Una extraordinaria corrida de
Garcigrande saca lo mejor de Luis David, que vuelve a triunfar pero se queda en
el umbral de una polémica salida a hombros; nueva faena prodigiosa y de talento
de El Juli a un toro de virtudes escondidas.
ZABALA DE LA SERNA
@zabaladelasertna
Bilbao
Fotos: EFE
Al
reclamo de los dos toreros totémicos de Bilbao como lo son Enrique Ponce y El
Juli, Vista Alegre registró la entrada más potente de las Corridas Generales.
No importó que rascase la inclusión de Luis David -apoderado por la empresa-
por Pablo Aguado. Lo que dice varias cosas y ninguna buena. Que las inercias
de los públicos itinerantes y nómadas atropellan las razones de los
aficionados/abonados en minoría es una de ellas. Y no sólo de principio
como después se vio. Esa inercia dejó sevillanos huérfanos de motivo por
doquier. Fugaces pancartas contra los Chopera y la Junta Administrativa
asomaron en la barrera de sol. Y ya. Aquí paz y, después, 25 años más...
Por
retomar el hilo conductor: a LDA le saltó un toro que, en lugar de en Bilbao,
parecía que toreaba en La México. Así de pitorrón lucía el colorado y redondo
toro de Domingo Hernández. Y así de despacio y humillado embestía. LD lo había
saludado con una larga cambiada de rodillas, una carta de presentación o
justificación extensible a las gaoneras del quite. Incluso a los péndulos
silvetistas del arranque de faena. Después no es que estuviera mal, es que
estuvo como es. Las embestidas hiperreducidas de velocidad y especialmente
profundas por la mano izquierda. Cosidas a los vuelos del hidrocálido. Que los
echaba al hocico como le pedía el burel. Hacía mucho que no escribía burel. Por
no hacer el cuento muy largo: la última tanda de naturales enfrontilados y, por
tanto, con el torero fuera del ángulo muerto fue superior. El toro se vació
inmensamente en una maravillosa coda de superlativa entrega. La estocada al
encuentro se hundió caída. Lo que no fue óbice para impedir la generosidad del
gentío.
De
un espadazo sin mácula esta vez tumbó, también recibiendo, a un sexto con el
poder contado -tanto que se quedó a milímetros del pañuelo verde- y la clase
exaltada. Luis David lo sostuvo con suavidad. Ni un tirón, ni un trallazo. El
toro de mazapán derramaba almíbar con el hocico de su carita anovillada.
Sitio y temple en una faena de desnuda sinceridad. Y, quizá por contagio de la
embestida, más fina en el tacto y en el trazo. Del airazo del quite de Zapopán
pasó Adame chico a la brisa. Y de la brisa al huracán de su acero. Que reventó
ahora por todo lo alto al toro de seda, rodado y sin puntilla. El gentío se
desató en la petición, pasando la frontera de la primera oreja. De peso. Y se
embaló a por la otra, llave de la puerta grande. El presidente Matías se
atrincheró frente al oleaje. Las mulillas no enganchaban al toro. La bronca
subía con los decibelios de un antro cerrado. No hubo modo. LDA agarró su
trofeo entre lágrimas y paseó dos ruidosas vueltas al ruedo.
Un
cabreo monumental despidió la tarde. Que ya había arrancado caliente cuando se
puso a hervir con la ardiente caldera de un toro llamado Triunfante. De
Garcigrande en una mayoría de Domingo Hernández. Bajo y hechurado. De seria
expresión. Bravo y encastado. Ponce principió con poderosos doblones. Pero en
pie se relajó demasiado y el toro le marcó un ritmo que no esperaba, allá en
paralelo a la segunda raya. Se lo sacó a los medios y fue peor el remedio que
la enfermedad. Un atragantón. Por la izquierda no le enjaretó ni uno. Así que
regresó a los terrenos de donde no debía haber salido. El septuagésimo paseíllo
en Bilbao se le hizo bola. Y recurrió a unas roblesinas genuflexas que
pretendieron maquillar lo inmaquillable.
La
cosa es que con el pacífico cuarto tampoco arregló nada en una labor interminable
que inició bien. Hasta que perdió el oremus inexplicablemente, alargando lo
inalargable, por la tabla del cuello, entre poncinas sin sentido. Un borrón en
su inigualable historial.
Frente
al gris paso de EP, la luz de El Juli. Inédito con un sobrero de escasísimo
celo, creó ante el quinto otro prodigio. 24 horas después, otra faena de
talento mayor. Ahora con un mansito al que extrajo la calidad que escondía, el
son. Hasta acabar en tres tandas superlativas que rindieron de nuevo Bilbao.
Justo
Hernández lidió una corrida extraordinaria. Qué soberbio ganadero, el orgullo
del campo charro, la memoria viva del padre.
¿Mereció
Adame la puerta grande? Dénsela a Justo.
DOMINGO HERNÁNDEZ - Enrique Ponce, El
Juli y Luis David Adame
Plaza de Vista Alegre. Jueves, 22 de
agosto de 2019. Sexta de feria. Tres cuartos de entrada.
Toros de Domingo Hernández y uno
de Garcigrande (1º, y el sobrero 2º bis); de pareja y cuajada
presentación, amable por delante; muy encastado y bravo el 1º; noble sin
excelencias el 4º; de mucha calidad y agradecido el mansito 5º; de
extraordinaria clase un 6º de contado poder; el 2º bis careció de celo.
Enrique Ponce, de blanco y azabache. Estocada
rinconera y atravesada y tres descabellos. Aviso (saludos). En el cuarto,
pinchazo hondo y tres descabellos. Dos avisos (saludos).
El Juli, de sangre de toro y oro. Pinchazo,
estocada trasera y desprendida y descabello (silencio). En el quinto, estocada
trasera. Aviso (oreja).
Luis David, de azul pavo y oro. Estocada corta y
caída (oreja). En el sexto, gran estocada fulminante al encuentro (oreja,
fuerte petición de la segunda y dos vueltas al ruedo).
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