El
alicantino desoreja a un bravo toro de Cuvillo premiado con la vuelta al ruedo
en el arrastre; dos trofeos para Ferrera y otro para Cayetano con una notable
corrida.
ZABALA DE LASERNA
San
Sebastián
Foto: EFE
Pronto empezó la fiesta de cuvillos en San
Sebastián. Un toro de clase enamorante y la heterodoxia de Antonio Ferrera
descorcharon la alegría. Traía temple en su preciso poder el recortado y
redondo cinqueño, armónicas hechuras. Los tenues inicios y el buen son del
colorado Barredor se consolidaron. Medido el castigo, contados los capotazos.
Un breve quite por chicuelinas, casi al paso. De los suyos. Que nacen bajo el
peto. La embestida creció con el amable trato y las generosas distancias. La
humillación siempre presente. La faena de AF desprendió torería y variedad,
dispersa de terrenos. Muchas cosas, genialidades e improvisaciones. En serio,
una extraordinaria y despaciosa serie de naturales. A cámara lenta. Ahí
Barredor enseñó toda su categoría. Que mantuvo hasta el final. Abandonada la
espada simulada, el lío de las luquecinas trepó por los tendidos. Como los
derechazos a los vuelos, sin la ayuda. Y Ferrera volvió a mirarse en el espejo
del 1 de junio en Madrid: unos quince o veinte metros entre el matador
perfilado y el toro pronto. Bastó media estocada en todo lo alto para provocar
la muerte (y el derrame). Cayó la oreja exacta cuando se pedía la segunda...
Otro tipo de bravura portaba el musculado quinto.
De transmisión y repeticiones volcánicas. Halcón arreaba con cojones, todo por
abajo. Su piel dejaba fogosas estelas rojizas. Empujó de verdad en el caballo
de Chocolate. Que agarró los puyazos arriba, fuertes. José María Manzanares
planteó la faena en los mismo medios tras el trajín de tanteo que nunca
adquiere el rango de apertura. Y sobre el platillo se agarró al piso ante el
vendaval que se avecinaba. De todas las series, que fueron muchas, una en
redondo alcanzó cierta armonía y entrega; todas las demás sonaban técnicamente
defensivas, de traer y llevar, más que reducir. Que no era fácil. Halcón
marcaba un ritmo trepidante. Y Manzanares ligaba los derechazos tersos y
tirantes. Torear con una tabla tiene eso, rigideces corporales al margen. Sobre
la izquierda, fluía menos la cosa. Por esa mano hay menos defensa y los
movimientos se desacompasaban. No paraba el cuvillo de prender cartuchos de
T.N.T. Exigió tela. Todavía a últimas se arrancó con la casta incendiada. Como
si le quedara más dentro. JMM se fue a por la espada, el arma que todo lo tapa.
Un espadazo en la suerte de recibir reventó a Halcón. Que se resistió a morir
exaltando su raza brava. El palco se despendoló con las dos orejas; la vuelta
al ruedo en el arrastre se impuso.
El último toro de nota fue el sobrero. Que hizo
sexto bis con sus cinco años cumplidos y su espléndido porte que explicaba su
suplencia. Fácil por su bondad sin apreturas, su manera de hacerlo por fuera.
Parecía el alma gemela de Cayetano. Así fue la faena, abierta de rodillas. y
cerrada mirando al tendido y por alto. Suave como el son sostenido del cuvillo.
Rivera, además de su bajío, cuenta con una espada inapelable y un estilo
peculiar. La superior estocada siguió la generosa veta de trofeos.
Otro le había dado el palco a Antonio Ferrera por
un volapié a cámara lenta: ¡qué notables espadazos se vieron! El más basto
cuarto embestía como era, brutote. Manejable pero bruto. Ferrera se lo curró
concienzudamente. Incluso cuando se apagaba la llama del fondo. Las luces de un
quite por faroles aún parpadeaban.
En la fiesta de los cuvillos, sólo fallaron los
feos, los estrechos segundo y tercero. Quizá porque tenían que fallar. Especialmente
el de Manzanares, agalgado y degollado por fuera, geniudo por dentro. Todavía
el de Cayetano tuvo su buen trato por el pitón derecho. Más movilidad que
verdadero empuje. Lo suficiente para estar de otro modo -¡ay, qué dolor de
giraldillas!- con más de 10 años de alternativa.
A Manzanares lo sacó a hombros una legión de
porteros.
NÚÑEZ DEL CUVILLO - Antonio Ferrera,
José María Manzanares y Cayetano
Plaza de Illumbe. Miércoles, 14 de agosto de
2019. Primera de feria. Unas 7.000 personas.
Toros de Núñez del Cuvillo, incluido el sobrero, tres cinqueños (1º, 3º y 6º
bis); de diferentes hechuras y remates; de templada clase el 1º; de nervudo
genio el manso 2º; de buen pitón derecho el 3º; manejable pero brutote y a
menos el 4º; extraordinariamente bravo el 5º, premiado con la vuelta al ruedo
en el arrastre; notable y fácil el 6º bis.
Antonio
Ferrera, de grana y oro. Media
estocada arriba en la suerte de recibir (oreja y petición). En el cuarto,
estocada pasada. Aviso (oreja).
José
María Manzanares, de azul marino
y oro. Estocada baja (silencio). En el quinto, gran estocada en la suerte de
recibir (dos orejas). Salió a hombros.
Cayetano, de verde hoja y oro. Estocada trasera y
atravesada y descabello. Aviso (silencio). En el sexto, estocada (oreja).
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