El
toledano sale a hombros tras cortar cuatro orejas con un gran lote de La Quinta.
MARÍA
VALLEJO
@m_vallejo_
Gijón
Foto: EFE
El hierro de La Quinta presidía el ruedo cuando
aún corrían las nubes a teñir de gris el cielo de Gijón. Un homenaje celestial
y monocromo a la apuesta torista de Zúñiga. Ganada desde que Velero saltó al
ruedo.
¡Qué suave su navegar en las soberbias verónicas
de Álvaro Lorenzo! Que con tanta hondura mece el percal. Para el recuerdo, una
media serigrafiada a pulso y cintura. Junto a los pares a ley de Alberto Zayas.
Tras ellos, el brindis a las almas que pujaron en taquilla por los jóvenes. Y
la explosión del toreo auténtico. Sobre ese milagro infalible de la casta y el
temple de la escuela toledana que amamantó a Lorenzo. «Navega, Velero mío, sin
temor, que ni enemigo navío, ni tormenta, ni bonanza, tu rumbo a torcer
alcanza, ni a sujetar tu valor». La muleta de AL cosía la embestida en un viaje
interminable, bellamente aletargado, que Velero surcaba arrastrando el hocico con
una clase superior. Incansable tras los naturales al más absoluto ralentí.
Genuflexo y abigarrado el último de ellos. Tras el broche por luquecinas y un
espadazo eficaz, cayeron a plomo las dos orejas. Y la vuelta al ruedo para
Velero, como justísimo tributo. Acerolo completó la bolita de la fortuna.
Tampoco Lorenzo lo templó del mismo modo en una faena de intermitencias
diestras. Aun con la gran estocada se antojaron excesivas las dos orejas.
Almaviva nunca se empleó en la muleta de David
Galván. Tan ávido de clase con su constante cabeceo. Galván lo toreó entre el
aseo y las alharacas. En el cuarto, se inventó una faena a izquierdas que nadie
hubiera esperado de aquellos finales con la testa buscando el cielo (saludos en
ambos).
Vidriero trajo de salida un ansia que atemperó
Juan Ortega con capote y mando.El inicio genuflexo y por abajo trajo sabor. Ni
humilló ni dejó de avisar a Ortega. Y sobre aquella materia prima, el manantial
de lo clásico. Enhiesta la figura y ofrecido el pecho en los merítisimos muletazos
a diestra y siniestra. Una última tanda zurda, enfrontilada y pura, fue un
viaje a otras épocas. Estoconazo y oreja incontestable. Ante Mulero, el mérito
fue salir ileso. No había forma de meter mano a esa fiera cazahombres, en su
busca desde el primer capotazo. Y Ortega optó por la lidia sobre las piernas.
Que también es Tauromaquia. Aunque no todos lo entendieran (silencio).
Antes de que la muchedumbre arrastrara a Álvaro
Lorenzo en hombros, el mayoral de La Quinta saludó una ovación. Por cómo Velero
surcó la brisa del Cantábrico.
LA QUINTA - David Galván, Juan Ortega y
Álvaro Lorenzo
Plaza de El Bibio. Miércoles, 14 de julio de
2019. Media entrada.
Toros de La Quinta, bien presentados; sin finales 1º, 2º y 4º; peligroso y
orientado el 5º; extraordinario el 3º, premiado con la vuelta al ruedo;
encastado el 6º.
David
Galván, de nazareno y oro.
Pinchazo hondo y tres descabellos. Aviso (saludos). En el cuarto, pinchazo y
estocada caída (saludos).
Juan
Ortega, de blanco y azabache.
Estocada algo caída (oreja). En el quinto, seis pinchazos (silencio).
Álvaro
Lorenzo, de grana y oro. Estocada
(oreja). En el sexto, gran estocada (dos oreja).
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