viernes, 30 de agosto de 2019

BOROX - Álvaro Lorenzo, un aguacero de temple

El joven toledano corta cinco orejas y sale a hombros junto a Eugenio de Mora que se llevó tres de un notable encierro de Alcurrucén

DARÍO JUÁREZ
@dariojuarezc
Diario EL MUNDO de Madrid

Parecía que la Feria de Borox de este año estaba destinada al olvido más inmundo. Y es que las fuertes lluvias que dejaron las tormentas acaecidas el pasado lunes devastaron las tierras de siembra y el recinto ferial de este municipio toledano. Sin embargo, los cimientos de la plaza de toros sí resistieron la violenta embestida del temporal. En plenas fiestas, un festejo siempre levanta el ánimo de aquellos que pasan estos días tan señalados en el pueblo con familiares y amigos. Y hoy había toros en Borox. 
Antes de la salida del primero, un vaticinante trueno quiso predecir el agua que acabó cayendo sobre el coso borojeño. Allí se caló hasta el apuntador. Sobre todo Eugenio de Mora, que tuvo la mala suerte de que en sus turnos fuera el más afectado por la lluvia, ofreciéndose a los agricultores de la comarca a servirles de talismán para las épocas de sequía. Pero el significado de la tarde recayó sobre Álvaro Lorenzo y su manera de entender y llevar a los toros. Un aguacero templado.

Llevó el metrónomo toda la tarde. Las distancias, las inercias, las alturas y los tiempos. Álvaro Lorenzo embelesó a Borox. La tierra del maestro Domingo Ortega fue testigo del momento de clarividencia por el que atraviesa este joven torero toledano, sobre todo con la faena al quinto. Un toro de Alcurrucén abrochadito, al que recibió con lances a la verónica de suma caricia. El toro transmitía y se movía con mucho celo hacia los engaños que le presentó Lorenzo, cuando la torera apertura llena de muletazos cadenciosos toreados con la cintura, ya presagiaba una obra de cante grande. A media altura decidió hilvanar las primeras series dejando la muleta a modo de espejo delante de la faz. Ni un tirón, ni un cite con brusquedad... Todo era mimo y toreo profundo. La parroquia solicitaba a la banda que arrancara el pasodoble, pero al director le debía de llegar el agua hasta los talones. El toro se fue apagando poco a poco, sin embargo, Álvaro con mucha inteligencia supo añadir el toreo accesorio a la obra ya formada, con redondos invertidos que levantaron a los tendidos. El epílogo se sucedió entre ayudados por alto, una trincherilla y un desdén. Al morrillo miró y allí que se fue con la espada para dejar una estocada entera, un tanto contraria, lo que le obligó a utilizar el verduguillo. Dos orejas más.

Los trofeos, como la lluvia, caían sin conocimiento. "Dale otra, mujer; que se está calando el muchacho", le gritaban a la presidenta. Pues otras dos vinieron del sexto. De nombre Licenciado y, con él, el instantáneo recuerdo de su reata. Éste no embistió como aquellos dos hermanos que les dieron el triunfo a Juan del Álamo y El Juli en Madrid, aunque Lorenzo no estuvo incómodo y el toro empezara a actuar de otra guisa que en los primeros compases de faena. Del segundo se llevó una oreja por su depurada técnica, ya que el animal no tuvo ni clase ni entrega. Protestaba mucho tirando derrotes a las banderas, a lo que Álvaro contestó con la corrección, pese a que deteste que le llamen 'torero correcto'.

A Eugenio de Mora, a estas alturas de la película, sólo se le ve disfrutar con lo que hace. La veteranía que da el paso de los años le ha hecho afrontar las tardes buscando mostrar su recia y castellana tauromaquia, pero con el único fin de encontrar la comodidad interior. El dejar la presión a un lado, el querer encontrarse bien consigo mismo, salga el toro que salga... Eugenio disfruta. La chupa de agua incidió en sus tres toros de manera constante. Tres orejas paseó de cada animal. Y las tres, de tres faenas muy parecidas por la condición de los toros. Al primero le exigió por abajo lo habido y por haber, ya que el animal pedía enteros y su casta, también. De mitad de faena en adelante, el toro se afligió saliendo del muletazo desentendido. Momento que aprovechó el de Mora para dejársela puesta para que no pensara y hacer la famosa rueda de la ligazón. Al segundo de su lote le tuvo que poder mucho, poniendo lo que al toro le faltaba; entre tanto, humillación, entrega, prontitud y fijeza. Todo lleno de carencias.

Con el quinto, invitó al sobresaliente Chapurra a lancear al toro en el turno de quites. Ya en la faena, Eugenio le propuso su firmeza y esa muñeca que bajaba a los infiernos para dejar derechazos de notable factura, aunque la transmisión del toro se quedara en la movilidad del pasar por pasar.

ALCURRUCÉN - Eugenio de Mora y Álvaro Lorenzo

Plaza de toros de Boroz. Viernes, 30 de agosto de 2019.

Toros de Alcurrucén, desiguales de hechuras y juego. Con ritmo el 1º; sin entrega el 2º, de más a menos el 3º, con mucha transmisión el 4º, muy rajado el 5º y parado el 6º.

Eugenio de Mora, de coral y oro. Bajonazo (oreja). En el tercero, pinchazo y estocada casi entera (oreja. En el quinto, pinchazo, estocada y un descabello. Aviso (oreja).

Álvaro Lorenzo, de azul Soraya y oro. Pinchazo, estocada casi entera y dos descabellos. Aviso (oreja). En el cuarto, estocada un tanto contraria y un descabello. Aviso (dos orejas). En el sexto, estocada trasera (dos orejas).

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