El magnate mexicano entra en la
gestión de las plazas de los Martínez Flamarique sin que en el comunicado que
anuncia el acuerdo figure una reciprocidad sobre los cosos españoles de FIT ni
los mexicanos.
Casa Chopera (Martínez Flamarique), con Pablo (der.) y su hijo Manolo Martínez "Choperita" (izq.) |
ZABALA DE LA SERNA
@zabaladelaserna
El grupo del magnate mexicano Alberto Baillères (BAL) y la
Casa Chopera (Martínez Flamarique) anunciaban en el día en que Trump se hacía
con la Casa Blanca que las plazas españolas de los Chopera serían gestionadas
conjuntamente. Almería, San Sebastián y Logroño a ciencia cierta con las
incógnitas de qué pasa con Salamanca -al 50% compartida en años alternos con
José Antonio Martínez Uranga- y Bilbao.
El comunicado de la anunciación no detallaba demasiado del
pacto rubricado en tierras mexicanas -hasta allí se fueron- por la familia
Chopera, pero todo no acabaría de tener sentido si en el horizonte no estuviera
Bilbao, que sería la joya se la corona. La idea de ser empresarios de Bilbao,
más allá de la histórica gerencia vigilada por la Junta de la Casa de
Misericordia y el Ayuntamiento de la capital vizcaína, propietarios de Vista
Alegre, sería factible mediante el pago de un canon o arrendamiento por un
tiempo determinado. Cinco años, por ejemplo.
Cobraría mayor sentido la entrada de Baillères en la Casa
Chopera para gestionar ¿o capitalizar? plazas cuya situación, salvo el
espejismo de San Sebastián esta temporada, es francamente delicada. Tampoco es
que Bilbao esté ahora mismo como para tirar cohetes, pero su categoría,
historia y potencial nada tiene que ver con los otros cosos de Martínez
Flamarique.
La alianza reactiva el acuerdo entre el grupo de Alberto
Baillères y los Chopera, aparcado por el incidente de la licitación por Las
Ventas, cuando Baillères cambió a los sobrinos por el tío, José Antonio
Martínez Uranga. Para finalmente perder la licitación con una plica de mínimos
frente a Simón Casas y Nautalia, que arrasaron con su aparición sorpresa.
El pacto que algunos dieron por muerto y otros interpretaron
como mera estrategia del grupo mexicano para presionar a Martínez Uranga es que
el que ahora resucita. De otro modo, sin Madrid como buque insignia, pero con
la hipotética posibilidad de que los sea Bilbao. Otra cosa.
La entente del grupo Baillères y la Casa Chopera ya es el
tercer matrimonio del magnate mexicano en España. Duró poco aquel sueño de
grandeza de la Fusión Internacional de Tauromaquia (FIT) con Simón Casas y fue
flor de un día la U.T.E con José Antonio Martínez Uranga por gobernar Las
Ventas. La batalla perdida por Madrid truncó el eje de las monumentales:
Alberto Baillères había accedido al mandato de la Monumental de México esta
misma temporada asociado con Javier Sordo. Más todas las plazas mexicanas.
Por cierto, ni éstas ni las de la FIT entran en el pacto
para la Casa Chopera. Todo suma, sin embargo, en la balanza de poder del
empresario mexicano.
El comunicado por el que el grupo BAL y los Chopera
anunciaban la entrada de Baillères en las plazas de los Martínez Flamarique es
una formal declaración de buenas intenciones, sin mayores explicaciones ni
detalles, que arranca del siguiente modo: «Esta asociación nace desde la
estrecha relación que ha unido a estas dos empresas desde hace décadas
partiendo de las bases y conceptos que siempre han compartido, como son la
seriedad, la profesionalidad, el respeto a este magnífico arte y universal
cultura y la búsqueda de la prosperidad del sector taurino».
«La intención de este acuerdo»- continúa el texto- «se basa
en objetivos claros y responsables apoyados por una base de dedicación,
innovación, trabajo y recursos que hagan posible que este proyecto sea
beneficioso para la Fiesta de los toros en su ámbito general y que sobre todo
tenga como máximo exponente la defensa de los derechos e intereses de los
aficionados».
Baillères y los Chopera declaran su «máxima ilusión y
compromiso con este proyecto que nos llena de responsabilidad por el futuro de
la tauromaquia, que en estos momentos atraviesa un momento delicado».
Alberto Baillères |
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