En la
temporada hundida por la pandemia
Contaba
Antonio Ordoñez que tras su alternativa se encontró que no tenía ni un contrato
firmado; tuvo que esperar hasta el mes de agosto para ocupar en Santander el
lugar de un torero herido, que si no recuerdo mal era Manolo González. Como
entonces los méritos eran tenidos en cuenta, tras su triunfo del coso del
Sardinero salió con 30 contratos firmado. En 2020 a Juan Ortega la oportunidad
le llegó en un festejo casi testimonial por no dejar en blanco la feria de
Linares. Lo aprovechó y además lo confirmó en Córdoba y Jaén, hasta tal punto
que RNE le concedió su Oreja de Oro. hora en lo que se pueda en 2021 tiene la
oportunidad de encaramarse arriba, como en sus tiempos hizo Antonio Ordóñez.
Redacción
Hemos salido de un año taurino mucho más que
atípico en lo artístico y ruinoso en la económico, especialmente para los
criadores de reses de lidia. Bien puede afirmarse que ha sido una temporada
puramente testimonial, un decir “aquí estamos nosotros a pesar de los pesares”,
que al menos ha servido para evitar el cataclismo general que supondría la
desaparición total del panorama social.
Pero como la Tauromaquia es algo grande, con tan
bajísimo número de festejos los aficionados han tenido materia más que
suficiente para comentar y, sobre todo, para mantener viva sus esperanzas.
Y así, por ejemplo, tres tardes de éxito --en
Linares, Córdoba y Jaén-- han sido suficientes para que la afición fije sus
ojos en Juan Ortega, un torero que ya apuntaba cosas buenas, pero que no
acababa de romper. Que con tan corta campaña Radio Nacional de España le ha
concedido, con todo merecimiento, la “Oreja de Oro” al triunfador de la
temporada, en medio del plauso general.
Gracias a ello Juan Ortega ya se ha subido al
carro de las grandes plazas. Tiene una oportunidad de oro, sobre la importante
base de una asolerada concepción del toreo. Hasta se ha discutido si no debiera
entrar en el cartel de Domingo de Resurrección en Sevilla, que con Beneficencia
y Ronda son de los más emblemáticos; pero es poco probable: los
intereses de los taurinos son inescrutables.
Que Enrique Ponce haya quedado de líder del
escalafón ha sido un esfuerzo reconocible. Ha toreado el máximo de lo posible,
ha dado la cara cuando las demás figuras se quedaban al resguardo de su casa.
En el por si acaso, los empresarios empiezan a
apalabrar corridas y toreros. Nada más lógico que la Casa la de Misericordia
tenga ya seleccionadas las corrida de unos posibles Sanfermines; el toro que
pide la Monumental pamplonesa para abrir sus puertas no se improvisa en el
campo. Aunque eso de rematar una corrida para una plaza de primera, aunque sea
base de los cinqueños que quedan en la finca, al criador le cuesta un dinero
extra no pequeño.
Pero otro tanto cabe decir que la Casa Pagés, que
haya negociado, entre otros, con Morante, con Pablo Aguado o con Roca Rey,
entra dentro de la lógica más elemental. Si es que pueden dar toros, que
pretende dar más de una docena, cuenta ya con una base imprescindible, que en
otras circunstancias también tendrían.
Todo ello en el trasfondo de los líos que se traen
en Málaga y Albacete con los pliegos de adjudicación, gracia a los cuales se ha
sabido que ANOET, la gran patronal, existe, aunque como en otras ocasiones a
costa de empresas poco relevantes.
La novedad del año ha sido la llamada Gira
promovida desde la FTL. Ha sido entretenida, pero no rompedora. A lo mejor es
porque no estamos acostumbrado a esos “mini-festejos” de cuatro toros, que son
más del uso mexicano. Su mayor virtud, que ha llevado el toreo a plazas del
segundo y del tercer circuito, que un aspecto muy favorable para mantener viva
la llama. Y que tuvo el gesto de no ignorar a los novilleros. Pero, se mire
como se mire, eran otra cosa. Ahora solo falta la que la cosa acabe bien,
cuadren las cuentas y no haya tensiones sectoriales.
Y el futuro incierto
Pero tras este año tan complicado como fue el
2020, la nueva temporada del 2021 no se presenta con mejores augurios
iniciales. Por lo pronto ya se han caído del calendario las primeras ferias del
año, caso de Valencia o Castellón. Lo
que venga después queda pendiente de la evolución de la pandemia, que se ha
demostrado muy cambiante en números, en diagnósticos y en soluciones.
Los taurinos hacen sus números: con menos de un
50% de los foros, dar toros es muy difícil, sobre todo en las grande plazas. De
hecho, ya se considera un imposible que las cosa cambien lo suficientes como
para que en sus fechas pueda darse en Madrid por San Isidro y la Casa Pagés en
Sevilla hace algunos preparativos iniciales pero sin la certeza de se podrán
lleva a cabo. En esas circunstancias, la mayoría de las miradas se dirigen
desde ahora a septiembre y octubre. Pero
incluso en esos retrasos no dejan de contener interrogantes.
Por ejemplo, según declaraciones de Plaza 1 el
contrato de Las Ventas se ha prorrogado --con la opacidad habitual del Centro
de Asuntos Taurinos-- hasta agosto. Les liberan así de la obligación de ser
“plaza de temporada”, que es lo que daña la caja de la Empresa. ¿Y entonces
quién y cómo organiza la Feria de Otoño, que queda bastante lejos de agosto? Si
no acuden a otro de estos acuerdos opacos, será un pequeño lío.
Sin embargo, no perdamos de vista un hecho cierto:
por su caótica gestión o por la propia naturaleza del virus, siempre tendremos
encima la inestabilidad que genera esta pandemia. Predecir desde ahora si
septiembre será tiempo de toros con una cierta --solo cierta-- normalidad,
supone en riesgo que casi imposible de
asumir.
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