RUBEN DARÍO
VILLAFRAZ
@rubenvillafraz
El año 21 de este siglo XXI no puede ser más cabalístico,
ni con tan malos presagios. Nos encontramos en este instante en un mundo
sobreviviendo una situación excepcional como es esta pandemia de Coronavirus,
el cual, por estos días hace un año, ni se imaginaba uno que iba a condicionar
a todo un planeta, toda una sociedad actual que vive atemorizada a que el “bichito” este no nos caiga de improviso,
a uno o al núcleo familiar.
El caso es que estamos en una situación compleja. La
economía mundial se resiente al soplido o una tosecita, o de alguien estornude
cerca de uno, y solo es ejemplo ir en estos momentos a cualquier hospital, para
ver el momento en el que nos encontramos. Vaya que difícil papeleta la que nos
ha tocado vivir.
Y si nos vamos al apartado taurino, que es el que
nos toca, peor no ha podido comenzar el año con la partida terrenal de nuestro
referente más importante de lo que es y ha sido un verdadero gerente en el
mercadeo de la fiesta brava en Venezuela. Un exitoso hombre visionario, el cual
saldría en hombros por la Puerta Grande, con los máximos trofeos, como
empresario y ganadero de bravo, gerente de una lotería del calibre como lo fue
la del Táchira, visionario del ciclismo regional, gente en la calle y en
especial, hombre de palabra en todos los ámbitos que le tocó lidiar el negro
toro de la vida. Me refiero a don Hugo Domingo Molina, quien exhalaba su último
suspiro sabedor que vendrían tiempos difíciles para el toreo nacional, a los
que hay que “apretarse los machos” y
tener sentido de pertenencia, en un espectáculo al que hay que regenerar desde
todos las entrañas que le carcomen.
Así como se señala, la fiesta de los toros en nuestro
país más que nunca se encuentra en una difícil tesitura, que solo hombres y
mujeres con proyección y amor por el toreo, podrían estar reflotando. Y para
eso tienen que estar unidos más que nunca todos los estamentos que componen el
entramado taurino, sea matadores, subalternos, empresarios, ganaderos, prensa,
aficionados, políticos con sentido y atracción por el espectáculo, y en
especial, aficionados con verdadero compromiso, pues somos todos ellos, lo que
de alguna u otra manera estaremos “toreando”
los duros momentos que tocará afrontar en los próximos meses.
Empezando por el hecho del desolador ambiente taurino
que se tiene en un país donde literalmente se está sobreviviendo con lo poco que
se gana. Solo viviendo en el país un resurgir económico que se antoja poco dado
con el sistema actual que nos gobierna, donde el núcleo central del gobierno y sector
privado viven un divorcio declarado, y donde el más perjudicado ha sido el
sector empleo, a tal punto de aniquilarlo con esta inflación enfermiza que no
tiene control, haría en parte volver a los bolsillos y al aficionado y público
en general pensar en el ocio que representa ir a una plaza de toros, esas
mismas que se encuentras en las fauces de enemigos declarados de la cultura
taurina, como es el caso vivido desde poco más de 25 años hasta la fecha en plazas
como Caracas, Maracay, Valencia y Maracaibo, sin mencionar otras que han caído en
desgracia o han desaparecido como Barquisimeto, Barcelona, entre otras muchas,
sin dejar a un lado las importantes portátiles que recorrían todo el territorio
nacional sembrando afición. Esto sería lo primero y fundamental, que tomaría su
tiempo, debe de tener una seria estrategia de recuperación ante lo que implica
otras opciones de ocio, que tienen su punto de apoyo en la cobertura de los
medios de comunicación, sea televisión, prensa, radio e incluso internet. Solo así
se volvería a estar en el “candelero”
e interés de una sociedad como la que últimamente ha tocado vivir, la
venezolana en específico, ajena a todo lo que ha tenido que ver con fiesta
brava, por culpa de nosotros mismos, los taurinos, así como lo lee estimad@
amig@ pensando en la endogamia de un espectáculo que tiene que tener por
necesidad propia siembra en las generaciones más jóvenes. Sino muere de inanición
y de perdida de interés, como se han abocado muy inteligentemente organismos anti
taurinos, centrados en cercenar la raíz del futuro, cuando saben que el
presente languidece ante nuestros propios ojos.
