miércoles, 6 de enero de 2021

OPINIÓN - El toreo ante el reto de exigir y adaptarse

No hay lugar para inmovilistas ni para reaccionarios ni vale incendiar las tablas de la ley de la tauromaquia
 
JOSÉ LUIS BENLLOCH
@JLBenlloch
Redacción APLAUSOS
 
Una España de Españas, eso quiere el presidente Puig o eso al menos es lo que ha dicho estas fiestas. Qué manera de retorcer el idioma para decir sin decir, para decir que dijo y/o para decir que no dijo. Pero no es este el espacio para ese debate, analistas tiene la cuestión, solo que no me he aguantado este trincherazo de rebeldía desde la España de siempre. Así que perdó, perdón, disculpen, sorry… Tenía que hablar de toros o de no toros, que ese ha sido el sino del año que se llevan las mulillas entre pitos y asombro. ¡Qué dolor de año, qué marrajo! Mirando al futuro hay que convenir que en una España de Españas tiene que caber necesariamente la tauromaquia con todos sus derechos, que si los medimos en euros, van mucho más allá de esos sesenta y cinco mil, puro limosneo, apenas una astilla de los 1.148 millones que el Gobierno de la nación dedica a la cultura en los PGE, que es como negarse a reconocer que el toreo es cultura, que lo es porque lo evidencia la realidad histórica y hasta las leyes que tanto se esgrimen cuando interesa. Al paso de la cuestión, datos así demuestran que la leyenda de los toros subvencionados es un mantra, una cuña de la misma madera que la del “España nos roba” que con tantos réditos manejan los nacionalistas desde Cataluña, pero es lo que hay en las crisis, en la pandemia, en el desarrollismo, ahora y antes y aún así el toreo vive, malvive pero resiste.
 
Mirando al futuro hay que convenir que en una España de Españas tiene que caber necesariamente la tauromaquia con todos sus derechos, que si los medimos en euros, van mucho más allá de esos sesenta y cinco mil, puro limosneo, apenas una astilla de los 1.148 millones que el Gobierno de la nación dedica a la cultura en los PGE
 
Y ahí estamos, quiero creer que cargados de ilusiones. A la espera de que el bicho deje el paso libre y se autorice ese mínimo del cincuenta por ciento del aforo que persiguen protagonistas y autoridades, que permitirán hacer viables los festejos y que las emociones vuelvan a la plaza. Escribía recientemente que la maldita plaga del coronavirus ha servido para una toma de conciencia general sobre todos los males que asolan la Fiesta que eran/son muchos y sobre la urgencia de adaptar sus estructuras a los tiempos modernos. Cada cual con su receta, sí, pero esa conciencia existe. En eso parece que haya acuerdo. Era, es, cuestión imprescindible. O actualización o muerte. Qué remedio, la oficialidad, el ambiente, la degradación y la atonía nos pisa los talones o, dicho en taurino, nos ha hecho hilo y no quieren ni que lleguemos a las tablas. Y en esa tesitura, que no nos espante la modernidad. Esencia y valores de la tauromaquia son compatibles con este nuevo mundo hacia el que nos ha empujado el devenir de los tiempos. Los del toreo que son muchos (los valores), nos han blindado frente a las maldades y  trapisondas, incluso las del fuego amigo, y nos han traído hasta aquí; y a buen seguro servirán para acreditarnos en el ordenamiento del nuevo mundo siempre que los situemos en el entorno adecuado y los carguemos de realismo.
 
El toreo debe liberarse de intervencionismos, autogobernarse como se hace en otras disciplinas artísticas; desnudarse de viejas ataduras, abrir campo a la creatividad, a la de los artistas y también a la de los empresarios… el que valga adelante, el que se equivoque que pague
 
Así que hay que aprovechar la situación para reaccionar, instalarse, corregir y crecer. Debe liberarse de intervencionismos, autogobernarse como se hace en otras disciplinas artísticas; desnudarse de viejas ataduras, abrir campo a la creatividad, a la de los artistas y también a la de los empresarios… el que valga adelante, el que se equivoque que pague; hay que romper amarras, no parece lógico que estemos bajo normas decimonónicas (reglamentos, pliegos, costumbres, diezmos, propinas…) que a la vez todos tratan de esquivar e incumplir de tal manera que si aún tenían algún lado positivo hace tiempo que no valen, más bien perjudican.
 
No debe haber lugar para inmovilistas ni para reaccionarios de la misma forma que no vale incendiar las tablas de la ley de la tauromaquia: el respeto al toro, a la liturgia, al parar, templar y mandar, a la despaciosidad… son cuestiones intocables
 
Para alcanzar esos objetivos hace falta que tomemos nota de lo que ocurre en otras actividades empresarial y artísticamente más avanzadas y más adaptadas… Unirse para exigir e imponer nuestros derechos; abrir la mente a nuevas corrientes -¿dónde estaríamos ahora si se hubiesen salido con la suya los puristas que se oponían al peto?... es un ejemplo-; no debe haber lugar para inmovilistas ni para reaccionarios de la misma forma que no vale incendiar las tablas de la ley de la tauromaquia: el respeto al toro, a la liturgia, al parar, templar y mandar, a la despaciosidad… son cuestiones intocables, prohibido el paso a la vulgaridad, imprescindible la exigencia pero no la intolerancia, reconocimiento y mimo al gran público… Y a partir de ese punto vía libre a los protagonistas, que no tengan la excusa del no me han dejado. Y tiene que ser ahora o no será nunca.

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