El
torero lorquino ha entrado en los anales de la historia de Vista Alegre: el
viernes cuajó una tarde memorable con un pleno de cuatro orejas. Ya había
conquistado San Isidro. Vive un momento de plenitud artística. Es su año.
GONZALO I.
BIENVENIDA
@GonIzdoBienve
Diario EL
MUNDO de Madrid
Lograr hacer pleno en una plaza como Bilbao se
antoja una misión imposible. Hacía 55 años que un torero no desorejaba a su
lote, el último había sido Manuel Benítez El Cordobés. Idéntico botín pero ante
seis victorinos obtuvo El Cid en 2007. Paco Ureña ha hecho historia en una
temporada marcada por su silenciosa hazaña del regreso a los ruedos tras perder
un ojo en Albacete hace casi un año. Un 2019 que tenía guardada como recompensa
a su lucha la ansiada Puerta Grande de Las Ventas y el triunfo rotundo de Vista
Alegre a modo de hitos.
- ¿Se llega
a soñar con una tarde tan redonda como la suya ante los toros de Jandilla?
La verdad es que no. Uno busca y se marca metas,
pero cuando sale todo así... Creo que será muy difícil repetirlo, me siento un
privilegiado por poder entregarle tanto al toro y que él me lo devuelva así.
- La
primera faena fue importante, cortó dos orejas, pero no alcanzó las cotas de
emotividad de la que cerró la tarde.
El primero fue un gran toro. Bravo, tuvo muchas
virtudes. Me permitió expresarme, lo disfruté mucho. Pude torear como lo
siento. La faena llegó a los aficionados. También la estocada en la que me
cogió porque lo quise matar lo más recto posible, como se debe matar a los
toros bravos. Entregándoselo todo. El sexto embistió más despacio, fue muy
franco y sumó a todas las sensaciones del tercero un punto de rotundidad porque
me salió todo.
- ¿Qué es
lo que más le llenó?
Sentir que en Bilbao pude ser el torero que
siempre he querido ser. Espero que más allá de los trofeos, en unos años
cuenten así vi torear a Paco Ureña. Eso es lo que más me importa. Busco hacer
feliz a los aficionados, ser un espejo para los que luchan en su día a día.
- Es
difícil extraer una queja del discurso de Paco Ureña. Su camino ha sido arduo.
Más de diez años de desierto, sin contratos ni oportunidades. Después la
montaña rusa del toreo y sus intereses hasta perder un ojo en Albacete en una
cornada terrorífica. Un nuevo calvario, un nuevo ejemplo de superación.
He aprendido a no quejarme. La realidad es la que
es. Siempre digo que el sol no se puede tapar con un dedo. Sé que al final todo
sale a la luz. Este año está siendo muy importante para mí pero resulta
incomprensible que no cuenten conmigo en las sustituciones ni me den el sitio
que me he ganado abriendo la Puerta Grande de Madrid.
- ¿Qué cree
que falla en el sistema?
No lo sé. Sólo creo en lo que ocurre en el ruedo.
Hay compañeros como Diego Urdiales o David de Miranda que, después de lo que
han conseguido en Madrid, no entiendo cómo se les está tratando.
- ¿Por eso
le brindó en Bilbao el toro del gran triunfo a Urdiales?
No sólo por eso, es una referencia para mí porque
mantiene una filosofía que me hace sentirme identificado. Le admiro.
- Dicen que
la clave de su rotundo triunfo de Bilbao fue la pureza. ¿Cómo define Paco Ureña
ese concepto?
Para mí es: la entrega, el respeto, la pasión y el
compromiso que tenga un torero. El torero tiene que entregarse al toro y
olvidarse del cuerpo. Poner de acuerdo la mente y el cuerpo para entregarlo
todo.
- Tras el
percance de 2018, ¿vive de forma diferente el toreo?
Le doy la máxima importancia a todas las tardes.
De hecho, siento que en cada una de ellas voy corrigiendo defectos, trato de
ser mejor cada día. De crecer. Por esa mentalidad creo que estoy consiguiendo
tanta regularidad.
- Por
delante le quedan tardes importantes como la vuelta a Albacete, un mano a mano
en Otoño...
Nunca he querido dar la espalda a Madrid, por mi
compromiso con su afición torearé un mano a mano con Miguel Ángel Perera. Es mi
deber como hombre y como torero. La tarde de Albacete me hace especial ilusión,
sé que voy a vivir muchas emociones.
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