martes, 27 de agosto de 2019

RESUMEN ASTE NAGUSIA 2019 - Paco Ureña arrasó en la última feria de gestión pública de Vista Alegre

PACO AGUADO
Fotos: EFE

El diestro murciano Paco Ureña, con un hito de cuatro orejas que no se daba en esta plaza desde los años 70, arrasó en la que ha sido la última feria de gestión pública de la plaza de toros de Bilbao, que sufrirá ahora un delicado cambio de rumbo en plena reducción de la asistencia de público a sus tendidos.

El toreo clásico y hondo de Ureña fue una de las notas destacadas de unas Corridas Generales en las que se cortaron hasta veinte orejas, a petición la mayoría de ellas de un público generoso y fácilmente impresionable, pero que no pueden tapar la realidad de los escasos momentos de auténtica calidad y trascendencia que se presenciaron, a pesar de que hubo un puñado de toros propicios.

Si el diestro de Lorca paseó esos cuatro trofeos en una sola tarde, la del viernes 23, cortando dos a cada uno de sus toros de Jandilla, otros tantos se llevó el mexicano Luis David Adame, solo que en dos actuaciones.

El joven espada americano tuvo un triunfo de escaso calado el lunes 22 con los "torrestrellas", pero que le valió para coger la sustitución de Pablo Aguado el día 22, cuando volvió a repetir el éxito, ahora más contundente en lo artístico, de sendas orejas de su lote.
Ureña, marcando una abismal diferencia, y Adame fueron los más destacados numéricamente de un ciclo por clase, méritos y valor con malos lotes. Sobresalió también el riojano Diego Urdiales, aunque solo fuera premiado con un trofeo, igual que le sucedió a Emilio de Justo con los "victorinos" y, este siquiera sin oreja, al valenciano Román ante los de Torrestrella.

Suyos fueron los hitos más relevantes de una feria que tuvo otros triunfadores en tono menor, como Jose María Manzanares, El Juli y Juan Leal, los tres también con dos orejas en su haber; aunque concedidas dentro de la excesiva generosidad con que se ha mostrado este año el poco público que ha asistido a los tendidos bilbaínos.

La media del aforo cubierto en los ocho espectáculos de la feria no ha llegado a los 7000 espectadores por tarde, menos del cincuenta por ciento, arrojando una cifra preocupante que puede achacarse principalmente al mal tiempo registrado y a la lluvia caída.

Incluso hay quien suma a los factores que influyeron negativamente otras circustancias indirectas, como las fuertes medidas de seguridad aplicadas en la frontera francesa con motivo de la cumbre del G7, que retrajeron a los cientos de aficionados galos que suelen acudir todos los años a la importante cita bilbaína.

Sea como fuere, esa escasa asistencia de público, menor incluso que la de la feria de 2018, es la peor noticia para una plaza que el próximo año será gestionada por la única empresa que se ha presentado al concurso de arrendamiento convocado por el ayuntamiento, la sociedad compuesta por los actuales gestores, los hermanos Martínez Flamarique, y el magnate mexicano Alberto Bailleres.

La cuestión es que ante un panorama tan preocupante, la familia Chopera, como se conoce traidicionalmente a quienes han confeccionado los carteles de este coso desde hace más de sesenta años, pasarán de cobrar por su gestión una cantidad similar a la que el año que viene tendrán que pagar como canon, que ellos mismos han fijado en 250 000 euros (278 000 dólares).

Está por ver cómo afecta a la programación taurina bilbaína este cambio tan radical, contando con que ni las figuras -entre las que hay que excluir a Roca Rey, cuya caída del cartel afectó sin duda a la taquilla- han logrado cubrir en sus tres cuartas partes los tendidos de una de las plazas señeras del panorama taurino español.

Pero, a pesar de todo, de lo que sí ha podido presumir este año la afición bilbaína es del gran juego ofrecido por los toros de los ganaderías seleccionadas, entre las que destacaron especialmente las de Victoriano del Río y Domingo Hernández.

Y, sin encierros tan completos, también hubo ejemplares muy notables de Victorino Martín, Torrestrella, Jandilla e incluso Miura, a uno de los cuales, bravo y entregado, Manuel Escribano cortó ayer la última oreja de un ciclo que se abrió, en las corridas de a pie, con la paseada por El Cid a un noble "victorino" en la que era su despedida de una plaza donde tuvo alguno de los mayores éxitos de su carrera.

Cuando ayer se apagaban las luces de Vista Alegre y se cerraba esta preocupante feria, la afición comenzaba a especular sobre el que se presume incierto futuro de un coso de primerísima categoría pero necesitado de contundentes y urgentes medidas de revitalización. / EFE

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