Y languidece y muere por razones muy obvias. El que
te sientes en un tendido de una plaza con las pocas que quedan, y te presenten
un espectáculo “adulterado” en su
esencia, con toros sin el trapío ni la seriedad que impone el importe y
esfuerzo que implica una boleta a los toros en estos momentos; o el que te
manipulen desde todos los ámbitos, ya sean autoridades municipales,
comentaristas del toro, los mismos taurinos con intereses claros y para su
propio y único beneficio, la esencia de un arte único como original, donde la
verdad y transparencia debe de ser la esencia; así como la ya señalada ausencia
de transcendencia en los medios de comunicación, que cause interés o por lo
menos curiosidad a quien le llame un poco la atención lo que implica la lidia de
un animal bravo en una plaza, por un ser de condiciones o cualidades únicas en
una sociedad como la actual, donde poco se valora el hecho del riesgo a la vida
con arte… sin duda alguna estamos condenados, más pronto que tarde a
desaparecer, por autolisis e inanición, para ser más expresivos.
Pero no todo el panorama o el futuro es sombrío. Hay
mucho material con que trabajar, recursos y gente que aun amamos este espectáculo,
y del que de una u otra manera hay que aprovechar. Empezando por la juventud
que caracteriza nuestra afición, elemento que hay que recuperar; otro elemento,
el hecho de la florida historia que nos respalda, toreros, ganaderos,
empresarios, plazas y aficionados que han dejado un legado que no se puede
dejar perder, por más que tengamos muchos elementos en contra en los actuales
momentos. Para eso están las estrategias de comercialización y mercadeo que
deben de ahora en adelante imperar en el toreo y en especial el nuestro, donde
se le debe de llegar al público en general (sea taurino o no) con la unidad y
estructura de un espectáculo integro, primera tarjeta de presentación si
queremos volver aspirar lo que alguna vez nunca hemos tenido, como es el
reconocimiento de una sociedad que ve al toreo en general como algo anacrónico
y fuera de esta época. Vaya perogrullada, cuando solo es el capricho de unos
pocos que imponen gustos y formas en contra de nuestra identidad cultura,
porque aun quiera o no, el toreo forma parte de nuestro acervo cultural, como
lo son los toros coleados, las peleas de gallos, y tantas y variadas costumbres
el cual deben de respetarse, por encima del amanerado discurso animalista,
bañado de intereses comerciales por detrás.
En estos momentos de duro transitar para muchos,
con el dolor de ver como se nos están yendo a la otra vereda seres queridos, de
valiosa e incalculable trascendencia, es bueno reflexionar, ver para atrás que
se ha hecho malo, corregir, y sobre todo y muy importante, proponer soluciones
a corto, mediano y largo plazo, haciendo beligerancia donde haya que hacerla, incluso
en campos donde antes no se hacía, y no dejar que los hechos y acontecimientos
una vez que sucedan hablen por sí solos… es el camino a seguir, recuperando
tribunas donde el toreo pueda expresarse, esas que así mismo le dieron un
sitial y se ha ido cediendo ante la pasividad del sector, a la espera de lo
que haga el otro, para luego aprovecharse de su esfuerzo… eso sin duda alguna
es lo que nos tiene en el sitial que lamentablemente hemos caído.
Vivimos una situación excepcional, que solo el tiempo nos dirá sus consecuencias. Mientras tanto, viendo pasar los días, semanas, meses, es bueno recapacitar… tomar la acción es la actitud si no queremos que dentro de poco, por nuestra propia inacción, solo seamos un capítulo de una historia donde los taurinos nos dimos por perdedores, ante lo que ha supuesto un duro momento, no el único, en la historia de lo que llamamos FIESTA BRAVA.
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