El novel peruano ataca con valor
y descaro en su primera corrida post-alternativa y corta una oreja a cada uno
de su lote; Morante araña una vuelta al ruedo; Juli sortea un lote negado.
ZABALA DE LA SERNA
Logroño
Diario ELMUNDO de Madrid
Fotos: EFE
El ruido infernal de las charangas amenizaba el funeral de
los zalduendos. Algo así como el entierro de la sardina de los carnavales.
Morante y El Juli como matadores de los toros menguantes de alma vacía. A la
veteranía aburrida y tiralíneas de quienes ya lo han dicho todo y no veían nada
que rascar le sacudió Roca Rey como a un saco de box. El descaro del peruano en
su primera corrida pos-alternativa puso La Ribera a cien.
Ya un quite al mini-toro de Juli por chicuelinas, tafallera
y revolera había servido como carta de presentación. Y a este tercero de cara
más abierta se arrimó con el capote a la espalda con ambición de rookie de la
NBA. Iván García, que se ha pasado a la filas de plata vestido de azabache,
majó dos pares de banderillas muy auténticos con aquellas arrancadas
rebrincadas. Roca brindó al público y por alto y en un tris volteó la plaza en
un prólogo de quietud que alumbró una espaldina asombrosa. Un aviso de toda la
variedad que arrastraría la faena: el pase de las flores, roblesinas,
circulares invertidos, una arrucina, enormes pases de pecho como rúbrica de
todas las series atadas al piso. Esa fue la base de la conexión con los
tendidos. El zalduendo embestía rebotado con su geniecito. Rey se despidió por
manoletinas y una soberbia estocada a cámara lenta que casi le puso en bandeja
las orejas; el presidente decidió dejarlo en una. No hubiera pasado nada.
Morante, que se ha matado la camada entera de Zalduendo del
boss Bailleres, aderezó con torería la mortecina y humillada embestida del
estrechito cuarto. La escenografía morantista suplió todo. Los esbozos de
verónicas, las chicuelinas tralleras, los medios muletazos de quien sabe
torear. La figura compuesta acompañaba la sutil izquierda; la derecha relajada
y a su altura. Como si torease de salón a un carretón de escaso aliento. Un
cambio de mano por la espalda desprendió un golpe sepia de viejas hojas de El
Ruedo. La muerte en el segundo envite fue bella; el toro se resistió con las
manos dobladas. José Antonio compuso una escultura de Benlliure. Los pañuelos
se desataron. El palco los desestimó. La vuelta al ruedo tuvo ilusión de
principiante.
Otra porquería de Zalcuento sorteó El Juli como quinto. Más
apretado pero igual de desinflado que el resto, o incluso más, y las misma
carita de baby beef tocadita arriba de pitones. Roca no perdonó su turno e
intervino por saltilleras. El domecq se paró y a Juli le invitaron a abreviar.
Roca para cerrar la tarde se llevó el zalduendo de más
movilidad, que no clase. Por estatuarios desperezó una faena que demostró el
largo concepto del muletazo que posee. Y el valor sin aspavientos hasta que el
toro se vino a menos y se montó por luquecinas con el reverso de la muleta. Más
decisión que limpieza en un todo muy auténtico. Otro espadazo, trasero ahora,
le aupó con otro trofeo que tapaba el bluff de corrida.
FICHA DEL FESTEJO
Plaza de toros de La Ribera. Martes, 22 de septiembre de 2015. Cuarta
de feria. Media entrada larga.
Toros de Zalduendo, de pobre
presencia y nula casta; el 6º destacó por su mayor movilidad; parado el 5º;
mansos 1º y 2º; humilló el mortecino 4º; rebrincado y con geniecito el 3º;
Morante de la Puebla, de nazareno y oro. Pinchazo, estocada
atravesada y descabello (silencio). En el cuarto, pinchazo y estocada honda
(petición y vuelta al ruedo).
El Juli, de azul añil y oro. Estocada caída
(silencio). En el quinto, estocada caída (silencio).
Roca Rey, de rioja y oro. Gran estocada (oreja y
fuerte petición). En el sexto, estocada trasera (oreja).
Roca Rey |
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