaje de la semana que viene.
Aquel tentadero
en El Parralejo y la vaca Navarrica
Hoy se hace oportuno recordar el primer reportaje,
mayo de 2009, que Aplausos hizo en El Parralejo, por las similitudes y
coincidencias que ha tenido diez años más tarde con este de Monte de San
Miguel. Arrancaba así:
La vaca es fina y de elegante hechura. Negra como
las moras negras. Tiene cuello, viveza en la mirada, los cabos finos, la piel
lustrosa -tan brillante que tornasolea con fuerza los rayos del sol de los
primeros días del verano-, no es alta de cruz pero tiene cuerpo y está bien
armada. En cuanto ha escuchado el reto del picador ha acudido pronta y se ha
empleado con fuerza y estilo al sentir el palo.
-Eso es señal de bravura, apunta alguien en el
palco. Se crece con el castigo, asienten.
La reacción de la vaca y sus hechuras ha puesto a
todos en alerta. Es la número 2, hija de la Manijera y del 34-Molinero. Buena
reata. Lolo, que es picador de toros, de los que saben montar y tiene brazo de
hierro, le hace la tienta con rigor. No la alivia ni en el cite ni en la
reunión. Le da fuerte y la hija de la Manijera no se rinde, se crece. El
encuentro se repite varias veces, siempre con la misma prontitud y la misma
codicia. La sangre mana pronta y generosa. Crece la atención en el palco. Con
esa hechura es de las que puede dar toros de plaza de primera. Ahí está el
secreto de los ganaderos grandes, en hacer toros para las plazas de primera.
La tienta a pie es cuestión del Fino, ya saben que
no hay más Fino que Juan Serrano, toda una garantía en estas tareas. Juan, que
la ha puesto en suerte con precisión y gusto, sabe que en sus manos está el
futuro de esta por ahora nueva Manijera. Y que hay interés. Desde el palco le
piden que la apriete y Juan asiente con una sonrisa.
-Vamos a verla, vamos a ver la verdad que lleva
dentro.
La muleta del maestro viaja pronto a ras de
albero. Son trazos largos y continuados. Cada vez más despaciosos pero siempre
firmes. Parece que haya un hilván entre la tela y la mirada fija de Manijera.
No sabría decirles si el conjunto era lid o danza. Quizá tenga de las dos. De
tanto en tanto parecen detenerse pero un leve aleteo de la tela, apenas
perceptible, o la voz del propio Fino invitándole a continuar, permite
recuperar de nuevo el ritmo y la complicidad.
La euforia va ganando territorio entre los
invitados. ¡Ole, ole, ole!... ¡Trescientos pases lleva!... ¡Bien Juan, bien!,
se escucha desde el palco y los burladeros. ¡Torerazo!... y Juan, que se siente
halagado y a gusto, aprieta, o, lo que es lo mismo, le baja más la mano… y la
vaca resiste e incluso le pone un punto más de calidad a sus embestidas.
-Esta puede dar toros para Madrid y para Bilbao…
insisten en la idea desde el palco. El palco, especie de gran tribunal
examinador, está ocupado por Pepe Moya, ganadero y propietario, y dos amigos y
colaboradores excepcionales, Ricardo Gallardo, ganadero de Fuente Ymbro, a cuya
divisa pertenecían los antepasados inmediatos de Manijera, y Rafael Molina,
ganadero de toda la vida, que colabora directamente en el día a día con Moya en
El Parralejo. Los tres observan y empuñan papel y lápiz. El ganadero pregunta
constantemente e intercambian opiniones.
-Me gusta escuchar a quienes considero que saben.
Necesito saber.
A esas alturas todos están convencidos de la
categoría de Manijera y proponen que la vuelvan a poner en suerte frente al
caballo de Lolo. Es un lujo o quizás un exceso. En realidad, pienso, es un
riesgo grande y hasta innecesario. La vaca lleva muchos pases en los que le ha
apretado Finito de firme y el propio Lolo le ha dado sin piedad. ¡Venga,
ponedla! Insisten desde el palco a riesgo de que una renuncia suponga alguna
sombra a las notas de Manijera. La colocan a la otra parte de la plaza, de
punta a punta. Trona retador el vozarrón de Lolo. ¡Je vaca, je!... Silencio…
¡Je vaca, je!... La vaca descubre al retador, le mira, primero displicente,
todo seguido parece pensarlo, los espectadores contienen el aliento, alguno
empieza a dudar de si han hecho bien o si se han pasado con la nueva probatura,
la vaca levanta levemente el hocico como queriendo coger aire, da un paso, se
detiene… suspense, vuelve a levantar el hocico y de pronto alumbra un galope
soberbio, primero despacioso y luego más vivo para convertirse en entrega total
en el momento de estrellarse contra el peto.
-¡No le des, no le des! Le gritan a Lolo como si
Lolo no supiese lo que ya le había dado y que la prueba estaba superada, pero
sobre todo que si le daba más la vaca se podía morir embistiendo y con lo que
cuesta dar con una vaca así... La euforia se desata entre los presentes. No hay
quien no celebre la bravura de Manijera, que desde ese momento tiene la
obligación de criar toros para Madrid.
A Manijera, tengo que decirles que como es
obligado una vez asegurada su pervivencia entre las vacas madre de la casa, le
acabaron cambiando el nombre, a partir de ese día se llamará Navarrica en
homenaje a Concha, esposa de Pepe Moya que tiene ascendencia navarra y es quien
más le anima en su aventura ganadera. Y en los libros de la casa quedó
reflejada la nota final del tribunal: 9 y 8 sobre diez, lo que significa que
han valorado más la bravura que la toreabilidad. Finito, que es quien la ha
paladeado de más cerca, asiente y matiza el veredicto:
-La vaca ha tenido mucha nobleza, lo prueba que me
ha respetado en todo momento, que cuando me ha podido coger no ha querido.
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