El matador de Arnedo corta tres
orejas y cuaja a un encastado toro de Jandilla para salir a hombros de La
Ribera; José Garrido, que sustituía a Ponce, arranca un trofeo.
ZABALA DE LA SERNA
Logroño
Diario ELMUNDO de Madrid
Foto: EFE
A Curro le puede de tal modo la timidez que no quería el
brindis de Diego Urdiales. "Si ya me ha hecho uno en Madrid...",
decía Romero, "que la gente no piense... "Y cuando Diego le ofreció
su montera y el toro de las Ramblas, el Faraón se incorporó cohíbido y abrumado
por el temblor del gentío.
El tributo real de Urdiales ya había sido con cuatro o cinco
verónicas por el izquierdo con visos de monumentalidad. Como bronces en la
tierra de ocre y viñedos. El quite al castaño de Daniel Martínez casi cinqueño
fue también enteramente zurdo. Pero como de toros no saben ni las vacas las
embestidas en la muleta se hacían más de verdad a derechas, y aún así el toreo
del riojano sucedía más hilvanado que ligado, a su altura y velocidad, unido
por el mentón hundido y el embroque. Tres series así, para torear con la panza
de la muleta y vaciar pases de pecho por Arnedo. El pitón izquierdo había
quedado en falsas promesas, en una embestida desentendida por el palillo que
Urdiales componía con la armonía. Una triada de molinetes y la única duda que
se produjo al matar, entre la suerte de recibir y el volapié: el pinchazo no
impidió la oreja al fin de la estocada.
Hubo un común denominador en los tres toros de Las Ramblas:
el tipo que da mover mucho los toros en el campo -sin un gramo de barriga,
cuasi agalgados, cargados por delante- y el comportamiento que produce -una
movilidad que no implica empleo, caras sueltas y el gazapeo-. La ligazón de
Urdiales se apareció como la Virgen de Medjougore con el cuarto toro, un negro
hechurado de Jandilla por el que nadie apostaba un euro en los tercios previos.
Pero Diego se dobló con sus embestidas a golpe de riñón y se plantó para ligar
ahora su propio concepto, su confección de ideas, su cintura y su pecho. El
jandilla embestía fuerte con la virtud de la fijeza por bandera, y allí estaba
siempre la tela presente del añejo torero de La Rioja: vistas las fotografías
infantiles de Diego Urdiales uno concluye que nació viejo en la cara del
becerro y ahora es un niño en la cara del toro. El curioso caso de Benjamín
Button en los ruedos. Rugía la plaza contra la cúpula de La Ribera con ruido de
cueva. Los oles ensordecían y Romero sonreía en el corazón de Diego. Delicado
repetía encastado y ausente de delicatessen. Urdiales compró todo incluso al
natural, y lo fulminó de una estocada delantera letal. La pasión se desató y a
la par se precipitaron las dos orejas por el palco.
A Curro en el viaje desde Madrid le hablé de lo bien que
anda José Garrido con el capote, pero apenas atisbó esbozos, tras los faroles
de rodillas y el "cuerpo a tablas", por la condición del toro de
Martínez. A esa misma condición, falsa siempre, se impuso Garrido con firmeza
de plantas, como se expresaba antiguamente. Algún que otro parón encajó sin
pestañear un músculo y abrochó con una soberbia estocada que le impulsó hasta
el trofeo.
Garrido brindó a Manuel Chopera -nieto del inolvidado
Manolo- el sexto en agradecimiento por esta sustitución de Ponce, ni más ni
menos. Un acierto correspondido: José literalmente se montó encima cuando no
había otro camino. Las puntas de los pitones lamían los bordados de la
taleguilla. El estoconazo se cayó de la cruz y afeó la cosa. Pero hubo
unanimidad en la ovación del reconocimiento de despedida.
Para concluir el análisis del trío que había quedado
inconcluso de Las Ramblas, el segundo había sido muy similar al primero (o un
punto mejor por el derecho), con la diferencia de que José María Manzanares
aplicó el toreo de expulsión en lugar del de reunión. Un quinto lavado de Borja
Domecq no sirvió y Manzanares se lo trajinó de acá para allá. La apoteósica
procesión de Urdiales desbordó La Ribera.
FICHA DEL FESTEJO
Plaza de toros de La Ribera. Lunes, 21 de septiembre de 2015. Tercera
de feria. Casi tres cuartos de entrada.
Tres toros de Las Ramblas,
cargados por delante, agalgados por detrás, con mucha movilidad y no tanto
empleo (1º y 3º destacaron por el derecho) y tres de Jandilla, muy desiguales; encastado el 4º, no sirvió el lavado 5º y
el bonito 6º que se paró.
Diego Urdiales, de verde botella y oro. Pinchazo y estocada
honda (oreja). En el cuarto, estocada delantera (dos orejas). Salió a hombros.
José María Manzanares, de negro y azabache. Media estocada y
estocada honda atravesada (silencio). En el quinto, estocada (silencio).
José Garrido, de azul pavo y oro. Gran estocada (oreja).
En el sexto, estocada baja. Aviso (gran ovación de despedida).
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