BARQUERITO
CON la sola excepción de Zalduendo, las ganaderías
de la Aste Nagusia de 2019 son piezas
seguras del engranaje taurino de Bilbao. El hierro de menos antigüedad en el
abono, el de Victoriano del Río, se ha ganado puesto fijo por méritos. La
repesca parece que estable de la leyenda de Miura acentúa la parte torista de
la semana, que arranca sobre el papel con tres ganaderías favoritas: Jandilla,
Garcigrande/Domingo Hernández y Torrestrella. Una ausencia forzosa y sensible:
Alcurrucén.
EL SENTIDO del llamado toro de Bilbao no admite
dobleces. El toro con todos sus atributos: la cara, el cuajo, la hondura
también. Y, sin embargo, las ocho ganaderías del abono podrían dividirse en dos
categorías diferentes. Las duras y las propicias. Ni las duras dejan de ser propicias,
porque pueden serlo, ni las propicias, duras de roer. Pero de distinta manera
en ambos casos.
Los catálogos son de proporciones exactas. Cuatro
duras y cuatro propicias. Por orden de antigüedad y no por grado de dureza, las
cuatro duras serían y probablemente serán Miura, Victorino Martín, Torrestrella
y Fuente Ymbro. Las propicias, sin mayores distingos, deberían ser Zalduendo,
Victoriano del Río, Garcigrande/Domingo Hernández y Jandilla.
En el punto medio entre unas y otras ha venido
contando el hierro de Alcurrucén, que será esta vez la ausencia más sensible
del elenco. A las camadas del 4 y del 5 les faltaba ese punto que distingue el
toro de Bilbao de sus pares de Madrid y fue el propio ganadero, José Luis
Lozano, quien renunció a comparecer este año. El aire temperamental tan
característico de los toros de Alcurrucén no es exclusivo, sino que puede
detectarse en el toro de Torrestrella. Y no solo. Al aficionado torista de
Bilbao, obligado como en tantas otras partes a batirse en retirada, le provocan
de un toro dos razones: el poder y el temperamento. La física y la química, que
son la clave de la bravura.
En el palmarés oficial de los últimos siete años
–decide el jurado de la Junta Administrativa de Vista Alegre- han ido al copo
Jandilla, Alcurrucén y Torrestrella. Ninguna casualidad. Siete son los años que
sirven para medir el carácter y la deriva de la ganadería que sea. Con un
requisito imprescindible en todo caso: ha de tratarse de ganaderías largas y de
largas camadas. Siete años estuvo Torrestrella sin lidiar en las Corridas
Generales. Siete seguidos lo estuvo haciendo Jandilla hasta que el curso pasado
se tomó un respiro. Otros tantos ha estado Alcurrucén sirviendo corridas de
sello propio.
La palma de comparecencias en Bilbao, si se cuenta
a partir desde el año 2001, se la lleva Victorino Martín, presente en todas las
ediciones de Aste Nagusia desde entonces. Ventaja insuperable. Basta comparar
su registro de dieciocho corridas con los de las otras tres de cupo de duras de
este año. Diez veces Torrestrella; siete Fuente Ymbro, solo cinco Miura. Y
ventaja parecida sobre el cupo de las propicias de 2019. Diez corridas de
Jandilla; siete de Garcigrande/Domingo Hernández; solo tres de Victoriano del
Río, ganadero revelación en Bilbao de las dos últimas temporadas, y otras tres
de Zalduendo, que es la única ganadería que cambió de manos y dueño en todo ese
tiempo.
En todo ese tiempo murieron ganaderos de época
como don Álvaro Domecq y Díez. Victorino Martín Andrés, Domingo Hernández y solo
la primavera pasada Fernando Domecq Solís. Los primogénitos de Victorino, don
Álvaro y Domingo Hernández ya estaban al frente de la ganadería cuando la
muerte de sus progenitores. Con la venta de Zalduendo al ganadero mexicano
Alberto Bailleres se perdió la continuidad de una de las tres dinastías de
criadores de apellido Domecq Solís. No del encaste Domecq, que sigue
justificando en Bilbao su cartel de encaste mayoritario en celebraciones
mayores de plazas españolas y también francesas.
Una mayoría paliada por las aportaciones
sustantivas de Victorino y Miura. De cuantos lidian en Bilbao, y sin pensar en
el caso aparte de Victoriano del Río, son los hermanos Miura, Eduardo y
Antonio, los ganaderos titulares en ejercicio de más años en el oficio. El grado
de experiencia probada para mantener viva una ganadería de leyenda y
personalidad propia y aparte. La dureza de la corrida de Miura en las Corridas
Generales de 2018 sirvió de muestra de una estirpe todavía indómita.
