martes, 20 de agosto de 2019

PREVIA / CORRIDAS GENERALES DE 2019 - De las corridas: serias, duras y propicias de los toreros: sin rey ni roca

BARQUERITO

CON la sola excepción de Zalduendo, las ganaderías de la Aste Nagusia de 2019 son  piezas seguras del engranaje taurino de Bilbao. El hierro de menos antigüedad en el abono, el de Victoriano del Río, se ha ganado puesto fijo por méritos. La repesca parece que estable de la leyenda de Miura acentúa la parte torista de la semana, que arranca sobre el papel con tres ganaderías favoritas: Jandilla, Garcigrande/Domingo Hernández y Torrestrella. Una ausencia forzosa y sensible: Alcurrucén.

EL SENTIDO del llamado toro de Bilbao no admite dobleces. El toro con todos sus atributos: la cara, el cuajo, la hondura también. Y, sin embargo, las ocho ganaderías del abono podrían dividirse en dos categorías diferentes. Las duras y las propicias. Ni las duras dejan de ser propicias, porque pueden serlo, ni las propicias, duras de roer. Pero de distinta manera en ambos casos.

Los catálogos son de proporciones exactas. Cuatro duras y cuatro propicias. Por orden de antigüedad y no por grado de dureza, las cuatro duras serían y probablemente serán Miura, Victorino Martín, Torrestrella y Fuente Ymbro. Las propicias, sin mayores distingos, deberían ser Zalduendo, Victoriano del Río, Garcigrande/Domingo Hernández y Jandilla.

En el punto medio entre unas y otras ha venido contando el hierro de Alcurrucén, que será esta vez la ausencia más sensible del elenco. A las camadas del 4 y del 5 les faltaba ese punto que distingue el toro de Bilbao de sus pares de Madrid y fue el propio ganadero, José Luis Lozano, quien renunció a comparecer este año. El aire temperamental tan característico de los toros de Alcurrucén no es exclusivo, sino que puede detectarse en el toro de Torrestrella. Y no solo. Al aficionado torista de Bilbao, obligado como en tantas otras partes a batirse en retirada, le provocan de un toro dos razones: el poder y el temperamento. La física y la química, que son la clave de la bravura.

En el palmarés oficial de los últimos siete años –decide el jurado de la Junta Administrativa de Vista Alegre- han ido al copo Jandilla, Alcurrucén y Torrestrella. Ninguna casualidad. Siete son los años que sirven para medir el carácter y la deriva de la ganadería que sea. Con un requisito imprescindible en todo caso: ha de tratarse de ganaderías largas y de largas camadas. Siete años estuvo Torrestrella sin lidiar en las Corridas Generales. Siete seguidos lo estuvo haciendo Jandilla hasta que el curso pasado se tomó un respiro. Otros tantos ha estado Alcurrucén sirviendo corridas de sello propio.

La palma de comparecencias en Bilbao, si se cuenta a partir desde el año 2001, se la lleva Victorino Martín, presente en todas las ediciones de Aste Nagusia desde entonces. Ventaja insuperable. Basta comparar su registro de dieciocho corridas con los de las otras tres de cupo de duras de este año. Diez veces Torrestrella; siete Fuente Ymbro, solo cinco Miura. Y ventaja parecida sobre el cupo de las propicias de 2019. Diez corridas de Jandilla; siete de Garcigrande/Domingo Hernández; solo tres de Victoriano del Río, ganadero revelación en Bilbao de las dos últimas temporadas, y otras tres de Zalduendo, que es la única ganadería que cambió de manos y dueño en todo ese tiempo.

En todo ese tiempo murieron ganaderos de época como don Álvaro Domecq y Díez. Victorino Martín Andrés, Domingo Hernández y solo la primavera pasada Fernando Domecq Solís. Los primogénitos de Victorino, don Álvaro y Domingo Hernández ya estaban al frente de la ganadería cuando la muerte de sus progenitores. Con la venta de Zalduendo al ganadero mexicano Alberto Bailleres se perdió la continuidad de una de las tres dinastías de criadores de apellido Domecq Solís. No del encaste Domecq, que sigue justificando en Bilbao su cartel de encaste mayoritario en celebraciones mayores de plazas españolas y también francesas.

