Otra
corrida de las interminables. Desigual y dispar corrida de Fuente Ymbro. *** El
francés Juan Leal, una oreja en cada toro,
confirma sus progresos, su valor
y sus ganas de ser.
BARQUERITO
LOS TRES TOROS cinqueños de Fuente Ymbro se
abrieron en lotes distintos. Se jugaron de impares. Fueron de muy dispar
condición. Remolón y escarbador el primero, desganado y frío. Más escarbó el
tercero, que se empleó en el caballo –picó lo preciso Oscar Bernal-, arreó en
banderillas, bramó como un poseso, se fue mucho de las manos y por eso pegaría
tantos testarazos.
El quinto, estrecho de sienes, diadema o flequillo
cortísimos, como recién rapado, fue el de mejor aire de los tres. Embistió
despacito. No parecía el atómico fuenteymbro que tantas veces se ha jugado en
Bilbao. Hacía mucho tiempo que no se veía en la ganadería, y en plaza de
primera, un toro armado por delante y
engatillado. Con el sello antiguo de Jandilla. Fueron la fijeza y el suave
recorrido lo que marcó la diferencia con todos los demás.
Finito, que abusó de los lances de brega como si
fuera un tentadero, apenas pasó con el primero de las rayas y en corta
distancia. Algún muletazo tirado con bigotera, dos cambiados por bajo, pero la
faena, convencional y breve por necesidad, fue en corta distancia y ahí se paró
el toro. El tercero fue toro de más a menos. Estuvo a punto de soltarse a
tablas. No llegó a tanto. Metió la cara pero, frágil, claudicó. Desarmó a José
Garrido dos veces. Tras la primera, empezó el toro a cabecear. A pesar de eso
le pegó Garrido muchos pases, pero en faena sin brújula. O gris, sin brillo.
El día había amanecido en Bilbao como el resto de
la semana. Un sol radiante. Del norte, que ni calienta ni quema. Pero media
hora antes del paseo, un triste nublado y un frío que calaba cambiaron el signo
de la función. No toda. En la primera mitad Juan Leal arriesgó como suele con
el toro de más trapío de los seis de sorteo. Un segundo cuatreño. Lo
aplaudieron de salida. No fue ni sencillo ni complejo. Se movió lo justo.
Parecía de los de claudicar. Aguantó sin duelo Leal, que se había asomado a la
pasarela en el primero. Un quite por valencianas o saltilleras, dos, y una
revolera.
Venía con ganas y ambición. Su expediente en Vista
Alegre eran dos corridas de Miura de atragantarse. Sentiría la mudanza para
bien. Y para bien una faena de buen dibujo despegadito en la suerte natural.
Abierta en los medios con cambiados por la espalda dentro de tanda temeraria,
tuvo altibajos, algún ingenuo pecado de colocación y firmeza en una serie con
la zurda bien tirada. Hubo sus dosis de je-toro-je, mejor las formas que el
fondo y, en la suerte contraria, una estocada sin esconderse pero soltando
engaño.
La segunda mitad de corrida fue de hechuras mejores
que la primera. Hondo el cuarto; bien
rematado el sexto. Se repitieron casi al calco las escenas. Finito hizo el
gasto sin mayor relievo. No tan frío el cuarto como el primero, pero sometido a
trato semejante. Encajado Finto al hilo del pitón, toques sutiles, el pulso de
sus famosas muñecas. Muchos tropezones del toro, que claudicó no poco.
Quinto y sexto dieron juego. El uno recorrió mucha
plaza en una faena de entrega de Juan Leal. El otro quiso irse a tablas a los
diez viajes. No llegó a irse del todo, pero se soltó sin remedio. Leal había
vuelto a dejarse ver con el capote Tafalleras en el cuarto, que lo midió. Y en
el quinto, más. Galleando de costado y mirando al tendido, un lance de la
tauromaquia de Paco Ojeda, se puso rumboso. Y después serio con la muleta.
Despacio, vertical, enterradas las zapatillas, se acopló a la calma fiable del
toro. Con él se acabó batiendo en dos series de trenzas, roscas, circulares
invertidos. Las inevitables y sedicente bernadinas, tan espesas. Y, al cabo, un
clamor. La estocada, sin puntilla. Llegó
a pedirse, como tantas tardes de la semana, una segunda oreja.
Garrido salió en otro son con el bello sexto,
fosco, castaño albardado, cara larga. Lo llevó al caballo galleando de frente
por detrás. En la salida del primer puyazo, estuvo a punto de ser arrollado
Antonio Chacón hijo. Trabajo prometedor de Garrido porque el toro galopó.
Ayudados por alto de rodillas, a los medios sin demora, bastantes voces. Dos de
pecho espléndidos. Más afán. Hasta que se soltó el toro. No le vio Garrido la
muerte el toro. Rozando el segundo aviso. Dos horas y media. De castigo las
dos. No la media.
FICHA DEL FESTEJO
Sábado, 24 de agosto de 2019. Bilbao. 8ª de
las Corridas Generales. Nublado, fresco. 4.500 almas. Dos horas y media de
función.
Seis toros de Fuente Ymbro (Ricardo Gallardo).
Finito
de Córdoba, silencio en los dos.
Juan
Leal, una oreja en cada toro.
José
Garrido, silencio tras aviso en
los dos.
Se aplaudieron dos precisos puyazos de Óscar Bernal al tercero.
Postdata
para los íntimos.- El paisaje nuevo de Bilbao tiene sus magias y sus
condenas. El puente de La Salve, desfigurado por pintarse los tirantes de
colores el proyecto de Frank Gheri, se come media ladera de Archanda. En
cambio, la torre de Ibedrola y las dos de Isozaki están muy bien encajadas. Sin
monte a la vista. Ni siquiera un mal repecho.
He cruzado a pie el polémico Zubizuri, la obra que
acabó en pleito sangrante entre el Ayuntamiento y Santiago Calatrava. Un paseo
desde el Campo del Volantín hasta el Arenal, Y un callejeo sin rumbo por el
Casco Viejo y las Siete Calles. Hasta esa zona tan de batalla estaba limpia. Un
milagro después de la noche del viernes, que es un final anticipado de la
Semana. Estaba abarrotado el barrio todo.
Un golpe de fortuna cuando por el calor iba a
desfallecer. A la parada del Mercado de la Ribera llegaba en ese momento el 56,
que viene desde La Peña y termina en el Sagrado Corazón. Para en la puerta del
Monterrey. Y paraba antes del cierre en el Guría. El Monterrey, como siempre.
Cocina del país. La crema de pescado y una ración .gigante de pisto. No he
podido con tanto. Un helado de turrón en el Alaska. No pude dormir la siesta.
Lleno el correo. Me enfrié en los toros. Y me aburrí mucho.
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