Morante
de la Puebla –con permiso del covid- pretende estoquear en Sevilla los temidos
toros de Zahariche para homenajear a Gallito, que se prodigó con ellos en las
dos plazas de la ciudad
ÁLVARO R.
DEL MORAL
@ardelmoral
Diario CORREO
DE ANDALUCÍA
Morante quiere matar la corrida de Miura en
Sevilla. Dicen que sería una manera de honrar la memoria de su admiradísimo
Joselito, calentando los rescoldos del centenario de esa trágica muerte en
Talavera que no pudo conmemorarse tal y como se había preparado en 2020 por
culpa de la pandemia. A pesar de todo, ya no queda mucho para que se eleve el
monumento de Manuel Martín Nieto en la plaza de la Macarena y, si el virus lo
permitiera, las puertas de la plaza de la Maestranza volverían a abrirse en
primavera, incluyendo el gesto del diestro cigarrero que pondría de manifiesto
el aura poderosa del coloso de Gelves. La ganadería de Miura ocupó un lugar de
relevancia en la historia taurina de Joselito, en su rivalidad con Juan
Belmonte y en las sucesivas actuaciones de ambos colosos en las dos plazas de
toros de Sevilla. Pero hay que empezar por el principio...
Joselito estoqueó una novillada de Miura en
Sevilla el mismo año de su alternativa –mano a mano con su compañero Limeño- y
escogió otro ejemplar de la misma vacada dentro del combo ganadero de la
célebre encerrona organizada para recabar fondos para la corona de oro de la
Macarena en la víspera de la Virgen de los Reyes. Pero es importante reseñar un
dato: en 1912 se llegaron a lidiar en Sevilla hasta dos corridas de toros y
cuatro novilladas picadas –una tónica común en esos años- además de ese toro
suelto, marcadas con el mítico hierro de la A con asas...
Joselito, Miura, Sevilla...y Juan
Belmonte
Hay que advertir que las trayectorias novilleriles
de Joselito y Belmonte habían partido de puntos y condicionantes muy distintos.
En realidad, sólo llegaron a alternar una vez como novilleros, mano a mano y
sin haber estado anunciados. Fue el 22 de agosto, en la antigua plaza de Cádiz,
a consecuencia de un percance de Curro Posadas que favoreció su sustitución por
el trianero, que había revolucionado el cotarro a raíz de su presentación y
posteriores repeticiones en la plaza de la Maestranza sin llegar a cruzarse aún
con su futuro rival Joselito. Los novillos de ese vis a vis, por cierto, eran
de Miura...
Una nueva época...
Joselito había tomado la alternativa el 28 de
septiembre de aquel 1912 con una corrida de Moreno Santamaría. Al año siguiente
no dudó en anunciarse con los toros del célebre y patilludo don Eduardo en su
primera Feria de Abril como torero de alternativa, la de 1913, compartiendo
cartel con su hermano Rafael y Bombita, al que se la tenía jurada. Aquella
presión precipitaría la retirada del diestro de Tomares, que se cortó la trenza
al finalizar el año. Aún hubo un segundo encierro miureño que se lidió en San
Miguel –con los Bomba y Rafael El Gallo en el cartel- y hasta dos novilladas
picadas. Pero nos interesa aún más recordar que en las riberas de aquel año, en
la plaza vieja de Madrid, se celebró la alternativa un novillero distinto
llamado Juan Belmonte... La corrida, que fue un desastre, se verificó en un
tardío y otoñal 16 de octubre en el que Machaquito –que también se cortó la
coleta pocos días después- cedió al trianero un toro de Olea. A pesar de los
platos rotos, estaba empezando una nueva época en el toreo...
