Una
floja corrida de Juan Pedro desluce la reinauguración de La Malagueta.
CARLOS
CRIVELL
Málaga
La Malagueta se presentó más bella que nunca 143
años después de su inauguración. En la corrida de esta nueva plaza faltó el
lleno y sobraron autoridades en el callejón. El himno nacional saludó a los
presentes y el respetable lo escuchó en pie.
El toro que abrió esta nueva etapa fue un jabonero
muy bien hecho. Enrique Ponce le enseñó el camino en las verónicas del saludo.
Tras el saludo de Jocho y Jaime Padilla, Ponce lo sacó con mimo al centro. El
toro, corto de bríos pero con nobleza, metió la cara en una faena de temple del
valenciano y de mucho oficio, como corresponde a este torero. Exprimió mucho a
Guachinango, que cada vez podía menos con su esqueleto. La espada cayó en los
bajos.
El cuarto fue chiquito de tamaño. Tan flojo que se
quedó muy corto y se defendió a cabezazos. Chiquito pero con genio. Ponce lo
trató con esmero, ya por la derecha, ya por la izquierda. El de Juan Pedro
dobló las manos y rebañó en su viaje. Ponce hizo un gran esfuerzo, muy
gesticulante y expresivo. Se metió entre los pitones, robó pases donde no los
había, mucho más que los que merecía el astado. La media estocada no fue
suficiente y el descabello le quitó un premio mayor. La plaza se volcó en la
vuelta.
Javier Conde toreó desconfiado al segundo con la
capa. No fue un toro bonito, alto, tocado arriba y abierto de pitones. Recibió
un castigo desmesurado en la primera vara. Conde se relajó en tres derechazos
con desmayo, de acompañar que de mandar, pero con gracia y soltura. No hubo
más. El toro se defendió al final de los muletazos y el malagueño fue incapaz
de quedarse quieto.
El quinto también fue pequeñín. Conde se quedó
quieto en dos lances y bordó dos chicuelinas y una media de cartel. Pidió el
cambio con un puyazo y se lo concedieron. Debió ser un despiste. El toro se fue
al relance en un segundo picotazo. No podía con su alma el animalito. Conde se
estiró en tres derechazos buenos, siempre con un toque de precaución en la
distancia entre toro y torero. La bondad suprema del Juan Pedro tenía su
limitación en unas fuerzas nulas. Y así, uno por aquí, otro por allí, nunca dos
seguidos, Conde se tapó por encima de lo previsto. La media estocada le
permitió saludar desde el centro.
Morante de la Puebla cerró una terna que sumaba
130 años. Da igual el lugar en el que se anuncie, el que le saca los papelillos
en el sorteo está gafado. El tercero fue manso. Con una lidia desordenada, el
animal llegó aplomado a las manos del cigarrero, que no se entretuvo mucho
delante. A matarlo y la plaza enfadada.
El sexto, cinqueño largo, muy engatillado, blando
y descastado, tampoco fue el molde para torear bien. Morante hizo el esfuerzo.
Otro animal tan noble como desfondado. Y de pronto descubrió un pitón izquierdo
con un viaje más largo y apareció el toreo en La Malagueta. El natural limpio y
largo con el sello de Morante. Y también con la derecha hubo pases de calidad.
Acabó por naturales pasándose el toro por la faja. No fue la perfección. Fueron
gotas de toreo grande.
JUAN PEDRO DOMECQ - Enrique Ponce,
Javier Conde y Morante de la Puebla
Plaza de La Malagueta. Miércoles, 14 de
agosto de 2019. Primera de feria. Tres cuartos de entrada.
Toros de Juan Pedro Domecq, en el límite de la presentación para una plaza
de primera. Noble y flojo el 1º; soso y a la defensiva el 2º; manso y deslucido
el 3º; sin fuerzas y complicado el 4º; muy noble y sin fuerzas el 5º, noble y
flojo el 6º.
Enrique
Ponce, de rioja y oro. Estocada
trasera y baja (saludos). En el cuarto, media estocada y tres descabellos
(vuelta al ruedo).
Javier
Conde, de tabaco y oro. Dos
pinchazos y descabello (silencio). En el quinto, media estocada (saludos).
Morante
de la Puebla, de azul pavo y oro.
Pinchazo, media estocada y descabello. Pitos. En el sexto, pinchazo y estocada
(vuelta tras petición).
No hay comentarios:
Publicar un comentario