La
adjudicación de las plazas de Morón o Granada delatan las primeras
movilizaciones en las trincheras del toreo en el segundo año del covid
ÁLVARO R.
DEL MORAL
@ardelmoral
Diario CORREO
DE ANDALUCÍA
La información taurina no da demasiada tregua. Si
habíamos despedido el año celebrando la Medalla de Oro al mérito en las Bellas
Artes para la Real Maestranza de Sevilla, lo estrenábamos con la mesa puesta
aún y una nueva noticia que ponía sobre el tapete de la actualidad el nombre de
José María Garzón. Su empresa, Lances de Futuro, será la encargada de gestionar
la plaza de toros de Morón en los próximos cinco años. Se trata de un plan de
alcance que va más allá de levantar la persiana, montar una corrida de
circunstancias y esperar al año siguiente si las cuentas no dan un susto. El
plan inicial abarca un lustro y pretende dar toros en septiembre, en torno a la
feria de la localidad que se celebra a mitad de mes. Pero la organización de
los hipotéticos festejos se acompañará de las actividades culturales y
promocionales que forman parte de la imagen de marca de la empresa que dirige
el emergente gestor sevillano, que refuerza así su presencia en la provincia de
Sevilla y apuntala el maltratado circuito rural, clave en la verdadera
recuperación del negocio.
Hay que recordar que la plaza de Morón fue
levantada en plena apoteosis global del ladrillo y en medio de la efímera
gloria particular de Manolo Morilla, que había vivido su propia apoteosis personal
como apoderado de Jesulín de Ubrique hasta su traumática ruptura. Degenerando,
como el banderillero de Belmonte, acabó convirtiéndose en alcalde de su pueblo.
Y en medio de esa ola se levantó la plaza de Morón sin ahorrar en gastos. En la
inauguración oficial, el 19 de marzo de 2001, no faltó el mismísimo Manuel
Benítez ‘El Cordobés’ abriéndole cartel a Ponce y El Juli. Los tres,
lógicamente, tenían veinte años menos. Nosotros también. En los primerísimos
años se montaron carteles de alta gama sin que el gran público, ay, terminara
de hacer suyo ese embudo de hormigón en el que Morilla hacía su entrada a golpe
de pasodoble y megafonía.
Apoteosis y decadencia de la plaza
La cosa, en definitiva, acabó languideciendo hasta
el punto de quedar clausurada taurinamente el 21 de septiembre de 2008 con un
cartel para salir del paso. Las fechas no son casuales: 2001 era la cúspide; el
vino y rosas de ese neodesarrollismo hortera que acabó sepultado en el propio
hormigón con el que había regado el paisaje de la piel de toro. En 2007 se
alcanzó la cima y llegó el desplome económico que tanto afectó al toro. Fue un
crack crudo, inapelable, rotundo... Y la plaza de Morón –símbolo material de
los que estaba pasando en España y en el toreo- quedó en barbecho hasta 2016.
Antonio Sanz, un empresario de las orillas, reabrió la plaza sin complicarse
demasiado, tirando del rentable cartel mediático del Cordobés Díaz, Rivera y El
Fandi.
Al año siguiente se formó la mundial: Manuel Díaz
alternaba por primera vez con su hermano de padre, Julio Benítez, en un inédito
mano a mano que llenó la plaza hasta los topes... Aquel rentable binomio
familiar quedaría truncado por el gravísimo accidente de Julio y las severas
lesiones de cadera de Manuel. Mientras tanto, la estrella de Antonio Sanz
también se había apagado, dejando el campo libre a Carmelo García, que el 24 de
marzo de 2019 organizó la vuelta puntual de Jesulín de Ubrique –su antiguo jefe
de filas- en un festejo que acabaría entrando en la historia por el indulto de
‘Toledano’, un excelente ejemplar de El Torero que sirvió para certificar que
Pablo Aguado estaba preparado para el asalto a la cumbre. Carmelo, por cierto,
había organizado este mismo mes de marzo una corrida de toros. Fue uno de los
primeros festejos en caer cuando la pandemia ya era una certeza irremediable...
La plaza, en definitiva, ya está bajo la batuta de
José María Garzón. En sus manos está encontrarle un definitivo lugar en el
mundo. Y hablando de Garzón: el sevillano también optaba a renovar la gerencia
de Monumental de Frascuelo, el imponente e histórico coso de la capital
granadina. Pero el gato lo ha llevado al agua otro antiguo inquilino que habrá
removido Roma con Santiago para ponerse al timón. Hablamos, nada más y nada
menos, que de los hermanos Toño y Jorge Matilla –fontaneros de casi todos los
entresijos del toreo- que se han impuesto al resto de las ofertas presentadas.
¿Hay una guerra soterrada en los cuartos de banderas de este singular planeta
de los toros? Todo podría ser...
De las medallas de las Bellas Artes
Ya lo hemos dicho: la concesión de la Medalla de
Oro al mérito en las Bellas Artes a la Real Maestranza de Sevilla fue una de
las mejores noticias del fin de año. El 350 aniversario del instituto del
cuerpo nobiliario era una fecha más que redonda para materializar este
reconocimiento que se ha sumado a otras distinciones recientes como la Medalla
de Oro de Andalucía.
No hace falta subrayar demasiado el impresionante
radio de acción que el cuerpo de caballeros maestrantes extiende en torno a la
beneficencia, el mecenazgo artístico y cultural, el compromiso social y –cómo
no- el apoyo a la Tauromaquia y el arte ecuestre que pertenece a sus propios
genes. La Maestranza, propietaria de la plaza de toros más bella del mundo, no
ha tenido suerte con la celebración de su aniversario pero las cosas han tenido
un excepcional inicio y clausura. Todo empezó con la presencia del rey Felipe
VI, su Hermano Mayor, y se cierra con la concesión de esta medalla de las
Bellas Artes que no puede tener mejores destinatarios.
Comienzan los movimientos de trastienda
La noticia, en cualquier caso, nos lleva a
recordar que el reconocimiento del mundo taurino por parte de las autoridades
culturales –aunque no sea el caso específico de la Maestranza- es relativamente
reciente. La lista la abrió Antonio Ordóñez en 1996. Pero aquella distinción
llegó un poco tarde. Libres de complejos, los franceses ya habían concedido un
año antes al genial rondeño la más preciada condecoración de la república: la
Legión de Honor.
Algunos años y medallas después llegó el
escándalo. La concesión de la preciada presea a Francisco Rivera Ordóñez, nieto
del maestro, ocasionó un cisma con Morante primero, y la polémica devolución de
las medallas de Paco Camino y José Tomás después. Ambos se dejaron llevar por
los manejos de cierto personaje que ya está difunto pero la pregunta es...
¿Habrían hecho lo mismo en vida del maestro de Ronda? Lo dejamos ahí. Agua
pasada no mueve molino. Por cierto: tuvieron que pasar cuatro años más para que
Rivera y Morante enterraran el hacha de guerra. Todo quedó sellado a raíz del
brindis que el diestro de la Puebla realizó en abril de 2013 al hijo mayor de
Paquirri. El campo quedaba despejado para que el artista cigarrero se encerrara
en solitario en la gran Goyesca de aquel año. Llegó por los pelos, después de
un mes en el dique seco a raíz de la fortísima cornada de Huesca.
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