El toreo jamás ha tenido un componente de
competición. Ésa es una cualidad del deporte y el toreo jamás será, ni por
asomo, deporte. Pero el toreo sí es, sí ha sido y sí ha de ser, siempre, un
ejercicio donde talentos, capacidades y expresiones creativas se muestran, se
expresan de forma individual y rivalizan entre ellas ante el público. Y que
éste decida. Mucho me temo que el toreo haya perdido gran parte de ese
componente y se haya encaminado hacia otro lugar. En este año último de
pandemia y en el que viene, corremos el riesgo de hacer del toreo una exhibición
de talentos y no una rivalidad de los mismos. Un toreo de exhibición
sustituyendo a uno de exposición (exhibirse frente a exponerse), no es muy
aconsejable.
No hay artista que no rivalice con el otro en
cualquier disciplina artística. Para pintar la Sixtina, de los candidatos, se
eligió a Miguel Ángel. Los poetas de la misma generación tuvieron el trato casi
de guerra que Góngora tuvo con Quevedo. No se entiende a Mozart, por mucho
genio que fuera, sin la existencia de Antonio Salieri. Todos ellos buscaban lo
mismo: ser mejor considerados que el rival y lograr el mayor número de adeptos,
adictos, amantes entre el público y los mecenas.
‘No podemos ni usar, ni convertir, ni buscar remedio a la
escasez de festejos con otra cosa que no sea una máxima rivalidad. La máxima
exposición de cada arte individual’
Si el toreo es arte, no existe la rivalidad de
exposición creativa y de talentos y capacidades, y lo convertimos en un algo de
exhibición de los mismos. En los festejos del año pasado, los de la “Gira de la
reconstrucción” y otros, hubo más de lo primero que de lo segundo. Tenemos que
admitir algo de lo que no se habla, pero que debería preocupar al toreo: si
hemos de salir hacia el futuro exhibiendo a nuestros artistas uno a uno o
mostrando la existencia de una rivalidad que, al final, se resume en exponer
sobre el mismo ruedo a tres hombres a merced de su propio arte. Y con él, allá
donde uno se detiene, duda, o se refugie, ver si otro avanza un paso más allá.
Tenemos un atasco de hombres artistas, entre
novilleros con su alternativa congelada, toreros mal llamados “emergentes” (en
el arte nadie se sumerge o emerge, sólo surge), las figuras consagradas desde
hace tiempo y, al fin, una gran cantidad de toreros que no estarían en estas
listas de calificativos. Este año las cosas pintan en variables sobre la
escasez. Pero no podemos ni usar, ni convertir, ni buscar remedio a la escasez
de festejos con otra cosa que no sea una máxima rivalidad. La máxima exposición
de cada arte individual.
El crédito del futuro del toreo pasa, también, por
una percepción de “oportunidad” y no de “oportunismo”. Con los aforos al
cincuenta por ciento, no creo que hayan de servir los parámetros de uno por
delante, yo en el medio, yo con fulano en amparo. Son tiempos de andar desnudos
y sin cábalas. Tiempos en los que una visión de una tarde haya de ser, más que
nunca, momento de la mejor y casi única expresión de la palabra solidaridad y
generosidad en el toreo: que todos los que se lo hayan ganado, tengan la
oportunidad de rivalizar con su talento. / CARLOS RUIZ
VILLASUSO - MUNDOTORO
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