El
matador extremeño salió a hombros tras cortas las dos orejas del mejor toro de
una deslucida corrida de Bañuelos en la apertura del recinto burgalés que colgó
el ansiado "no hay billetes"; El Juli se llevó un trofeo y Ponce tapó
con elegancia su lote.
IÑIGO CRESPO
Diario ELMUNDO de Madrid
Se inauguró con un lleno hasta la bandera la nueva
plaza de toros de Burgos. O más que nueva, la plaza de siempre, levantada en
1967, y que ha sufrido la más fuerte reconversión de su historia: un Coliseo
cubierto y multiusos. Pero en pie y abierta la plaza del futuro taurino de una
ciudad que anduvo amenazada durante años con la piqueta de un derribo que por
fortuna se convirtió ayer en leyenda urbana. Y un apunte: un exterior propio de
una película de miedo. Al lumbreras que se le ha ocurrido poner chapas
amarillas, un cero. Qué las ponga en su casa y no en una plaza de toros. O en
lo que se va utilizar para eso. Queda dicho.
Para la puesta de largo del recinto una corrida de
Bañuelos decepcionante. Por dentro y por fuera. Se espera más. Un toro bueno
por su fijeza y calidad que hizo tercero y poco más. Los dos que abrieron
tuvieron movilidad pero sin descolgar ni entregarse. Los tres últimos, para el
olvido.
El sello de la tarde fue el de Alejandro
Talavante. Para bien y para mal. Cara y cruz del extremeño que firmó una faena
preciosista y atrevida con el toro del estreno de la puerta grande, que fue el
tercero, y un mitin con la espada frente al incómodo sexto. Las dos caras de
una misma pasión, una personalidad de moneda al aire.
La buena faena de Alejandro Talavante tuvo el
sello de ese estilo tan propio y tan sugerente que el extremeño ha impuesto a
su toreo en el ultimo año. Una mezcla divina de desparpajo, entrega, capacidad
de sugestión, elegancia e improvisación. Frente a un toro con clase, la faena
tuvo más allá de la magia, muletazos templados y de cámara lenta. Más despacio,
más cautivador, más torero. Y el aderezo de la chispa de Talavante en un inicio
en los medios con una arrucina de rodillas, un afarolado, un circular invertido
ligado a un martinete. Y la sensación de haber contemplado una de las faenas de
más estructura del extremeño de cuantas ha cuajado este año. Una estocada de
toma pan y moja y dos orejas. La puerta grande y la gloria.
Después descolocó al respetable por no darse coba
con un sexto que se quedaba muy corto y al que literalmente estoqueó a la última.
Antes de ser izado en hombros pidió perdón por el petardo con el acero.
Otra oreja cortó El Juli al segundo tras una
lección de proverbial dominio e inteligencia. El toro tuvo movilidad y el
madrileño supo como torearlo sin obligarle para sostener su escasa potencia.
Técnica y precisión de El Juli que se cimbreó con el animal, ligando las tandas
sobre la mano derecha. Tumbó al animal de una estocada y paseó el primer trofeo
de este reestreno. Con el quinto se estrelló. El toro se aplomó y se negó. No hubo
posibles.
Enrique Ponce tapó con su elegancia y su
delicadeza a un primero tan chico y tan noble como desclasado. Y no renunció
con un cuarto que tuvo estrecho esqueleto pero viveza a la hora de desarrollar
complicaciones.
FICHA DEL FESTEJO
Nuevo Coliseo de Burgos. Sábado, 27 de junio
de 2015. Primera de feria. Lleno de «no hay billetes».
Toros de Antonio Bañuelos, de dispar presencia y pobre juego salvo el 3º que
resultó bueno y tuvo clase; fueron nobles los dos primeros pero sin entrega;
complicado el 4º; deslucidos 5º y 6º.
Enrique
Ponce, de tabaco y oro. Pinchazo
y estocada (silencio tras petición). En el cuarto, estocada trasera (silencio).
El
Juli, de celeste y oro. Estocada
(oreja). En el quinto, estocada casi entera (silencio).
Alejandro
Talavante, de gris tortola y oro.
Estocada (dos orejas). En el sexto, estocada tendida, siete descabellos, media
estocada tendida y cuatro descabellos (pitos). Salió a hombros.
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