Ante el nuevo Gobierno
La llegada de un nuevo Gobierno
es ocasión propicia para que unos refuercen sus esperanzas, en tanto otros se
atrincheran en la oposición a ultranza. Como es uno de los factores de España
de más probada transversalidad, la Tauromaquia siempre ha solido quedarse a la
espera los hechos, sin adelantarse ni en exigencias ni en lamentos. Reconozcamos
que algunas ocasiones, además, con demasiadas dósis de pasividad. Hoy el
diagnóstico están tan definido que se concluye en un dictamen común sobre lo
que se necesita hacer. Se cuenta ya con todos los instrumentos legales
necesarios para actuar --especialmente después de la ratificación que supone la
sentencia del TC--. En consecuencia, no hay excusa alguna para no trabajar.
Bajar el IVA cultural constituiría un buen comienzo.
Antonio Petit Caro
Después de más de 300 días España ya cuenta con un nuevo
Gobierno y, con toda probabilidad, con unas nuevas orientaciones políticas,
como corresponde a la actual realidad parlamentaria. En el caso de la
Tauromaquia, además, repite el ministro que hasta llevada era responsables
máximo de los asuntos taurinos.
Como un Gobierno no trata nunca de emular la noche mágica de
Melchor, Gaspar y Baltasar, no tiene mucho sentido andar con cartas y
reconvenciones sobre ilusiones y buenos deseos. Hay que ajustarse a las
posibilidades reales que se abren con la toma de posesión de todo nuevo
Ejecutivo.
Y en este sentido, no queda margen para dar por sentado que
para quienes aman la Tauromaquia no haya una esperanza más sobre las cosas que
pueden mejorar; pero de la misma forma, tiene escaso sentido augurar que nos
esperen más elementos para el pesimismo. En la práctica nos encontramos ante un
libro por escribir; ya llegará el desenlace.
Es lo cierto que la Tauromaquia necesita de no pocas ayudas,
y no menos grados de comprensión frente a las dificultades. Sin ir más lejos,
todas las que estaban preanunciadas en los artículos 4º y 5º de la ley 18/2013,
que luego se concretaron en una primera instancia en el famoso Plan PENTAURO,
hoy todavía lejos de haberse cumplido en su integridad, aunque se haya avanzado
y mucho.
Y si se repasan tanto la Ley como el PENTAURO a la luz de
los acuerdos políticos que han llevado a Rajoy de nuevo a la Moncloa, ambos
caben sin necesidad de modificación alguna en las célebres 150 –o en las 100,
según que documento se mire-- propuestas suscritas por las partes. La cuestión
esencial radica en si, además, habrá voluntad política de materializar este
encaje.
Y en este sentido, se propugna la rebaja del actual IVA
cultural, que tanto daño ha hecho a la Fiesta. Y con permiso del ministro
Montoro, en algún momento habrá que hacerlo. Llegado ese día --ojalá que sea
más pronto que tarde-- por derecho propio la Tauromaquia debe estar incluida en
ese supuesto. Si tan sólo se consiguiera este objetivo, ya se podría dar por
buena la legislatura que ahora comienza.
Pero en ya desde ahora habrá que recordar al Gobierno
--también a quienes en cada momento le den sus apoyos-- que de acuerdo con la
Ley, la Tauromaquia se entiende como “el conjunto de conocimientos y actividades
artísticas, creativas y productivas, incluyendo la crianza y selección del toro
de lidia, que confluyen en la corrida de toros moderna y el arte de lidiar,
expresión relevante de la cultura tradicional del pueblo español. Por
extensión, se entiende comprendida en el concepto de Tauromaquia toda
manifestación artística y cultural vinculada a la misma”. A toda esta relación
de sujetos pasivos deberá aplicarse el nuevo IVA y todo lo demás.
Cualquiera que siga la realidad taurina día a día sabe que
no acaban ahí los problemas. Históricamente se ha dado un hecho cierto: los
responsables del mundo del toro no han pasado por la vida haciendo de
pedigüeños; más: están acostumbrados a pelear a cuerpo limpio por sus
reivindicaciones. Lo cuál no es óbice para reclamar que necesitan de este
“punto de apoyo” que necesitaba Arquímides de Siracusa para “mover el mundo”.
En nuestro caso, el punto de apoyo más sólido se encuentra
hoy en la reciente sentencia del Tribunal Constitucional, que no es que tan
sólo valide el actual basamento jurídico sobre el que se construye la
Tauromaquia; es que además marca las fronteras precisas acerca de lo que a la
Administración del Estado le corresponde en esta materia.
A tenor de esa sentencia, los poderes públicos vienen
obligados a acudir en defensa de la Tauromaquia en su más amplio concepto allá
donde sean cercenados sus derechos legítimos. Por eso, no debiera temblarles el
pulso a la hora de hacer cumplir la ley. Con diálogos y consensos, pero con
firmeza.
Pero no nos engañemos: en el mundo del toro nadie ha
organizado con entusiasmo fuegos artificiales por el nuevo Gobierno. En estos
temas básicos, como en otras las derivaciones que de ellos pueden deducirse,
subyace el temor de que, como en ocasiones pasadas, a la Tauromaquia se la
ubique en el vagón de cola, en el lugar de los asuntos irrelevantes y los que
pueden esperar.
Sobre Iñigo Méndez Vigo, que repite como responsable de la
Cultura, y de su equipo recae la responsabilidad de ir sorteando las
dificultades y desarrollar los planes que ya estaban previsto --incluso,
algunos iniciados-- en la Ley. El diagnóstico de lo que queda por hacer está
escrito, los instrumentos legales preparados; solo hace falta ponerse a
trabajar. Sería bueno pensar que sus ampliadas responsabilidades políticas no
le van a impedir atender también a la Tauromaquia.
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