El
sevillano firma una exquisita faena malograda con los aceros; floja corrida de
Martín Lorca.
GONZALO I.
BIENVENIDA
@GonIzdoBienve
Madrid
Un crujido estremeció el alma de los aficionados
en el primer trincherazo de Juan Ortega. El núcleo de aficionados que fielmente
acude a Las Ventas tuvo paladar para saborear, jalear y exponenciar la
exquisita obra del sevillano. La Virgen de la Paloma siempre ha sacado toreros.
Con su bendición han resucitado carreras, han
surgido figuras y ha dado alas a toreros en vías de extinción. Así ocurrió el
año pasado con Juan Ortega, de aquellos polvos estos lodos. De la reveladora
torería al despertar de la sensibilidad artística que se vivió ayer en Las
Ventas. Entre medias, la cumbre capotera de Resurrección y la nulidad de
opciones en San Isidro. También un absurdo apoderamiento por parte de Plaza 1
para tenerlo parado en su casa. Y la mala elección de escoger una destartalada
y pesada corrida de Martín Lorca en forma de oportunidad envenenada.
Dobló las manos el acapachado tercero como lo
habían hecho sus hermanos. Con mimo lanceó Ortega ayudándole con las yemas y
empujándolo. La torería de las formas estuvo acompañada por una calidad
tremenda en muletazos para el recuerdo. Todo hecho despacio, dándole sus
tiempos al toro. Eso que los antiguos llamaban torear sin torear. Una tanda
eclosionó el toreo de siempre traído a estos días con las yemas de los dedos en
el centro del palillo, el pecho por delante, la suerte cargada. Los naturales,
de uno en uno, surgieron naturales y preñados de empaque. El pase de pecho sin
excentricidades que cerró la tanda levantó a algunos aficionados. De tendido a
tendido un señor le mostraba el bello del brazo de punta. Por el derecho el toro
no era igual, el contado poder le llevaba a defenderse por ahí. El final
andando, con trincherillas, pases del desprecio, cambios de mano fue para
enmarcar. Se presentía la oreja pero la defectuosa estocada estuvo agravada con
varios descabellos. La fuerte ovación saludada desde el tercio vino a decir:
«Esto es lo que gusta en Madrid». Nada pudo hacer con el resevón y malo sexto.
Fernando Robleño hizo el paseíllo montera en mano,
con la tristeza de haber perdido horas atrás a su abuela, a quien fue dirigido
el brindis de su primer toro. Antes, había saludado una ovación por la torera y
madura actuación en la corrida de Escolar en San Isidro. La poca fuerza del
primer oponente sólo le permitió dejar algún derechazo con verticalidad. El
cuarto podría haber lucido el hierro de Cuadri en su basta hechura. Sin cuello,
montado, largo, hondo. Una bestia de 700 kilos ante el enjuto torero de San
Fernando de Henares. La brusquedad de sus primeras arrancadas se fueron
sosegando. Se entendieron en una tanda sobre la mano derecha. Después no hubo
el mismo acople, el bruto pegó derrotes a destiempo y Robleño estuvo algo
espeso.
Sebastián Ritter volvió a vestirse de luces en el
mismo escenario donde cayó herido de gravedad. Tres meses de espera,
recomponiendo el cuerpo y buscando la senda del toreo. El brindis a García
Padrós fue puro agradecimiento. Devolvieron el toro de su resurrección torera y
decidió correr turno. En su lugar apareció un sosote y manejable toro en el que
sólo pudo mostrar el buen asiento de sus plantas. El exigente inicio tampoco
ayudó demasiado. De Osborne era el sobrero que apareció en quinto lugar. Tan
cornipaso que cuando se quedaba montado se parecía a sus hermanos metálicos de
las carreteras. Fue noble pero falto de ritmo. El colombiano firmó una larga
faena y naufragó con los aceros.
Los corrillos comentaban a la salida el aroma de
torería que porta la tauromaquia de Juan Ortega.
Merece más oportunidades.
MARTÍN LORCA - Fernando Robleño,
Sebastián Ritter y Juan Ortega
Monumental de las Ventas. Jueves, 15 de
agosto de 2019. Festividad de la Virgen de la Paloma. Unas 6.300 personas.
Toros de Martín Lorca, uno de Escribano
Martín (1º) y un sobrero de Herederos
de José Luis Osborne (5º). Desrazado y sin fuerza el 1º, soso el 2º bis del
hierro titular, de contado poder el 3º, bruto el 4º, noble el 5º bis y malo,
sin paliativos el 6º.
Fernando
Robleño, de verde botella y oro.
Estocada corta (saludos). En el cuarto, pinchazo, estocada y dos descabellos
(silencio).
Sebastián
Ritter, de verde oliva y oro.
Pinchazo y estocada (silencio). En el quinto, seis pinchazos y un descabello.
Aviso (silencio).
Juan
Ortega, de hueso y azabache.
Estocada delantera y suelta y varios descabellos. Aviso (saludos). En el sexto,
varios pinchazos y un descabello (silencio).
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