De un año acá ha cambiado el elenco de ganaderías
más de lo habitual. Han saltado tres: Alcurrucén, El Parralejo, cuyo debut en
Bilbao entonces no fue afortunado, y Núñez del Cuvillo. En remplazo de ellas,
Fuente Ymbro, que retorna tras una ausencia consentida de dos años, Zalduendo,
que vuelve a hacerlo al cabo de diez, y Jandilla después de solo un año
sabático.
Ha desaparecido del abanico de encastes el de
atanasios y lisardos de Puerto de San Lorenzo, que lidió su última corrida de
Bilbao en 2017 y ha pasado a ser hierro en lista de espera. Las variaciones de
ganaderías desde el año 2015 –treinta tardes de toros- han sido mínimas.
Experimentos sin éxito de El Parralejo y Antonio Bañuelos; intento frustrado de
repesca de Juan Pedro Domecq hace ya cuatro años y al socaire de una terna de
socios fieles, Ponce, Morante y Manzanares; la pobre química entre Núñez del
Cuvillo y los criterios del Bilbao oficial.
Conviene, por lo demás, reparar en el reparto de
fechas y asignaciones de las ocho corridas de marras. Las cuatro propicias, en
los días de la semana que deberían garantizar mayor reclamo en la taquilla. De
martes a viernes. Las dos en teoría más difíciles, Victorino y Miura, en
domingo, que es la fecha que menos complace a la mayoría de los ganaderos. Los
Miura están acostumbrados a cerrar feria. Victorino ha dejado de hacerlo en
Madrid y no lo ha hecho nunca en Sevilla. En Bilbao por última vez en 2015.
Ahora, por segundo año consecutivo, abrirá abono tras el prólogo de la corrida
de rejones. Hambre de toros hay.
DE LOS TOREROS: SIN REY NI ROCA
ROCA REY era la joya de la corona de los carteles
originales. De los de Bilbao tanto como de los de Pamplona, Santander,
Alicante, Burgos, Badajoz, Mont de Marsan, Huesca, Dax, Málaga, San Sebastián.
Etcétera. Cuando se confirmó su baja forzosa por una preocupante lesión de
cervicales y tendones, y se hizo anuncio oficioso de su retorno para el último
sábado de agosto en la goyesca de Ronda, tocó cubrir las dos plazas por él
elegidas para la ocasión. Las corridas de Victoriano del Río y Jandilla.
Quien elige manda. Y manda Roca Rey incluso en
esta ausencia tan prolongada de cuarenta días. La cuarentena taurina más larga
del último lustro. Y la quincena previa a la cuarentena. En 2015 se estrenó
Roca Rey en Bilbao con una novillada. No es que apuntara maneras. Ya era una
especie de cohete.
La semana sin Roca. No por primera vez. Pasó hace
dos años. A partir del triunfo rotundo de Cayetano en Pamplona el reparto de
las dos plazas de Roca fue de lógica: para Cayetano, que estaba descolgado de
Bilbao este año, el de la corrida de Jandilla. Para El Juli, una sola tarde
firmada esta vez, el de la corrida de Victoriano del Río, que es muy de su
gusto y consta en su palmarés de tardes felices.
A los dos sustitutos de Roca les toca tirar de
taquilla. Y a Ponce y Diego Urdiales, que eran con Roca Rey los únicos
contratados a dos de las ocho tardes de abono. La reciente reaparición de Ponce
cinco meses después de su grave lesión de ligamentos de la rodilla ha sido
tratada como un acontecimiento y se dejará sentir en Bilbao más que en ninguna
otra parte. El papel estelar de Urdiales en las Corridas Generales es por todo
indiscutible. Nadie, ni siquiera el devastador Roca Rey, puede competir con el
palmarés del torero de Arnedo, que arrastra hasta Bilbao mucha afición de
fuera. No solo de la Rioja apasionada.
En los cuatro carteles de corridas sobre el papel
propicias se han acomodado Ponce y Urdiales, juntos en el cartel de Zalduendo,
y de rebote El Juli. Serán por tanto seis de los doce puestos de las cuatro
fechas buenas de la semana para toreros con más de veinte años de alternativa.
Roca Rey habría compensado el promedio. Ferrera, del cupo de veinteañeros de
alternativa, Manzanares, Paco Ureña, el repescado Cayetano, Ginés Marín y Pablo
Aguado completan el reparto.
