sábado, 30 de enero de 2021

EDITORIAL - El riesgo de un toreo de “exhibición”

El toreo jamás ha tenido un componente de competición. Ésa es una cualidad del deporte y el toreo jamás será, ni por asomo, deporte. Pero el toreo sí es, sí ha sido y sí ha de ser, siempre, un ejercicio donde talentos, capacidades y expresiones creativas se muestran, se expresan de forma individual y rivalizan entre ellas ante el público. Y que éste decida. Mucho me temo que el toreo haya perdido gran parte de ese componente y se haya encaminado hacia otro lugar. En este año último de pandemia y en el que viene, corremos el riesgo de hacer del toreo una exhibición de talentos y no una rivalidad de los mismos. Un toreo de exhibición sustituyendo a uno de exposición (exhibirse frente a exponerse), no es muy aconsejable.
 
No hay artista que no rivalice con el otro en cualquier disciplina artística. Para pintar la Sixtina, de los candidatos, se eligió a Miguel Ángel. Los poetas de la misma generación tuvieron el trato casi de guerra que Góngora tuvo con Quevedo. No se entiende a Mozart, por mucho genio que fuera, sin la existencia de Antonio Salieri. Todos ellos buscaban lo mismo: ser mejor considerados que el rival y lograr el mayor número de adeptos, adictos, amantes entre el público y los mecenas.
 
‘No podemos ni usar, ni convertir, ni buscar remedio a la escasez de festejos con otra cosa que no sea una máxima rivalidad. La máxima exposición de cada arte individual’
 
Si el toreo es arte, no existe la rivalidad de exposición creativa y de talentos y capacidades, y lo convertimos en un algo de exhibición de los mismos. En los festejos del año pasado, los de la “Gira de la reconstrucción” y otros, hubo más de lo primero que de lo segundo. Tenemos que admitir algo de lo que no se habla, pero que debería preocupar al toreo: si hemos de salir hacia el futuro exhibiendo a nuestros artistas uno a uno o mostrando la existencia de una rivalidad que, al final, se resume en exponer sobre el mismo ruedo a tres hombres a merced de su propio arte. Y con él, allá donde uno se detiene, duda, o se refugie, ver si otro avanza un paso más allá.
 
Tenemos un atasco de hombres artistas, entre novilleros con su alternativa congelada, toreros mal llamados “emergentes” (en el arte nadie se sumerge o emerge, sólo surge), las figuras consagradas desde hace tiempo y, al fin, una gran cantidad de toreros que no estarían en estas listas de calificativos. Este año las cosas pintan en variables sobre la escasez. Pero no podemos ni usar, ni convertir, ni buscar remedio a la escasez de festejos con otra cosa que no sea una máxima rivalidad. La máxima exposición de cada arte individual.
 
El crédito del futuro del toreo pasa, también, por una percepción de “oportunidad” y no de “oportunismo”. Con los aforos al cincuenta por ciento, no creo que hayan de servir los parámetros de uno por delante, yo en el medio, yo con fulano en amparo. Son tiempos de andar desnudos y sin cábalas. Tiempos en los que una visión de una tarde haya de ser, más que nunca, momento de la mejor y casi única expresión de la palabra solidaridad y generosidad en el toreo: que todos los que se lo hayan ganado, tengan la oportunidad de rivalizar con su talento. / CARLOS RUIZ VILLASUSO - MUNDOTORO

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