sábado, 5 de noviembre de 2016

Ni una esperanza de menos, ni un pesimismo de más; basta que baje el IVA cultural y se cumpla la ley

Ante el nuevo Gobierno
La llegada de un nuevo Gobierno es ocasión propicia para que unos refuercen sus esperanzas, en tanto otros se atrincheran en la oposición a ultranza. Como es uno de los factores de España de más probada transversalidad, la Tauromaquia siempre ha solido quedarse a la espera los hechos, sin adelantarse ni en exigencias ni en lamentos. Reconozcamos que algunas ocasiones, además, con demasiadas dósis de pasividad. Hoy el diagnóstico están tan definido que se concluye en un dictamen común sobre lo que se necesita hacer. Se cuenta ya con todos los instrumentos legales necesarios para actuar --especialmente después de la ratificación que supone la sentencia del TC--. En consecuencia, no hay excusa alguna para no trabajar. Bajar el IVA cultural constituiría un buen comienzo.

Antonio Petit Caro

Después de más de 300 días España ya cuenta con un nuevo Gobierno y, con toda probabilidad, con unas nuevas orientaciones políticas, como corresponde a la actual realidad parlamentaria. En el caso de la Tauromaquia, además, repite el ministro que hasta llevada era responsables máximo de los asuntos taurinos.

Como un Gobierno no trata nunca de emular la noche mágica de Melchor, Gaspar y Baltasar, no tiene mucho sentido andar con cartas y reconvenciones sobre ilusiones y buenos deseos. Hay que ajustarse a las posibilidades reales que se abren con la toma de posesión de todo nuevo Ejecutivo.

Y en este sentido, no queda margen para dar por sentado que para quienes aman la Tauromaquia no haya una esperanza más sobre las cosas que pueden mejorar; pero de la misma forma, tiene escaso sentido augurar que nos esperen más elementos para el pesimismo. En la práctica nos encontramos ante un libro por escribir; ya llegará el desenlace.

Es lo cierto que la Tauromaquia necesita de no pocas ayudas, y no menos grados de comprensión frente a las dificultades. Sin ir más lejos, todas las que estaban preanunciadas en los artículos 4º y 5º de la ley 18/2013, que luego se concretaron en una primera instancia en el famoso Plan PENTAURO, hoy todavía lejos de haberse cumplido en su integridad, aunque se haya avanzado y mucho.

Y si se repasan tanto la Ley como el PENTAURO a la luz de los acuerdos políticos que han llevado a Rajoy de nuevo a la Moncloa, ambos caben sin necesidad de modificación alguna en las célebres 150 –o en las 100, según que documento se mire-- propuestas suscritas por las partes. La cuestión esencial radica en si, además, habrá voluntad política de materializar este encaje.

Y en este sentido, se propugna la rebaja del actual IVA cultural, que tanto daño ha hecho a la Fiesta. Y con permiso del ministro Montoro, en algún momento habrá que hacerlo. Llegado ese día --ojalá que sea más pronto que tarde-- por derecho propio la Tauromaquia debe estar incluida en ese supuesto. Si tan sólo se consiguiera este objetivo, ya se podría dar por buena la legislatura que ahora comienza.

Pero en ya desde ahora habrá que recordar al Gobierno --también a quienes en cada momento le den sus apoyos-- que de acuerdo con la Ley, la Tauromaquia se entiende como “el conjunto de conocimientos y actividades artísticas, creativas y productivas, incluyendo la crianza y selección del toro de lidia, que confluyen en la corrida de toros moderna y el arte de lidiar, expresión relevante de la cultura tradicional del pueblo español. Por extensión, se entiende comprendida en el concepto de Tauromaquia toda manifestación artística y cultural vinculada a la misma”. A toda esta relación de sujetos pasivos deberá aplicarse el nuevo IVA y todo lo demás.

Cualquiera que siga la realidad taurina día a día sabe que no acaban ahí los problemas. Históricamente se ha dado un hecho cierto: los responsables del mundo del toro no han pasado por la vida haciendo de pedigüeños; más: están acostumbrados a pelear a cuerpo limpio por sus reivindicaciones. Lo cuál no es óbice para reclamar que necesitan de este “punto de apoyo” que necesitaba Arquímides de Siracusa para “mover el mundo”.

En nuestro caso, el punto de apoyo más sólido se encuentra hoy en la reciente sentencia del Tribunal Constitucional, que no es que tan sólo valide el actual basamento jurídico sobre el que se construye la Tauromaquia; es que además marca las fronteras precisas acerca de lo que a la Administración del Estado le corresponde en esta materia.

A tenor de esa sentencia, los poderes públicos vienen obligados a acudir en defensa de la Tauromaquia en su más amplio concepto allá donde sean cercenados sus derechos legítimos. Por eso, no debiera temblarles el pulso a la hora de hacer cumplir la ley. Con diálogos y consensos, pero con firmeza.

Pero no nos engañemos: en el mundo del toro nadie ha organizado con entusiasmo fuegos artificiales por el nuevo Gobierno. En estos temas básicos, como en otras las derivaciones que de ellos pueden deducirse, subyace el temor de que, como en ocasiones pasadas, a la Tauromaquia se la ubique en el vagón de cola, en el lugar de los asuntos irrelevantes y los que pueden esperar.

Sobre Iñigo Méndez Vigo, que repite como responsable de la Cultura, y de su equipo recae la responsabilidad de ir sorteando las dificultades y desarrollar los planes que ya estaban previsto --incluso, algunos iniciados-- en la Ley. El diagnóstico de lo que queda por hacer está escrito, los instrumentos legales preparados; solo hace falta ponerse a trabajar. Sería bueno pensar que sus ampliadas responsabilidades políticas no le van a impedir atender también a la Tauromaquia.

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