La mirada puesta en Pablo Aguado, que es junto con
Emilio de Justo la gran novedad de los carteles. La novedad ha sufrido desde la
pasada primavera una ligera pero no inexplicable erosión. Haber asumido el
grueso de las sustituciones de Roca Rey en verano ha tenido su parte
mortificante y su desgaste. Con todo, Aguado llega a Bilbao con cartel fresco.
Se encontrará ambiente predispuesto. A favor, naturalmente. Aquí, igual que
Roca Rey, toreó de novillero. Arrancado y entero, convincente, diferente. Gustó
mucho entonces.
Emilio de Justo, castigado este año por percances
inoportunos, es el otro reclamo mayor de la semana. No solo por la novedad,
sino porque su paso por Sevilla y Madrid supuso una tardía consagración. Torero
rescatado del olvido. Y de qué manera. Una de Victorino, su ganadería
predilecta. La entiende mejor que nadie. Con ella arriesga más que nadie
también. Cabeza fría, corazón caliente. Torero completo.
En el socorrido cartel de toreros jóvenes se ha
colocado un rival de interés que pasó de puntillas por Sevilla y Madrid, pero
lleva caliente el verano. El toledano Álvaro Lorenzo, que tuvo en 2018 un feliz
debut en Bilbao con un toro de Victorino muy bellamente por él templado con su
importante mano izquierda. Descontando a Pablo Aguado, es Álvaro el torero de
refresco que con mejor compás torea a la verónica.
El refresco relativo de nombres –Román, Luis David
Adame, Juan Leal, José Garrido- tiene por contrapeso la repesca de toreros con
tantísimas horas de vuelo como Finito de Córdoba, Curro Díaz, López Chaves y El
Cid, que se despide. El cartel de Miura ha cambiado casi radicalmente. Octavio
Chacón, tan entero hace un año, ha sobrevivido a los cambios. La entrada de
López Chaves y Manuel Escribano le hace ganar enteros.
Postdata
para los íntimos.- El concurso de cocineros del día de la Virgen era de
merluza en salsa verde y no de tortilla de patatas. Me lo ha contado una vecina
del paseo de Mikeletes, que es buena observadora. Vive en un último piso.
Parece que hasta la terraza llegaban los efluvios del guiso. Veinte fuegos a la
vez. Por primera vez en esta clase de concursos los tres primeros puestos del
concurso los coparon mujeres. Y no es parte de la constante reivindicación
feminista en una sociedad en el fondo tan matriarcal como la vasca. Ha habido
una violación un día de fiestas y ya he contado ocho pintadas denunciando y
clamando venganza.
Se empieza a calentar en el barrio la denuncia
contra las obras del metro, que traerán hasta Bentaberri una extensión del tren
de Amara que ahora mismo se desvía a Añorga desde Lugaritz y ni roza el
Antiguo. De ese tema no opino.
Hace un día glorioso. La calle Matía ha recuperado
su nervio de sábado. El pequeño comercio está muy vivo. Cola en la pescadería.
Colas en la ecopanadería de la plaza de Gascuña. Cola para tomarse un pincho en
el Antzara, donde ha dejado de colgar la bandera del Aúpa Orio, por las
traineras y sus banderas. Orio va a ganar este año la bandera de La Concha. Muy
emocionante. Hace cuatro años se les había olvidado remar y ciar.
En Zaragoza, y no solo, llaman merluza Orio a la
que se cuece o guisa con guindilla picante y ajos refritos. Una tajada o un
taco. Como queráis. ¿Poco hecha? La merluza, poco hecha, es sabrosa. El ajo
refrito es, en mi opinión, demasiado dominante. Parece que la piel de la
merluza es potente nutriente. La prefiero cruda. Contemplar su brillo de plata
cegadora. En el Oliyos, en la calle Escolta Real, que sigue siendo el mejor
restaurante del barrio -calidad, tradición, buen precio- saben cortar la
merluza como en cualquier garito de postín, que son unos cuantos en la ciudad.
Y darle el punto. El punto de las merluzas cántabras. Parece que el boquerón ha
recuperado los niveles del año 2015, cuando la amenaza de extinción. El mundo
de la anchoa es otro mundo. Recién pescada, con su ajo y su guindilla, y su
perejil, es exquisito bocado. Bocarte, dicen aquí. Se abre sin consuelo el
apetito. Un pincho de tortilla babosa en el Oliyos. Infalible opción.
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