...entre
las muchas peroratas una mención muy corta, la de Santiago Abascal: “Quiero una
España donde se pueda ir o no ir a los toros”.
JORGE ARTURO
DÍAZ REYES
@jadir45
Desde Cali seguí a través de RTVE los debates
parlamentarios que frustraron la investidura de Pedro Sánchez como presidente
del gobierno español.
A pesar de que como pasa hoy en todos los
parlamentos del mundo, nadie convence a nadie, pues las posiciones llegan
asumidas, las votaciones amarradas y conocidas de antemano y los discursos van
más para los compradores televidentes que para los inamovibles interlocutores,
fueron dos días de un espectáculo apasionante. Para mi, digo.
Tanto y más que la cocina de Arguiñano, las
hazañas pedaleras de mi paisano Egan Bernal en el Tour de Francia, o alguna
corrida transmitida en directo. La esgrima retórica, el histrionismo, el astuto
uso del idioma, la sorna, el ingenio, la tergiversación, el doble rasero, la
calumnia, el insulto, la picaresca. En fin, todo el arsenal de la oratoria
política desplegado con diversos acentos regionales y partidistas.
Y como no podía ser de otra manera, los toros
pesando en este ruedo ibérico. Así solo se les hiciera entre las muchas
peroratas una mención muy corta, la de Santiago Abascal: “Quiero una España
donde se pueda ir o no ir a los toros”. Pesaron tácitamente de principio a fin,
como se pudo colegir del informe de Adriana Lastra sobre la negociación entre
PSOE y Podemos Unidas, eje del conflicto insoluble.
El precio que puso este partido para permitir
formar gobierno fue: una vicepresidencia y cinco ministerios, entre los cuales
figuraba por ahí entreverado el de Medioambiente y “Derechos de los Animales”.
Sabido el antitaurinismo militante de Podemos, no
es difícil suponer qué pretendían con ello ni la suerte que correría la
tauromaquia bajo su poder. Gabriel Rufián, vocero de ERC, dolido por la
intransigencia de las dos formaciones que abortó la coalición de izquierdas las
recriminó. “Debería darles vergüenza”.
Pero quizá debió dolerse más por algo que sin ser
dicho quedó patente. La entrega de la electoralmente rentable bandera de la
libertad a sus adversarios ideológicos. Ir o no ir, esa es la cuestión.
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