El
valiente torero de Chiclana destaca en su presentación en Las Ventas ante una
seria y durísima novillada.
Alejandro Conquero |
MARÍA
VALLEJO
Diario EL
MUNDO DE Madrid
Fotos: Plaza 1
Alberto Pozo brindó el primer proyectil de la balacera
de Saltillo al cielo encapotado. ¡Qué palabra tan torera,
"encapotado"! Tanto como lo fueron los doblones de obertura. De poder
a poder. En ellos quiso enseñar a la fiera antagonista quien mandaba. Como ya
lo había hecho Eleuterio González con dos puyazos de ley y sobrado dominio del
jaco. "Se pica con la izquierda", me enseñaron de pequeña. Pero nada
de aquéllo lo metió en vereda. En premonición de la constante refriega que
sería la tarde... Por el izquierdo, saltaba directo al corazón. A derechas,
pasaba con una mirada gélida. En esa senda ofreció Pozo todo cuanto tenía: más
entrega que bagaje. El enorme esfuerzo lo coronó una media lagartijera.
El
cuarto se aferró al piso para no soltarlo. Y Pozo no tuvo más opción que la
lidia sobre las piernas. Con los estoques pasó un quinario.
Guapito lo era desde sus puntas astifinas hasta la
penca del rabo. Además de listo y atlético. Reponía a la velocidad de la luz en
pos del cuerpo del torero. Para dejar sin aire a Usain Bolt. No así a Alejandro
Conquero, que aprovechó la humillación que traía por el izquierdo para
enroscárselo a la cintura con enorme mérito y consiguiente emoción. La espada
fue otro cantar. Como la salida al tercio por su cuenta tras el sainete del
acero...
El quinto traía 536 kilos de belleza bragada. Y de toro enmascarado de
novillo. También de prenda. Brincaba y se vencía lanzando testarazos. Lamiendo
con las astas los alamares de Conquero. Que lo pasaportó como supo o pudo.
Cuando le llegó el turno a Francisco Montero,
arreció el viento. Con aquel trapillo en que Eolo convirtió su muleta había de
burlar al tigre bicornio de Saltillo. Que viajaba con las dagas por el pecho,
se quedaba corto y derrotaba pavorosamente. Montero ganó el cuerpo a cuerpo por
pura plomada. Tan firme y hundido en los muletazos hilvanados por ambas manos.
Los naturales finales, templados y a pies juntos, se antojaron inverosímiles
tras tanta violencia. Como una micro ficción quebrada en el volapié: FM quedó
colgado del pitón por el pecho. Salió ileso de milagro. ¡Qué debut!
En toriles y con el capote de paseo recibió al
sexto. Un trance tan insólito y como acongojante. Después libró una larga de
hinojos y enjaretó un par de verónicas, ya recuperada la vertical, donde el
saltillo apuntó cualidades. Que a duras penas conservó en la muleta; afligido y
orientado en las muñecas valientes de Montero tras la masacre en varas y el
dislate que fue su lidia. El estertor de la muerte arrastró un suspiro de
alivio: los tres novilleros y sus hombres escaparon indemnes a la metralla de
Saltillo.
SALTILLO - Alberto Pozo, Alejandro
Conquero y Francisco Montero
Domingo, 25 de agosto de 2019. Monumental de
Las Ventas. Un cuarto de entrada.
Toros de Saltillo, serios; ásperos 1º y 2º; orientado y descompuesto el
peligroso 3º; parado el 4º; muy vencido el 5º; afligido y mirón el 6º,
masacrado en varas.
Alberto
Pozo, de canela y oro. Media
estocada (saludos). En el cuarto, un pinchazo, estocada atravesada y tres
descabellos (silencio).
Alejandro
Conquero, de blanco y plata.
Estocada desprendida y siete descabellos. Dos avisos (división de opiniones).
En el quinto, un pinchazo, estocada desprendida y siete descabellos. Aviso
(silencio).
Francisco
Montero, de blanco y plata.
Estocada caída y trasera. Aviso (saludos). En el sexto, media estocada
(silencio).
No hay comentarios:
Publicar un comentario