domingo, 27 de septiembre de 2015

El Juli: «Los valores que la escuela taurina me enseñó se los inculco ahora a mis hijos»

Máxima figura, escribe un artículo de puño y letra sobre la Escuela de Madrid que ahora pretende apuntillar el Ayuntamiento de Carmena

ABC de Madrid

Dejamos atrás la estación del metro y pronto empecé a distinguir los hierros ganaderos que adornan el extenso muro de piedra que da entrada a la Venta del Batán. Mi abuelo sacaba del bolsillo de su abrigo la cajetilla de tabaco. Tras un instante de silencio, se quitó de los labios el cigarrillo, volvió a guardárselo en el abrigo y sacó la mano del bolsillo para coger la mía tras acariciarme el pelo con ternura. Se había percatado que los nervios infantiles me estaban invadiendo en mi primer día en la escuela taurina de Madrid.

Había pasado poco tiempo desde que celebramos mi primera comunión con una capea. Aquella noche, tras darle un capotazo a una becerrita, le dije a mi padre que quería que me apuntara en la escuela. Mis padres tenían que trabajar y sacar adelante el negocio de bordados que tenían en el Barrio de La Concepción. Así que fue mi abuelo Ignacio quien me acompañó en el primer paso de mi trayectoria taurina.

Nos recibió Tinín, uno de los profesores del centro. Mientras nos instruía, los muchachos que iban llegando a la clase diaria se situaban uno detrás del otro y, como en una recepción de la realeza, iban saludando al profesor: «Buenas tardes, maestro». Eso me llamó mucho la atención, pero más me extrañó cuando los propios chavales que llegaban se daban la mano con otros que ya estaban entrenando en la placita de tientas. Y otra vez: «Buenas tardes». En mi barrio, San Blas, no había visto nada parecido. Allí, a lo sumo, nos saludábamos con un «ey, tú», o «qué pasa», y a la gente mayor se le trapicheaba y vacilaba.

En sólo un minuto en la Escuela recibí la primera lección, y no fue taurina, fue de vida. La Escuela de Tauromaquia de Madrid me dio unos valores que mantengo a día de hoy. El respeto, la honestidad o la humildad es algo que se les inculca a los niños que quieren ser toreros, y el propio toro te confirma después que esos valores son inherentes de la profesión.

Jamás vi una pelea entre alumnos, ni siquiera un insulto. Y si acaso alguno levantaba la voz a otro ahí estaba Gregorio Sánchez para ponerlo en su sitio. El maestro Gregorio, el director artístico de la escuela, será siempre mi mentor. Con fama de duro y arisco, se empleó en mi enseñanza con una entrega total. Me enseñó qué es la raza y el no dejarse ganar la pelea en la plaza.

Si he llegado donde estoy es, en parte, gracias a Gregorio, a los profesores y a mis compañeros. Y los valores que me inculcó la escuela trato de infundirlos ahora en mis hijos. La Escuela del Batán no es sólo una escuela taurina, es una escuela de vida.

Ficha
Julián López «El Juli» permaneció en la Escuela Taurina de Madrid desde 1992 hasta 1996. Gregorio Sánchez, director artístico de la Escuela, siempre consideró a El Juli como el torero más importante que ha pasado por este centro. El Juli creó en el año 2007 su propia escuela taurina. A través de su Fundación, proporciona a los aspirantes a toreros una formación teórica y práctica en la sede de la escuela, situada en la localidad madrileña de Arganda del Rey. Durante el invierno los alumnos se preparan con tentaderos y ya en temporada participan en un centenar de festejos entre becerradas, clases prácticas y novilladas. La Fundación asume los gastos de la formación de los alumnos, facilita la integración de alumnos extranjeros y dispone de un piso en Arganda para los jóvenes de fuera de la Comunidad de Madrid. Actualmente cuenta con 30 alumnos.

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