miércoles, 16 de septiembre de 2015

DESDE EL BARRIO: ¡Indignémonos!

PACO AGUADO

Los taurinos tenemos que convencernos de que también “podemos”. De que el interesado acoso de antitaurinos y animalistas es ya de tales dimensiones que también a nosotros nos ha llegado la hora de "indignarnos". Y, como hicieron aquellos movimientos ciudadanos del 15-M, tenemos de una vez que echarnos a la calle para mostrar la gran fuerza popular que sustenta la tauromaquia.

El camino, igual que sucedió en marzo en Castellón y ahora en otros pueblos, nos lo han marcado hace apenas tres días en Valladolid. Porque la "manifa" de Pucela, que muchos han querido silenciar, no sólo fue un éxito de asistencia –ocho mil personas calculó la Policía Nacional– sino que dio las claves de cómo se debe encauzar la protesta contra el ataque fascista de las formaciones políticas que se llaman a sí mismas de izquierdas y de las asociaciones que se autoproclaman defensoras de derechos y libertades… siempre y cuando sean los suyos.

Ante la inoperancia y la tardanza para convocar un acto contundente por parte de los taurinos profesionales, que aún siguen debatiendo si son galgos o podencos en dilatorias reuniones de paripé, los aficionados de Valladolid y provincia tomaron el sábado el paseo de Zorrilla al reclamo de la cita de un chaval de veintidós años, que se llama Daniel Santaolaya y que se evade de la rutina y el paro juvenil como cortador de toros, que es como llaman a los recortadores en los pueblos de Castilla.

Indignado él, igual que deberíamos estar todos ante la torticera, agresiva y apabullante campaña de desprestigio que sufre nuestra forma de entender la vida, le bastó con la ayuda de un par de amigos moviendo la cita en las redes sociales para que el día señalado, y de manera espontánea, todas esas miles de personas se echaran a las calles de Valladolid para reclamar respeto y libertad, lo que no deja de ser paradójico, y hasta alarmante, en este país ya con cuatro décadas de democracia recuperada.

Pero ahí estaban todos, la gente normal, la de a pie, en su mayoría aficionados y apasionados de los festejos populares, que son el inmenso y sólido pilar sobre el que se asienta la tauromaquia toda, incluidas las corridas formales que el propio sistema empresarial se está encargando de convertir poco a poco en un espectáculo elitista.

Y lo mejor de todo es que la media de edad de los manifestantes era muy baja, con una inmensa mayoría de jóvenes que albergan en sus corazones un arraigado sentido de la pertenencia de estos viejos ritos. Tanto que allí quedó patente que es en todos esos jóvenes del pueblo donde está la verdadera fuerza de futuro de la tauromaquia, un vigoroso frente común para salir al paso del guerracivilismo provocado por la neurótica y barata "progresía" del animalismo urbanita.

Fueron ellos, los que acuden en masa a los encierros, los que vibran y sienten hondamente la emoción directa del toro en las calles y en los campos de Castilla, los que pisaron el asfalto de Valladolid en mucha más y mejor representación que los sólo 4 mil activistas pagados y artistas "comprometidos" que, convocados desde varios puntos de España, se reunieron a la misma hora en la Puerta del Sol de Madrid, bien esponjaditos haciendo bulto, para pedir la prohibición del Toro de la Vega.

Pero, como dijo Victorino Martín García en el escueto pero contundente manifiesto que leyó al final de la concentración pucelana, el Toro de la Vega "no se toca", ni aunque este líder socialista de pitiminí que padecemos se "avergüence" de ello y amenace con prohibirlo si gana las próximas elecciones. Y no se toca porque, más allá de la supuesta crueldad de un torneo que los medios se encargan de manipular, exagerar y de cargar de morbo, ceder ante su abolición serviría sólo para abrir las puertas a una insaciable secuencia de prohibiciones taurinas en cadena.

No conviene por ello desmarcarse y desligarse de manera clasista del tan vapuleado rito taurino, ni diferenciarlo por remilgada cobardía de las corridas de toros. Y si los animalistas dicen estos días que son todos “Rompesuelas”, el simbólico toro del conde de la Corte que será alanceado hoy mismo en la villa castellana a orillas del Duero, los taurinos debemos ser todos tordesillanos, sin distinción de colores políticos ni de preferencias artísticas.

Porque eso es lo que pasa allí mismo, donde, sin que lo digan los medios, desde el alcalde socialista hasta los "podemitas", pasando por el presidente del Patronato del famoso toro de Tordesillas, que curiosamente es de Izquierda Unida, todos reman en la misma dirección.

El pueblo entero, como Fuenteovejuna, está unido en la defensa de su ancestral fiesta e indignado ante el desprestigio generalizado y la tremenda presión mediática que vienen sufriendo desde hace mucho tiempo, sólo porque una vez al año matan un toro, un pedazo de toro que tiene todas las opciones de defenderse a campo abierto, al estilo de sus antepasados: a pie firme y con una lanza.

Pero hay que poner pie en pared. Es hora de echarnos a la calle y pasearnos a cuerpo, como repetía el cantautor Luis Pastor antes de que muriera Franco, y de sacar el orgullo de ser taurinos para frenar lo que lleva camino de convertirse en una satanización.

Porque si hasta ahora nos gritaban, ya empiezan a atacarnos. Como ha pasado en Fuenlabrada, donde los antis han agredido a una mujer y a su hijo por llevar una camiseta con el logo de un toro. O como está sucediendo en Málaga, donde cada cierto tiempo hay quien se coloca a las puertas del museo taurino de Juan Barco para insultar e impedir el acceso a quienes intentan ver la impresionante colección de obras de arte del gran aficionado extremeño, ejemplo espectacular de la cultura que ha generado el toreo a lo largo de los siglos.

Y es que cada día que pasa la situación de los taurinos en esta España desorientada se parece más a la de los judíos de la Alemania de finales de los años treinta, cuando los nazis acosaban sus negocios de los judíos y fomentaban el odio que iba poniendo las primeras piedras de los crematorios.

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