Torerísima
tarde del riojano, que dibuja una bella faena sobre la bondad de un toro rajado
y corta la única oreja; fea, mansa y deslucida corrida de Zalduendo.
Diego Urdiales |
ZABALA DE
LA SERNA
@zabaladelaserna
San
Sebastián
En dos verónicas mecidas de Diego Urdiales, ya
habíamos visto torear más que en toda la tarde anterior. Y casi sin prestarse
el basto toro de Zalduendo. Que cantó pronto su mansa condición. Protestón en
el caballo; doliente en banderillas. La gozosa apertura de faena sobre las
piernas desprendió el sabor de otros tiempos. No humillaba el zalduendo. Y
Urdiales planteó todo a su altura. Provocándole para abrir el viaje vencido por
el derecho, despacio para encelarle por el izquierdo. Que dentro de un orden
era la mano del toro. Los naturales esbozados arrastraron oles. Esa serie
exacta. A veces sonaba el pitón contra el palillo. Diego quiso incluso por
demás con el toro vacío. Y pinchó con los terrenos cambiados. Rajado el bruto,
en la suerte contraria, le metió el brazo.
Si ya entonces había apuntado pasajes de lo añejo,
Diego Urdiales dibujó después bellísimos muletazos. Su izquierda inventó
paisajes de oro con el grandón cuarto de alma huida. Otro manso; otro estilo.
El instante preciso de humillación y bondad. Y luego se soltaba amablemente.
Cuando Urdiales se disponía a brindarlo al público, ya se había rajado camino
de toriles. No le condicionó. Y elevó la montera al aire que habría de
esculpir. Diego disfrutó. Echaba los vuelos desde la muleta plegada y caían
pétalos de su muñeca. Y salía y entraba de la cara del toro gustándose.
Sintiéndose torero. Qué será esa cosa, la torería. Los pases de pecho también
sublimaban su corazón de artista. De una en una las gotas del elixir, las
perlas hilvanadas. Un desplante último plasmó una imagen escultural. Casi se
había pasado de faena, otra vez olvidado del reloj. La estocada trasera trajo
la muerte y la recompensa.
Dentro de lo descastada, mansa y deslucida que fue
la fea, desigual y grandona corrida de Zalduendo -qué mal gusto, macho-, el
castaño tercero también se prestó por su pitón izquierdo. Sin finales, pero
venía descolgado por delante. Muy abierto de cara, degolladito, alejado también
de la belleza. Ginés Marín anduvo muy listo. En el sitio concedido, en el juego
de las inercias. Y en la prontitud de su zurda. Que trazaba bonitos naturales,
más encajados que ajustados. Breves y espumosas las series, notable la segunda.
El paso por la derecha siguió los mismos parámetros. La menor respuesta del
zalduendo provocó el regreso al natural. GM apuró en exceso faena y toro. El
epílogo por ajustadísimas bernadinas cambiadas levantó el pulso perdido. Pero
agarró hueso en la suerte equivocada. Y, cuando enterró el acero, la petición
no cuajó. Luego, careció de cualquier opción con un gigantón último que, por no
ser, no era ni serio. Topaba ayuno de cualquier atisbo de clase o bravura.
Marín se extendió y se eternizó con la espada.
En la fealdad del sexteto, el mostrenco sobrero
que sumó como quinto bis se llevó la palma con sus hechuras elefantiásicas. Su
mentirosa mansedumbre se tornó en un imposible para Paco Ureña. Que pechó con
lo más desagradable y desagradecido con enorme mérito. Ya le había consentido
todo y más al anterior de su lote de amplias sienes. Cuando atacó soltando su
abierta cara y cuando reculó escondiendo intenciones. Ureña no renunció nunca.
El sabor de Diego Urdiales y sus inventadas
esculturas aún flotaban en la oscuridad de Illumbe cuando cayó el telón.
ZALDUENDO - Diego Urdiales, Paco Ureña y
Ginés Marín
Plaza de Illumbe. Sábado, 17 de agosto de
2019. Última de feria. Unas 4.000 personas.
Toros de Zalduendo, incluido el sobrero (5º bis), un cinqueño (5º); muy
desiguales en sus feas hechuras; conjunto manso y deslucido; el rajado 4º y el
3º por el izquierdo se prestaron algo más.
Diego
Urdiales, de verde hoja y oro.
Pinchazo y estocada atravesada. Aviso (saludos). En el cuarto, estocada pasada
(oreja).
Paco
Ureña, de rosa y oro. Estocada
corta y perpendicular (saludos). En el cuarto, estocada rinconera (saludos).
Ginés
Marín, de verde hoja y oro.
Pinchazo y estocada delantera (petición y saludos). En el sexto, cuatro
pinchazos, estocada corta habilidosa y tres descabellos. Aviso (silencio).
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