ZABALA DE LA SERNA
@zabaladelaserna
Diario EL MUNDO de Madrid
A Victorino Martín (hijo) le coge el Premio Nacional de
Tauromaquia con un gripazo de aúpa. Es la voz de la ganadería ahora afónica; el
padre es el alma y el espíritu. «Su trayectoria es incontestable. Es un pelotazo
pero no nos lo podíamos esperar. Es la primera vez que alguien gana la Medalla
de Bellas Artes (2014) y el Premio Nacional de Tauromaquia (2016)», se expresa
feliz Victorino. Aún no se lo ha podido contar al jefe, que no para.
El fin de semana estuvo por Zafra en el homenaje de una peña
que lleva su nombre, a sus casi 90 años. La presente temporada nació con el
indulto en Sevilla de «Cobradiezmos» y siguió en Madrid con un tributo también
histórico: una placa inmortalizaba su nombre y su hierro en la Puerta Grande de
la Monumental de las Ventas, el Olimpo de los dioses, allí donde en 1982 rindió
al mundo entero con la llamada Corrida del Siglo en pleno apogeo de Naranjito,
el puño y la rosa. Atravesó la arcada de la gloria a hombros con Ruiz Miguel, Esplá
y Palomar, como ya había hecho en 1976 en un hecho sin precedentes: «El primer
tanto de la tarde se lo apuntó Victorino al llenar la plaza hasta la bandera
[...]. A más de un ganadero le rechinan los dientes. Les duele la sicosis
masiva que indudablemente existe en Madrid con esta divisa. Pero, señores míos,
ustedes estuvieron a tiempo de hacer lo que él llevó a cabo a su debido tiempo
con indudable garantía: enfrentarse a todo el taurinismo, jugar la carta del
aficionado, respaldar las campañas de la crítica independiente con
declaraciones sumamente peligrosas para quien pretende circular con dignidad
por este espinoso mundillo del toro», escribió Zabala Portolés.
Luego vendría el indulto de «Belador» -la errata de la uve
convertida en be también es singular- en el mes de julio del mismo año, en la
Corrida de la Prensa, único en la vida de la Monumental. Y muchos hitos más.
Como ahora el Nacional de Tauromaquia. Como si nada.
Victorino insiste en la trayectoria incontestable del padre
porque es como para recordarla «con 17 toros de vuelta al ruedo en la plaza de
Madrid y una lucha por la integridad del toro desde que debutó con su nombre en
Calasparra hace exactamente 50 años, 55 desde que compró la ganadería a
Escudero Calvo cuando caminaba hacia el matadero, los mismos que ha defendido
el respeto a la parcela del ganadero como nadie».
Al mero reclamo de su nombre se acababan los boletajes en
las taquillas por todas las grandes ferias de España. Torease quien torease. Y
su caché se disparó tanto como su fama y el brillo de ese colmillo de oro que
asomaba en su sonrisa de pícaro ganador.
Victorino extendió su reinado de la A coronada de
Albaserrada, el encaste protegido bajo su sagacidad, su imagen alejada del
estereotipo de ganadero andaluz, su lengua indomable y unas dotes de innato
comunicador que hacían saltar chispas en un sistema dormido. En sus dominios no
pisaban veedores de toreros ni nadie osaba mandar más que el ganadero en su
producto, en sus criaturas voraces y tobilleras -las alimañas que adquirieron
tanto predicamento como sudores hicieron pasar a sus lidiadores- o templadas y
entregadas al mando de los vuelos de quien fuese capaz de descifrar los códigos
de una bravura distinta y peculiar.
El salto de criador de ganado de carne y lechero, tratante,
carnicero y moruchero que por las noches bajaba a Madrid a caballo con su
ganado al matadero a imprescindible ganadero de toros bravos en el toreo es
único en la Historia. De las tierras heredadas del abuelo Venancio en la Sierra
de Madrid al imperio de Las Tiesas, la finca de Extremadura donde pastan los
victorinos y su gloria cárdena.
El hijo del ganadero de leyenda tiene claro que el actual
Premio Nacional de Tauromaquia que concede el Ministerio de Cultura reivindica
en esta ocasión el valor medioambiental de la crianza del toro bravo. Y es
verdad que así lo reconoce el veredicto del jurado.
Distinciones al margen, la inigualable trayectoria histórica
y los éxitos de la temporada 2016 de Victorino significan «la protección del
valiosísimo patrimonio ecológico que encierra la Tauromaquia».
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