Se le han realizado nuevas
pruebas médicas que han descartado más lesiones y ha comenzado a ingerir algún
alimento sólidos.
JAVIER HERNÁNDEZ
Salamanca
Diario ELMUNDO de Madrid
Tras la grave cornada que el torero Miguel Ángel Perera
sufrió el martes en Salamanca, la recuperación parecía fulgurante. Incluso,
salió de la UVI 24 horas antes de lo previsto por los médicos. Hasta que llegó
la tarde-noche del viernes, en la que apreció la temida fiebre, con picos de
hasta 38 grados "que ya han remitido", explica el cirujano de la
plaza que le atiende también en el Hospital, Luis Ortega.
En la habitación de planta del hospital salmantino de la
Santísima Trinidad no se han recibido visitas, los dolores son constantes en el
cuerpo del torero "aunque este sábado está mejor", dice su apoderado,
Fernando Cepeda, que muestra verdadera angustia cuando recuerda que "el
viernes fue un día muy malo, porque le movieron los drenajes, ingirió líquidos
por primera vez, se levantó al aseo y se puso como pocas veces yo lo he visto, porque
él es un hombre muy fuerte y ayer daba cosa verle así". La alarma saltó
cuando apareció la fiebre, cuando subieron aún más los dolores y los médicos
rápidamente realizaron "un TAC y cultivos", informa el doctor, que
"no han revelado nuevas lesiones".
A Perera ya se le permite ingerir algún alimento sólido y se
le ha retirado uno de los cuatro drenajes que tiene en la herida después de que
el doctor Ortega le impusiera dieta blanda este sábado.
El diestro deberá continuar ingresado en planta, en ese régimen
especial sin visitas, "al menos hasta el lunes y luego ya veremos",
apunta el galeno, que también deja claro que "estas circunstancias son
propias de un percance tan grave como lo ha sido este".
El doctor Luis Ortega da por finalizada la temporada europea
de Perera y vaticina que "si no hay ninguna complicación, comenzará a
entrenar en 20 días y en 30 podrá hacer labores de tienta", pronostica. El
primer contrato de Perera en América está fijado el 15 de noviembre en Lima
(Perú).
Esta de Salamanca es la cornada número 16 que queda señalada
en el cuerpo del extremeño. Una docena de cornadas desde aquel otoño de 2003 en
el que recibió su bautismo sangriento en la plaza de Arnedo. Son 16 las heridas
por asta de toro más una, no menos grave, sin que el pitón hiciera carne, en
aquel verano de 2010 en la que un toro le partió la vértebra L2 en San
Sebastián, lesión que fue detectada días después, dos corridas después, y que
le hizo perder 23 corridas aquel año.
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