FERNÁNDEZ ROMÁN |
Un espectáculo, pues, fue lo que ayer presenciaron algo más
de veinte mil gentes en la plaza de Las Ventas. Espectacular, la presentación
del ganado. Puro Saltillo, con su musculada anatomía apretada por el corsé de
sus capas grises, las caras afiladas, hocicos de rata, pezuñas finas y cuernas
aceradas y arremangadas. En esta cuestión, Adolfo
le ganó la partida a Victorino por
goleada. Cantada está la bella estampa de los toros que salieron ayer al ruedo
de la Monumental de Madrid. Después, el juego fue otro cantar: entre las
explosivas arrancadas de salida a caballos y capotes y la acometida postrera
taciturna de media corrida, habrá que intercalar la nobleza hocicada de dos
ejemplares, pasando por las aviesas miradas que el ovoide del ojo de estos
toros les echan de vez en cuando a los toreros o la rebañadas que pegan cuando
tiran del hilo de la memoria. Por tanto, en cuanto a comportamiento, corrida
variada. Hubo de todo.
Ahora bien, para variedad, la de Antonio Ferrera, uno de los toreros que con mayor firmeza pisa la
arena de los ruedos actualmente. Como lo leen. Buena prueba de ello fue la
seguridad y el mando con los que se empleó en el toro que abrió la corrida, un “adolfo”
que no admitía dudas y tomaba los engaños con escasa convicción. Magnífico Ferrera, clarividente, autoritario,
improvisador, sorpresivo. Le pidieron la oreja de ese toro con poco entusiasmo,
pero se llevó la del cuarto, un cornipaso
viejo, acarnerado, al que toreó de forma magnífica a la verónica, ganado terreno en cada lance.
Se arrancó el toro como un tren a la primera vara y derribó con estrépito,
pero, después, no quiso ir al caballo a 30 metros, ni a quince, sino a poco más
de dos, y fue espaciando su chispeante y brava embestida, hasta apagarse
claramente mediada la faena de muleta. Antonio
Ferrera comenzó toreando con limpieza, acabó arrimándose a los cuernos
hasta dejarse rozar el delantero de la chaquetilla y mató al “adolfo”
de una estocada de correcta ejecución. Antes, en banderillas, había
protagonizado su particular espectáculo, con una puesta en escena realmente
novedosa, colocando al toro en suerte a punta de capote o a cuerpo limpio. Se
embrocó bien, metiendo los brazos por encima de la balconada del testuz y su
peculiar brinquito apoyándose en los palos –también en el anterior—y quebró en
tablas con seguridad y acierto. No diga espectáculo, diga Ferrera. ¿No querían variedad?
Hablando de banderillas y banderilleros, los dos de la
cuadrilla de Javier Castaño son, de
verdad, antológicos. No se me ocurre un calificativo que mejor les cuadre a David Adalid y Fernando Sánchez. Una pareja para reforzar carteles. Los muy veteranos
aficionados recordarían a Luís González
y Julio Pérez “Vito”, y sin duda, el maestro Jaime Ostos –que oficia por las noches de comentarista taurino de
televisión, con notable acierto— sería el que más sentiría el cosquilleo de la
nostalgia. Son dos banderilleros sencillamente prodigiosos. Encuentran toro en
todos los terrenos. Adalid, un
palillo enjuto vestido de luces, cuartea con seguridad pasmosa y clava con gran
precisión en todo lo alto, y Fernando
Sánchez, le entra jacarandoso al
toro, con los rehiletes apuntando a la arena, y se reúne con él en estrechuras
inverosímiles. Magistrales, los dos. Otro espectáculo. A ellos se les unió el
picador Tito Sandoval, en el tercio
de varas del sexto toro (quinto, de lidia ordinaria), toreando con el caballo,
picando arriba y poniendo la plaza boca abajo. ¡Qué cuadrilla, señores!
Si Antonio Ferrera
consiguió atraer la atención del público, Javier
Castaño fue el que realizó la faena de la tarde. Fue en ese toro que salió,
a turno corrido, en sexto lugar. Arropado todavía por el clamoreo que desataron
sus banderilleros, Castaño aprovechó
la nobleza del toro por el pitón izquierdo y extrajo algunos naturales largos y
templados, dando al animal ese pelín de sitio que necesitaba para no sentirse
agobiado en el muletazo siguiente. Mientras el toro tuvo fuelle en sus pulmones
y casta brava en su depósito, podría decirse que el torero le sacó el mejor y
mayor partido. Iba para premio gordo la faena, pero la espada entró tarde y
mal. Javier Castaño, que se llevó la
alimaña de la corrida –el segundo toro—y un pitonazo que le obligó a ser
intervenido en la enfermería, deja abiertas todas las expectativas para la
corrida del sábado.
Alberto Aguilar
recompuso el cartel para cubrir el hueco de Fandiño, aún no recuperado de su reciente cornada. Su primer toro,
tercero de la tarde, tenía un pitón izquierdo de lo más potable, pero el torero
se la presentó por este lado demasiado tarde. Fue, quizá, el toro más bravo y
más noble de la corrida de Adolfo Martín, y Alberto consiguió algunos naturales de bella compostura, mientras
el toro daba con el belfo en los flecos de la muleta, recetando una valerosa
estocada. Saludó una merecida ovación, y aunque no pudo encontrar otro
lucimiento que el eficaz macheteo al otro toro complicado de Adolfo,
jugado en quinto lugar, es uno de los toreros que sale reforzado de esta feria
de San Isidro.
Cuando la anochecida se echaba sobre nuestras cabezas, y Javier Castaño daba una ovacionada y
consensuada vuelta el ruedo, un espectador sonreía al infinito mientras lanzaba
a no sé quién este mensaje desde el teléfono móvil: “¿La corrida?, solo una oreja;
pero, oye ¡¡es-pec-ta-cu-lar!!”. (Que viene de espectáculo).
FICHA DEL FESTEJO
Jueves 30 de mayo. Madrid, plaza de Las Ventas. Feria de San Isidro,
22ª de abono. Ganadería: Adolfo
Martín: Corrida muy bien presentada, dentro del tipo clásico del encaste,
con cinco toros cinqueños y un cuatreño (el primero, único que sobrepesó en la
báscula), prometedores en los primeros tercios, pero, en general, escasos de
fondo. Nobles tercero y sexto, bravo y a
menos el cuarto, complicados primero y quinto, con ribetes de alimaña el
segundo.
Espadas: Antonio Ferrera
(de azul noche y oro), estocada (Petición y gran ovación), estocada y
descabello (Oreja), Javier Castaño
(de gris perla y oro con remates negros), entera tendida y trasera (Silencio),
pinchazo, media y descabello (Aviso y
vuelta) y Alberto Aguilar, que
sustituía a Iván Fandiño (de blanco y plata), estocada (Ovación), dos
pinchazos, media y descabello (Aviso y silencio).
Entrada: Casi lleno.
Cuadrillas: David Adalid
y Fernando Sánchez, levantaron
clamores en banderillas y saludaron montera en mano en los dos toros de
Castaño; bregó con eficacia Rafael González
y picó magistralmente al sexto Tito
Sandoval.
Incidencias: Tarde soleada, con ligero viento. *** Se corrió turno en
el quinto toro por encontrarse en la enfermería Javier Castaño, herido en la mano derecha.