LUIS
ALEMANY
En mayo, abrió la Puerta del Príncipe y paró el
tiempo en Las Ventas. En dos semanas, se convirtió en el torero que Sevilla y
no sólo Sevilla anhelaba desde hace años. La entrevista se celebró días antes
de la lesión de hombro de la que aún se repone.
- La noche
antes de una corrida importante, ¿duerme bien?
Sí, duermo bien. Si hasta la siesta duermo. Me
cuesta más dormir después de torear.
- ¿Y suele
estar de buen humor? ¿Se le puede hablar, bromear?
Depende. Los días de corrida importante hay una
inquietud vaga que está en todo. Todo molesta un poco.
- Hay un
momento de pensar: "¿Cómo me he metido yo en este lío"?
Sí. Bueno, no sé si es exactamente esa frase la
que piensas, pero en el patio de cuadrillas sí que llega un momento en el que
lo pasas mal, en el que te planteas todo.
- ¿El miedo
es un sentimiento que está todo el tiempo o se presenta de golpe en un momento
concreto?
Está siempre y se hace presente en momentos
puntuales. En el patio de caballos, por ejemplo. A mí me pasa también cuando me
despierto de la siesta, en el momento ése en el que tardas un poco en tomar
conciencia de dónde estás y entonces te acuerdas de que dentro de dos horas
tienes que torear... Ahí hay un segundo de pensar ¿por qué tengo que hacer yo
esto? Y luego hay momento en los que, no sabes por qué, te viene el mismo
chispazo. Como decía Belmonte, el miedo te viene a ver y tienes que hablar con
él.
- ¿Uno se
prepara para hablar con el miedo?
Belmonte lo explicó perfecto. En realidad, no es
el miedo quien habla, sino la conciencia negativa que te dice «te va a coger el
toro, no vas a poder». Lo que tienes que hacer es responderle con la conciencia
positiva que te dice «ya lo has hecho otras veces, sabes hacerlo, conoces
perfectamente el oficio».
- Y en la
lidia, ¿toma decisiones conscientes o es todo un dejarse llevar, una
ensoñación?
Es que para poder dejarte llevar tienes que tomar
decisiones muy racionales y muy rápidas. Tienen que ser instantáneas. Y eso
sólo se consigue a través del conocimiento del toro, de haber visto mucho toro.
Hay una frase que me gusta: hay que tener mucha técnica para olvidarte de ella.
Pues es lo mismo.
- ¿Se
acuerdo de todos los toros?
Sí. De casi todos.
- El día
bueno de Sevilla de este año... ¿Usted llegó a la plaza con buen ánimo, más
optimista?
Sí. Desperté de la siesta, salí a dar un
trotecillo y vi que tenía el cuerpo encajado y que tenía ganas de torear. Y me
di cuenta del contraste con las semanas anteriores, que habían sido de soledad,
miedo y preocupación.
- ¿Cuánto
tardó en saber que el toro era bueno?
Nada. Al primer pase.
- Y al
terminar, ¿era consciente del valor de lo que ha hecho o necesitaba que alguien
le pusiera nota?
El torero es el más consciente del valor de su
trabajo. Siempre. A cada capotazo, antes de terminarlo, yo ya sé si es bueno o
malo.
- ¿Le ha
pasado mucho lo de encontrarse con un toro muy bueno y saber que no ha estado a
la altura?
De novillero me pasó mucho. De novillero me costó
dominar la mente y así se me fueron unas cuantas tardes... No es que fueran
petardazos pero sé que no pude dominarlas. Me pasó en Sevilla y en Madrid
también.
- ¿Cuál era
el problema? ¿Concentración, vértigo?
El problema era que no encontraba un equilibrio
entre lo que yo quería hacer como torero y lo que el público demanda a un
novillero. Bueno, no es lo que el público demanda sino lo que yo pensaba que
demandaba: entrega, ganas...No sabía encontrar el punto medio entre mi idea de
toreo y lo que creía que la gente aplaude.
- ¿Le
perturba el público? ¿Un grito desde el tendido le desconcentra?
Una voz poco agradable te puede hacer dudar, pero
tienes que ser fuerte ante eso, recordar lo que le dije antes, que tú sabes
mejor que nadie el valor de tu trabajo.
- ¿Se
castiga mucho después de una tarde decepcionante?
Sí. Eso es lo más duro de todo. Saber que no has
estado al nivel, que te ha superado la presión... Eso es lo peor.
- Creo que
estuvo esta mañana haciendo preparación física.
Estuve andando, es lo que hago las mañanas de los
días de corrida. Así desconecto un poco.
- ¿Cómo de
en forma está? ¿Como un deportista de competición o como cualquier chico de su
edad que va al gimnasio y se cuida?
Creo que algo a mitad de camino. Tampoco me hace
falta estar más fuerte. Lo que exige el toreo es resistencia, sobre todo.
- Si
cogiese tres kilos más de músculo, ¿torearía peor?
Creo que perdería agilidad. Pero sólo hablo por
mí. Sé que hay toreros a los que el trabajo de gimnasio les ayuda, incluso para
tener fortaleza moral.
- Luego va
al ordenador, pone vídeos de Antonio Bienvenida y ve a un señor bajito y con
tripa.
Hay grandísimas figuras del toreo que no pisaron
un gimnasio.
- ¿Ve mucho
toreo antiguo?
Sí. Me gusta mucho.
- ¿Qué le
gusta?
Me gusta descubrir la personalidad tan diferente
de cada torero. No es que toreasen mejor o peor sino a que eran distintos
todos. Cada uno fiel a su estilo, todos diferentes.
- Lo que
está implícito en esa respuesta es que ahora todo el mundo torea igual. Bien
pero igual.
Los toreros están más preparados que nunca, tienen
la técnica más depurada que nunca y hacen a los toros cosas que nunca se le
habían hecho. Y creo que el toro también es más grande que nunca, más fiero. Quizá
haya menos variedad porque hay más preparación.
- ¿Y toreo
de 2019? ¿Ve mucho?
Mucho. Me encanta, admiro a todos mis colegas. Los
veo a todos muy por encima de mí, no sé por qué, e intento aprender de ellos.
- En el
callejón, ¿se ven bien los toros o uno está demasiado concentrado en lo suyo?
Los ves, los ves. Porque siempre aprendes algo y
porque es importante estar metido en la corrida. Bueno, el toro que sale
después del mío lo veo menos porque ahí la cabeza aún está dando vueltas.
- ¿Y cuando
un colega está muy bien, piensa: qué hago yo ahora para no quedar mal?
Eso se piensas más desde fuera que desde dentro.
Desde dentro tienes que confiar, esperar al momento y que la cosa fluya.
- ¿Es
competitivo?
Conmigo mismo.
- ¿Tiene
amigos toreros?
Sí. Alfonso Cadaval y Rafa Serna son amigos importantes.
¿Y a qué se
dedican sus amigos de siempre?
Muchos, al campo, a la ganadería. Hay uno que
representa a una marca de bebidas, otro es ingeniero, uno trabaja en joyería...
- ¿Alguno
hay que vea con antipatía los toros?
No. Incluso los que eran más indiferentes se han
acabado aficionando a través de la amistad.
- ¿Entonces,
no se ve a menudo teniendo que explicar por qué merece la pena que la fiesta
exista?
Rara vez me ha venido alguien a debatir. Y cuando
me he encontrado en esa situación, he podido dialogar respetuosamente. / Diario EL MUNDO de Madrid
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