Belmonte le agarra un pitón al toro
Hubo que esperar a la Feria de Abril de 1914 para
que Gallito y Belmonte se vieran las caras por primera vez en la plaza de la
Maestranza después de alternar juntos en Barcelona, Castellón y Valencia sin
saber que sus destinos habían quedado unidos. La cita de Sevilla, en casa
propia, era otra cosa. El ambiente se había calentado a raíz de la cogida de
Belmonte en Murcia, una monumental paliza que le impidió torear tres de los
compromisos que había adquirido con la empresa de Sevilla en esa primera
temporada como matador. ¿Acudiría Juan a medirse con José ante los ‘miuras’?
Era la pregunta que alimentaba los corrillos taurinos, adobada de la excelente
presentación de la corrida del Cortijo de Cuarto. Contra todo pronóstico, y
hasta la opinión de los médicos, Belmonte hizo el paseíllo aquel 21 de abril de
1914 entre Gaona y Joselito.
Pero el duelo era de dos y Juan se jugaba su
propio crédito. ¿Qué pasó después? El mexicano hizo honor a su papel de
convidado de piedra, Gallito sorteó un lote a contrapelo y Belmonte... Belmonte,
que ya ganaba a los puntos, formó la mundial con el sexto, un ejemplar berrendo
llamado ‘Rabicano’ que abonó el terreno de la conocida anécdota del atribulado
mayoral que contó a don Eduardo Miura, el de las patillas, que el joven espada
le había agarrado un pitón al toro. Dicen que el disgusto del viejo ganadero
fue antológico. Joselito, por cierto, había llevado el peso de la feria pero
Belmonte se había consagrado. Era el inicio de la Edad de Oro y una simbiosis
profesional que marcaría a fuego la historia del toreo.
Apoteosis de la Edad de Oro
Ese nuevo tiempo ya se encontraba en su apogeo en
la siguiente temporada. José y Juan volvieron a anunciarse juntos para
estoquear la corrida de Miura en la Feria de Abril de 1915 después de haber
toreado mano a mano las corridas de Santacoloma –con ambos ases a hombros- y
Gamero Cívico. Pero el 22 de abril les esperaba, una vez más, la mítica divisa
sevillana en un cartel que abría Rafael El Gallo. La competencia entre ambos
colosos ya se encontraba al rojo vivo y la rivalidad de sus respectivos
partidarios echaba chispas. José cuajó una gran feria aunque flaqueó,
precisamente, en la tarde de los miuras que volvió a resolverse a favor de
Belmonte, que fue llevado a hombros desde El Arenal a Triana...
La cosa no quedó ahí. El mismo cartel se repitió
por San Miguel, el 29 de septiembre, en vísperas de la célebre encerrona en
solitario en la que Joselito, pletórico, cortó la primera oreja de la historia
moderna de la plaza de la Maestranza a un ejemplar de Santacoloma llamado
‘Cantinero’. Pero la corrida del día anterior, de Miura, le había servido de
preparación artillera a pesar de las reticencias iniciales del público,
mosqueado por el escaso trapío de los ‘murubes’ de la primera jornada.
Joselito, cuajó de cabo a rabo a los toros ‘Galleguito’ y ‘Capachito’ y según
destaca Paco Aguado en su ‘Rey de los toreros’, entusiasmó. “Vestido de celeste
y oro, el joven maestro de Gelves dio todo un recital de dominio ante la
miurada, replicando así el éxito de Belmonte en la feria de Abril con los toros
de la misma divisa verde y encarnada”, reseña el escritor. José no dudó en
clausurar aquella temporada encerrándose en solitario con seis ‘miuras’ en la
plaza de Valencia en la tarde del 17 de octubre siendo el quinto torero –aporta
el investigador Luis Rufino Charlo- en hacerlo en la historia de la vacada.
Joselito, pletórico y triunfal, salió aquel día protegido por la policía “para
evitar los achuchones de muchos de sus entusiastas”, recogía la crónica del
periódico ‘La Mañana’.