Una mayoría paliada por las aportaciones sustantivas de Victorino y Miura. De cuantos lidian en Bilbao, y sin pensar en el caso aparte de Victoriano del Río, son los hermanos Miura, Eduardo y Antonio, los ganaderos titulares en ejercicio de más años en el oficio. El grado de experiencia probada para mantener viva una ganadería de leyenda y personalidad propia y aparte. La dureza de la corrida de Miura en las Corridas Generales de 2018 sirvió de muestra de una estirpe todavía indómita.

De un año acá ha cambiado el elenco de ganaderías más de lo habitual. Han saltado tres: Alcurrucén, El Parralejo, cuyo debut en Bilbao entonces no fue afortunado, y Núñez del Cuvillo. En remplazo de ellas, Fuente Ymbro, que retorna tras una ausencia consentida de dos años, Zalduendo, que vuelve a hacerlo al cabo de diez, y Jandilla después de solo un año sabático.

Ha desaparecido del abanico de encastes el de atanasios y lisardos de Puerto de San Lorenzo, que lidió su última corrida de Bilbao en 2017 y ha pasado a ser hierro en lista de espera. Las variaciones de ganaderías desde el año 2015 –treinta tardes de toros- han sido mínimas. Experimentos sin éxito de El Parralejo y Antonio Bañuelos; intento frustrado de repesca de Juan Pedro Domecq hace ya cuatro años y al socaire de una terna de socios fieles, Ponce, Morante y Manzanares; la pobre química entre Núñez del Cuvillo y los criterios del Bilbao oficial.

Conviene, por lo demás, reparar en el reparto de fechas y asignaciones de las ocho corridas de marras. Las cuatro propicias, en los días de la semana que deberían garantizar mayor reclamo en la taquilla. De martes a viernes. Las dos en teoría más difíciles, Victorino y Miura, en domingo, que es la fecha que menos complace a la mayoría de los ganaderos. Los Miura están acostumbrados a cerrar feria. Victorino ha dejado de hacerlo en Madrid y no lo ha hecho nunca en Sevilla. En Bilbao por última vez en 2015. Ahora, por segundo año consecutivo, abrirá abono tras el prólogo de la corrida de rejones. Hambre de toros hay.

DE LOS TOREROS: SIN REY NI ROCA

ROCA REY era la joya de la corona de los carteles originales. De los de Bilbao tanto como de los de Pamplona, Santander, Alicante, Burgos, Badajoz, Mont de Marsan, Huesca, Dax, Málaga, San Sebastián. Etcétera. Cuando se confirmó su baja forzosa por una preocupante lesión de cervicales y tendones, y se hizo anuncio oficioso de su retorno para el último sábado de agosto en la goyesca de Ronda, tocó cubrir las dos plazas por él elegidas para la ocasión. Las corridas de Victoriano del Río y Jandilla.

Quien elige manda. Y manda Roca Rey incluso en esta ausencia tan prolongada de cuarenta días. La cuarentena taurina más larga del último lustro. Y la quincena previa a la cuarentena. En 2015 se estrenó Roca Rey en Bilbao con una novillada. No es que apuntara maneras. Ya era una especie de cohete.

La semana sin Roca. No por primera vez. Pasó hace dos años. A partir del triunfo rotundo de Cayetano en Pamplona el reparto de las dos plazas de Roca fue de lógica: para Cayetano, que estaba descolgado de Bilbao este año, el de la corrida de Jandilla. Para El Juli, una sola tarde firmada esta vez, el de la corrida de Victoriano del Río, que es muy de su gusto y consta en su palmarés de tardes felices.

A los dos sustitutos de Roca les toca tirar de taquilla. Y a Ponce y Diego Urdiales, que eran con Roca Rey los únicos contratados a dos de las ocho tardes de abono. La reciente reaparición de Ponce cinco meses después de su grave lesión de ligamentos de la rodilla ha sido tratada como un acontecimiento y se dejará sentir en Bilbao más que en ninguna otra parte. El papel estelar de Urdiales en las Corridas Generales es por todo indiscutible. Nadie, ni siquiera el devastador Roca Rey, puede competir con el palmarés del torero de Arnedo, que arrastra hasta Bilbao mucha afición de fuera. No solo de la Rioja apasionada.

En los cuatro carteles de corridas sobre el papel propicias se han acomodado Ponce y Urdiales, juntos en el cartel de Zalduendo, y de rebote El Juli. Serán por tanto seis de los doce puestos de las cuatro fechas buenas de la semana para toreros con más de veinte años de alternativa. Roca Rey habría compensado el promedio. Ferrera, del cupo de veinteañeros de alternativa, Manzanares, Paco Ureña, el repescado Cayetano, Ginés Marín y Pablo Aguado completan el reparto.

La mirada puesta en Pablo Aguado, que es junto con Emilio de Justo la gran novedad de los carteles. La novedad ha sufrido desde la pasada primavera una ligera pero no inexplicable erosión. Haber asumido el grueso de las sustituciones de Roca Rey en verano ha tenido su parte mortificante y su desgaste. Con todo, Aguado llega a Bilbao con cartel fresco. Se encontrará ambiente predispuesto. A favor, naturalmente. Aquí, igual que Roca Rey, toreó de novillero. Arrancado y entero, convincente, diferente. Gustó mucho entonces.

Emilio de Justo, castigado este año por percances inoportunos, es el otro reclamo mayor de la semana. No solo por la novedad, sino porque su paso por Sevilla y Madrid supuso una tardía consagración. Torero rescatado del olvido. Y de qué manera. Una de Victorino, su ganadería predilecta. La entiende mejor que nadie. Con ella arriesga más que nadie también. Cabeza fría, corazón caliente. Torero completo.

En el socorrido cartel de toreros jóvenes se ha colocado un rival de interés que pasó de puntillas por Sevilla y Madrid, pero lleva caliente el verano. El toledano Álvaro Lorenzo, que tuvo en 2018 un feliz debut en Bilbao con un toro de Victorino muy bellamente por él templado con su importante mano izquierda. Descontando a Pablo Aguado, es Álvaro el torero de refresco que con mejor compás torea a la verónica.

El refresco relativo de nombres –Román, Luis David Adame, Juan Leal, José Garrido- tiene por contrapeso la repesca de toreros con tantísimas horas de vuelo como Finito de Córdoba, Curro Díaz, López Chaves y El Cid, que se despide. El cartel de Miura ha cambiado casi radicalmente. Octavio Chacón, tan entero hace un año, ha sobrevivido a los cambios. La entrada de López Chaves y Manuel Escribano le hace ganar enteros.

Postdata para los íntimos.- El concurso de cocineros del día de la Virgen era de merluza en salsa verde y no de tortilla de patatas. Me lo ha contado una vecina del paseo de Mikeletes, que es buena observadora. Vive en un último piso. Parece que hasta la terraza llegaban los efluvios del guiso. Veinte fuegos a la vez. Por primera vez en esta clase de concursos los tres primeros puestos del concurso los coparon mujeres. Y no es parte de la constante reivindicación feminista en una sociedad en el fondo tan matriarcal como la vasca. Ha habido una violación un día de fiestas y ya he contado ocho pintadas denunciando y clamando venganza.

Se empieza a calentar en el barrio la denuncia contra las obras del metro, que traerán hasta Bentaberri una extensión del tren de Amara que ahora mismo se desvía a Añorga desde Lugaritz y ni roza el Antiguo. De ese tema no opino.

Hace un día glorioso. La calle Matía ha recuperado su nervio de sábado. El pequeño comercio está muy vivo. Cola en la pescadería. Colas en la ecopanadería de la plaza de Gascuña. Cola para tomarse un pincho en el Antzara, donde ha dejado de colgar la bandera del Aúpa Orio, por las traineras y sus banderas. Orio va a ganar este año la bandera de La Concha. Muy emocionante. Hace cuatro años se les había olvidado remar y ciar.

En Zaragoza, y no solo, llaman merluza Orio a la que se cuece o guisa con guindilla picante y ajos refritos. Una tajada o un taco. Como queráis. ¿Poco hecha? La merluza, poco hecha, es sabrosa. El ajo refrito es, en mi opinión, demasiado dominante. Parece que la piel de la merluza es potente nutriente. La prefiero cruda. Contemplar su brillo de plata cegadora. En el Oliyos, en la calle Escolta Real, que sigue siendo el mejor restaurante del barrio -calidad, tradición, buen precio- saben cortar la merluza como en cualquier garito de postín, que son unos cuantos en la ciudad. Y darle el punto. El punto de las merluzas cántabras. Parece que el boquerón ha recuperado los niveles del año 2015, cuando la amenaza de extinción. El mundo de la anchoa es otro mundo. Recién pescada, con su ajo y su guindilla, y su perejil, es exquisito bocado. Bocarte, dicen aquí. Se abre sin consuelo el apetito. Un pincho de tortilla babosa en el Oliyos. Infalible opción.

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