Las cosas iban a cambiar en el albor de la
siguiente campaña. Joselito había comenzado esa temporada de 1916 arrastrando
aún la convalecencia de esa rara enfermedad estomacal que empezaba a
atormentarle. A pesar de todo se anunció en las seis corridas de la Feria de
Abril. Dos de ellas fueron sendos y decepcionantes mano a mano con Belmonte,
que también se había ajustado en la totalidad del abono. En la quinta, por fin,
llegó el fielato de los ‘miuras’ dejando la cabecera del cartel al corajudo
diestro madrileño Vicente Pastor, que fue el único que cortó oreja aquel día
después de romperse el veto el año precedente. Belmonte, por cierto, también
había logrado su primer trofeo sevillano la tarde anterior a un toro de Gamero
Cívico. Ya iban tres orejas cortadas en Sevilla aunque ese mismo año, por San
Miguel, Rafael El Gallo iba a conquistar por primera vez el doble trofeo a otro
ejemplar de Gamero Cívico. Los tiempos, definitivamente, habían cambiado.
Los últimos años y la Monumental
1917 se estrenó prácticamente –el día 24 de enero-
con la muerte del legendario criador Eduardo Miura Fernández. La vacada pasaba
a sus hijos Antonio y José Miura Hontoria, tercera generación ganadera de una
divisa que ya se había labrado su propia leyenda. Y los ‘miuras’ tampoco
faltaron el abono sevillano pero la corrida lidiada en abril quedó lejos de la
agenda de los dos ases sevillanos, resolviéndose con un mano a mano de escasa
tensión entre Gaona y Vicente Pastor. Belmonte sí aceptó el reto en septiembre,
completando el cartel El Gallo y Gaona aunque el Pasmo de Triana pegó un indisimulado
petardo y resultó herido, dejando su segundo toro para Rafael.
La Feria de Abril de 1918 se vivió ya pendiente
del estreno del inmenso coso de San Bernardo, alentado por Joselito, que
amenazaba con cercar la histórica exclusividad de la plaza de la Maestranza.
José, en cualquier caso, no renunció ese año a torear en el Baratillo ni dudó
en apuntarse a la corrida de Miura que despachó –en ausencia de Belmonte que,
recién casado, no toreó en todo el año- junto a Gaona y Fortuna. Fue un año excepcional
para José, que volvió a mostrar su superioridad profesional con esa miurada en
la que no se libró de una aparatosa cogida, afortunadamente sin demasiadas
consecuencias.
Las curvas llegarían al año siguiente, con la
Monumental convertida en territorio exclusivo de Joselito y la vieja
Maestranza, en cuartel general del belmontismo. Aquel año se celebraron dos
Ferias de Abril paralelas, solapando los festejos de uno y otro escenario. Eso
sí: en el Baratillo no faltó la habitual ración de ‘miuras’, que Belmonte
despachó con más pena que gloria en unión de Gaona y Saleri II.
La pugna entre las dos plazas, de alguna manera,
se suavizó en la temporada de 1920, la última de la vida de Joselito, colocando
ambos recintos bajo la misma batuta empresarial que turnó los espectáculos. Los
dos ases volvían a alternar juntos en Sevilla pero tampoco quedaba mucho
tiempo... Eso sí: la corrida de Miura de aquel año no se anunció en la
Maestranza sino en la Monumental, el día 23 de abril. Fue la única que se lidió
en el efímero coso de la actual avenida de Eduardo Dato y la penúltima de ambos
colosos en la ciudad, compartiendo cartel con Varelito y Sánchez Mejías en un
festejo que se resolvió sin demasiado relieve. En el palco real de aquella plaza
efímera que había soñado José estaba Victoria Eugenia de Battenberg. La reina
volvería a subir al Palco del Príncipe de la Real Maestranza para asistir a la
última tarde que compartieron ambos ases en Sevilla. Fue el 28 de abril, mano a
mano, y con toros de Guadalest a los que Joselito cortó su última oreja en la
Maestranza. Una reina, dos ases y un tiempo que se fue. Sólo les quedaban seis
paseíllos juntos antes de la tragedia de Talavera...
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